Un final decepcionante para una serie que aspiraba a más
Nota: 5,5
El final de una serie es un momento
verdaderamente emocionante para cualquier telespectador que se haya mantenido
fiel año tras año a sus tramas, incluso cuando no pasaban por su mejor momento. No sólo significa decir adiós a un pasatiempo de mejor o peor
calidad, sino también se traduce en la despedida de unos personajes con los que has podido
empatizar a lo largo de los años, que en cierta medida se han convertido en parte de tu vida y de los que nunca más volverás a saber. Por
ello, este último sprint final no solo marca la terminación del viaje, sino que también tiene la responsabilidad de dejar una última y definitiva imagen en el recuerdo. En el caso de Damages, ese regusto es algo amargo, ya que como pocos fans discuten, Daños y Prejuicios -como se la conoce en España- nunca retomó el majestuoso vuelo del que hizo gala durante su primera y perfecta temporada y tampoco lo ha hecho en su año de despedida.
Tras el salto os dejamos un repaso a la andadura de Damages y el análisis de la quinta y última temporada.
Para los que no conozcáis esta serie que en su día no
dudamos en incluirla dentro de nuestro ranking de las 50 mejores series de la historia, Damages gira en torno a Patty
Hewes (Glenn Close), una todopoderosa abogada que hará
cualquier cosa en su mano para obtener lo que quiere, secundada por Rose Byrne en el papel de Ellen Parsons como su aventajada
discípula recién salida de la facultad de derecho. Damages, sin embargo, no es nada parecido a cualquier cosa que
hayamos visto dentro del género de picapleitos. No busquéis ningún parentesco con
la recomendable The Good Wife, ya que curiosamente nunca llegaremos a ver un
juicio. En cambio, la serie de la gran Glenn Close nos enseña como algunas de las batallas más importantes pueden ganarse o perderse antes de que el combate comience oficialmente, aunque, como hace la protagonista, en ocasiones haya que flexibilizar la legalidad como ya hicieran otros personajes como Vic Mackey (The Shield) o Tom Kane (Boss), todos ellos sujetos a unas
convicciones irrevocables que siempre les hacían tomar el camino más corto
El recorrido de la serie de la cadena norteamericana FX (aunque a partir de su cuarta
temporada se emitió en DirecTV,
salvándola de una cancelación definitiva) ha sido para nuestra desgracia
bastante irregular. Su primera temporada fue una auténtica joya que nadie
debiera perderse, ya no solo por la irrupción de un personaje del calibre de Patty, encarnada por una excelente Glenn Close, sino por un guión
construido sobre las piezas de un puzzle el cuál hasta el último minuto eras
incapaz de comprender. Sin embargo, su segunda temporada no consiguió estar a
la altura de su antecesora, y es que personajes como Arthur Frobisher (un magnífico Ted
Dawson) son difícilmente sustituíbles.
La tercera entrega de la serie
intentó contemporizar con el contexto económico que nos asola actualmente con
una historia que se asemeja a la estafa piramidal del denostado Bernard Maddoff. Y es que a pesar de
que se nos presentó una historia atractiva con personajes carismáticos, Damages quedó perjudicada al jugar con
el espectador tan gratuitamente con flashfowards
demasiado tramposos -también presentes este año- en un desquiciante afán de crear una intriga que no quería arrancar. Con la cuarta temporada, vimos como el cambio de canal
supuso un recorte en su presupuesto, lo que se notó sobre todo en el rodaje de
exteriores. No obstante, fuimos afortunados al contemplar a un buen elenco de
actores entre los que destacamos a un estupendo Dylan Barker y por supuesto un no menos bueno John Goodman. En esta cuarta andadura, el hilo conductor comienza a
partir de una denuncia de un mercenario de High
Star, una agencia de seguridad privada que opera en Afganistán al estilo BlackWater. Con esta penúltima temporada, vimos como los
guionistas cambiaron el desarrollo narrativo donde el recurso del salto hacia adelante
resultaba mucho menos relevante, no jugando facilonamente con el telespectador.
Uno de los problemas de este año es que posiblemente estemos ante una
historia, similar a la no tan reciente trama de Wikileaks, con falta de gancho que en ningún momento llegar a crear un verdadero
entusiasmo, al igual que personajes nuevos como los de los solventes John Hannah y Ryan Phillipe. Ya no es solo que el personaje del último nos pueda recordar en exceso a la versión de Fincher
del creador de Facebook, sino que el rol de Hannah también dista mucho del carisma que consiguió trasmitir con su Batiato de Spartacus
Blood and Sand. Finalmente, el pobre desarrollo de la historia, que no hace
sino dar vueltas sobre quién filtro qué y por qué lo hizo, termina con un
final decepcionante SPOILERcon la renuncia de Patty Hewes,
fiel al estilo de la serie de no enseñar un juicio (aunque la ocasión bien lo hubiera merecido), FIN SPOILER finalizando una confrontación entre alumna y mentora que se ha quedado muy pequeña en comparación con las expectativas que nos habían creado durante estos cincos años.
Qué duda cabe que
quizás en este último año, han querido también perfilar de forma innecesaria
algo más los personajes con tramas secundarias familiares -tanto para Hewes
como para Parsons- que no dejaban de representar un relleno que no hace
sino evidenciar la falta de chicha de esta temporada . Lo mismo sucede con los
múltiples pasajes oníricos que hemos presenciado durante los últimos diez
capítulos, que si bien pueden llegar a marcar esa conducción a la locura que
provoca la constante atracción entre Parsons y Hewes, bien es cierto que
terminan siendo un ejercicio de poca imaginación similar al que asoló a la última -aunque muchísimo más redonda- temporada de Los Soprano.
En conclusión, nos
encontramos con la temporada más floja para cerrar una serie que
lamentablemente apuntaba a mucho más años atrás. No obstante, Damages
nunca fue una oferta desechable ya que es una serie que se encuentra muy por
encima de la media incluso en sus horas más bajas. Al margen de
una trama algo pobre, quizás tampoco han sabido cerrar certeramente el final de
los personajes arriesgándose más bien poco con un “happy ending” que resulta de lo más empalagoso. De hecho, si
hubiesen recortado esos últimos minutos, el final en el puerto hubiera sido
mucho más convincente así como más significativo, como en una batalla donde ambas
quedan derrotadas por igual, ya que como Patty dice, “ambas tenemos sangre en las manos”, y por lo tanto, alguien tenía que
pagar los platos rotos. La ambición es lo que provocó el fracaso de
Ícaro en su osado intento de llegar al mismo sol. Ellen, en cambio, lo ha logrado sin ni siquiera abonar la factura de la luz, lo que desgraciadamente nunca nos llegará
a convencer del todo.