Producida entre otros por Michael Bay (Pearl Harbor, Transformers), esta nueva aproximación al terror adolescente, Ouija, es un auténtico festín de tópicos dentro del género, aquellos que busquen un argumento sólido y con algún gran giro inesperado, un eficiente desarrollo de personajes o incluso pretendan engrosar su lista de “escabrosas y siniestras maneras de morir” no encontrarán nada nuevo (ni bueno) bajo el sol, o mejor dicho la luna, en este film de sustos simples, personajes planos y estereotipados y ángulos de cámara tan de libro que os los podrían leer y tendrían el mismo efecto. Voy a relataros lo que en 1980 podría haber sido un anuncio publicitario de Hasbro Games sobre su juego de mesa para hablar con espíritus.
Crítica de Ouija
Esta (predecible) historia comienza con la trágica e incongruente muerte de una joven llamada Debbie (Shelley Hennig) que parece haberse suicidado en su propia casa. El nefasto suceso reúne a los protagonistas, entre los cuales destaca Laine (Olivia Cooke), su mejor amiga,que encuentra una ouija en el cuarto de la fallecida e insta al resto del grupo de adolescentes a “echarse una partida” al mítico juego de tablero de Hasbro para tratar de encontrar respuestas en los muertos. A partir de aquí es cuando la película se convierte en una clase magistral de tópicos manidos del cine de terror (con minúsculas, porque es solo para adolescentes), vamos a pasar lista haber quienes están presentes: estremecedores golpes en la puerta, si, sustos sencillitos a base de golpes de sonido y gritos, aquí, el ático oscuro y abandonado que oculta secretos, si señor, imprescindible bajada al sótano con una linterna defectuosa, aquí mismo, fantasmas y espíritus de niñas (y madres) que se han llevado su problemillas domésticos al más allá, presenteeee, pues parece que no ha faltado nadie a la clase esta vez.
Hay también, sobre todo en la forma de dar vida a los espíritus, ciertas referencias al cine de terror oriental , que al final ha aportado su granito de arena, no es que sea idéntica a El grito de Takashi Shimizu y su secuela, pero algunos elementos si que son algo similares. Deja claro que es un film para adolescentes, pues apenas hay sangre y no la veréis correr por el cuerpo de ninguno de los protagonistas, aquí no hay lugar para el gore, es que ni asoma la cabeza, aunque la muerte por hilo dental tiene su encanto. Destaca eso si el modo de jugar a veces con la cámara, insinuando la presencia sobrecogedora del más allá, con algunos planos muy bien pensados que podrían haber dado mucho más de sí si se hubiera tratado de experimentar un poco.
Sin embargo hay algo interesante en la trama, sobre todo un personaje, Paulina (Lin Shaye), una mujer a la que acude Laine y que residió tiempo atrás en la misma casa de su difunta amiga, la ahora anciana está confinada en una silla de ruedas y reside en una institución mental, al principio parece que pretende ayudar a la joven y a sus amigos que se han visto en serios problemas tras tomar contacto con los espíritus, pero nada es lo que parece. La historia de esta mujer y su relación con el espíritu o espíritus de la casa es poco explotada y debería haberse profundizado más, pues es el único matiz de terror psicológico que puede hallarse en esta encrucijada de sustos dignos del pasaje del terror de cualquier feria ambulante.
Sin embargo, y pese a no ser la quinta esencia de la originalidad dentro de su trillado subgénero del terror adolescente, posee un ritmo creciente y que no decae y logra que tengas algún que otro espasmo o conato de susto mientras estás en las silla, quienes gusten del susto automático muy al estilo de Annabelle, el otro “great hit” en taquilla de su mismo estilo, probablemente la disfruten, la experiencia da lo que promete, eso está claro.