Sumergirse en una película de Hirozaku Koreeda posee efectos depurativos y curativos similares a los que proporciona un balneario donde uno acude para liberar el estrés, la tensión y la ansiedad a la que nos somete la acelerada vida que llevamos por estos contornos. Más allá de sus pequeños dramas, la placidez y la quietud de la que hace gala el maestro japonés y el sentido del humor y el optimismo que contagian sus guiones nos hacen sentir tremendamente cómodos y absolutamente relajados y abiertos a cualquier historia que surja de su creatividad. Todavía recordamos la profunda emoción que nos produjo De tal padre, tal hijo y ya reconocemos su mano en los primeros planos de Nuestra hermana pequeña.
Por encima de ese inconfundible sello autoral, no en vano ejerce (como en él es habitual) como guionista, director y montador, nos sorprende averiguar, escudriñando los créditos finales, que las cuatro chicas que encabezan el cartel, con las que tan estrechamente hemos conectado, provienen de las páginas de una novela gráfica, Diario de una ciudad costera, publicada por capítulos en una revista mensual. Se trata de un josei manga (o cómic de temática femenina) que ya va por su séptimo volumen y que relata la “adopción” por parte de las tres hermanas Koda de su hermanastra pequeña, a la que conocen en el funeral de su padre. El hecho de ser hija de la mujer, ya fallecida, que alejó a su progenitor de sus vidas no es óbice para que las jóvenes la acojan y se hagan cargo de su educación.
Por más que el material de partida así lo indique, Koreeda refrenda y deja patente que se puede asimilar a cineastas como Almodóvar o Todd Haynes, por poner dos ejemplos prácticamente antitéticos, a la hora de contar historias de mujeres. Los siete personajes más importantes del argumento son féminas, una rara avis en cualquier cinematografía que tomemos al azar. Las cuatro protagonistas se encuentran definidas de forma certera, pero el filme se sustenta en la curiosa afinidad que se aprecia desde un inicio entre Sachi, la hermana mayor, y Suzu, la recién llegada, de las que descubriremos que comparten mucho más de lo que ellas mismas creen.
A pesar de un exceso de metraje que ralentiza el ritmo más de lo deseado en determinados momentos, el director nipón, gracias al estupendo trabajo de sus jóvenes actrices y a un estilo narrativo elegante, pausado sin dejar de ser fluido y con sutiles movimientos de cámara y lentos fundidos a negro que acompañan las notas de la emotiva partitura, nos mece de manera placentera mientras relata esta preciosa historia que no tiene miedo de acercarse a la muerte y a sus rituales ancestrales, tan arraigados en el país del sol naciente, para reivindicar la belleza de las cosas y la alegría de la vida, encarnadas en símbolos autóctonos como los cerezos en flor o los fuegos artificiales, sin dejar de reflexionar acerca de lo que supone madurar (antes de tiempo) y tomar decisiones trascendentales.
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Nuestra hermana pequeña
Dirección y montaje: Hirozaku Koreeda
Guión: Hirozaku Koreeda, basado en la novela gráfica “Diario de una ciudad costera” de Akimi Yoshida
Intérpretes: Suzu Hirose, Haruka Ayase, Kaho
Música: Yôko Kanno
Fotografía: Mikiya Takimoto
Duración: 128 min.
Japón, 2015