Como en El show de Truman, todos en el bar observan, boquiabiertos, el televisor. Diez segundos más tarde, un tipo rubio de no más de treinta baja la cabeza, lanza la bola sobre el futbolín y sigue jugando. Todo vuelve a la normalidad. Nada nos afecta, nada nos conmueve. Nos hemos vuelto inmunes al padecimiento ajeno, a sus dramas y tragedias. En cuanto se deja de hablar de ello, desaparece, como si ya no existiera, como si nunca hubiese existido. Elegimos olvidarlo y no hacemos nada al respecto. ¿Sigue en nuestra memoria Aylan, el niño sirio refugiado, inerte en aquella playa turca, que nos destrozó el alma y nos hizo avergonzarnos de la condición humana? La película que nos ocupa, más allá de la excusa argumental, habla de la insensibilidad ante lo que sucede a nuestro alrededor, mostrada sucintamente en esta elocuente secuencia tabernaria.
En cuanto a la trama, en el rincón derecho del cuadrilátero, Lee Gates (George Clooney), el apóstol de las finanzas, un bufonesco telepredicador que hace telebasura con la inversión bursátil embutido en un albornoz de boxeador que luce el ridículo nombre de su programa: Money Monster. Su oponente surgirá de manera inesperada. Un repartidor arruinado debido a un fallido consejo del presentador (Jack O´Connell) irrumpe en el plató para tomar a punta de pistola la emisión.
La Jodie Foster realizadora deja traslucir influencias de thrillers con secuestro a mano armada del estilo de Plan oculto, amén de relatos que añadían un importante trasfondo social como John Q, cuyas reivindicaciones sobre la sanidad quedan sustituidas aquí por la denuncia de la dictadura de los mercados de colectivos como Occupy Wall Street. La directora consigue mantener la tensión y el interés de una narración que parte de una premisa argumental un tanto endeble, dejando el Macguffin de la historia a merced de las improbables consecuencias de un error informático, y cuyo desenlace evoluciona de una manera ciertamente inverosímil. A pesar de todo quedémonos con la lectura de fondo y desechemos lo anecdótico.
Junto a nuestra propia indolencia encontramos un segundo protagonista: la indecente adoración al dios dinero que desgraciadamente produce diferencias cada vez más insalvables en Estados Unidos, pero también a la vuelta de la esquina. La corrupción, el latrocinio de cuello blanco, la estafa y, como consecuencia, la indefensión y la desesperación que provocan el acto irracional de quien acaba de perderlo todo. Rousseau describió la situación con suma clarividencia cuando escribió que: “La igualdad no significa que todos tengamos la misma riqueza, sino que nadie sea tan rico como para poder comprar a otro ni que nadie sea tan pobre como para verse forzado a venderse”. En el llamado primer mundo cada vez crece más la brecha entre la gente adinerada y el ciudadano de a pie a consecuencia de los efectos derivados de una crisis económica que no termina de desaparecer. Los vemos, sabemos que están ahí, pero no movemos un dedo para paliarlos. Desviamos la mirada exactamente igual que aquel espigado jugador de futbolín y continuamos la partida.
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Money Monster
Dirección: Jodie Foster
Guión: Jamie Linden, Alan DiFiore y Jim Kouf
Intérpretes: George Clooney, Julia Roberts, Jack O´Connell
Música: Dominic Lewis
Duración: 98 min.
Estados Unidos, 2016