Nota: 6
Uno de los estrenos más prometedores de 2013 llega a su fin con la renovación bajo el brazo desde el tercer episodio, a pesar de que su propuesta se haya ido desinflando a medida que nos adentrábamos en la mente de Norman Bates y su señora madre. Y es que si hace poco más de dos meses recibíamos con los brazos abiertos una oferta muy particular; un thriller cimentado en la película más popular del maestro Hitchcock, con la atractiva forma de una precuela contempóranea orientada a expandir a uno de los villanos más célebres de la galería del mal cinematográfico, lo que despedimos en el décimo y último capítulo de la temporada es un producto que, pese a su excelente factura técnica y al meritorio trabajo de sus protagonistas, ha evolucionado de forma atropellada hasta acercarse al thriller de asesinos en serie tan de moda hoy en día en televisión, perdiendo por el camino gran parte de la personalidad propia y frescura con la que nos sorprendió en su estreno.
Vaya por delante que esta primera temporada ha sabido a poco y eso es una buena señal, básicamente porque pocas pegas se le pueden poner a la serie más exitosa del canal A&E más allá de sus guiones. La capacidad de los primeros episodios para sumergir al espectador en su perturbadora atmósfera ha sido una de sus grandes bazas, gracias a la buena mano con la que el guionista y showrunner Carlton Cuse (Perdidos) ha sabido alternar el respeto y los guiños a Psicosis con una actualización creíble de los personajes. Si a ese tono bien medido le sumamos el esforzadísimo diseño artístico de la serie, que no viste a Norman como a un hombre de 40 años por casualidad, el resultado logra salvar el primer gran obstáculo: no mancillar la memoria del clásico con una propuesta bizarra. Por desgracia, el trabajo de contextualización, por muy bueno que sea, siempre pierde pronto su efecto para dar paso al reinado de la historia.
El principal problema de Bates Motel es que lo que se perfilaba como un retrato psicológico de lo más apetecible pronto se convirtió en un homenaje en clave de thriller a La Casa de los Líos, con los personajes tomando decisiones descabelladas una detrás de otra y la trama avanzando a trompicones sin dar un respiro al espectador entre una masacre y otra. El asesinato en "defensa propia" -más adelante os explicaré las comillas- de Keith Summers en el capítulo piloto se perfilaba como el regalo de bienvenida perfecto y como un buen elefante en la habitación con el que mantener el suspense durante el resto de la temporada, pero con el resto de hechos acontecidos tan sólo en esta primera entrega, el Motel Bates ya debería ser el parador más recurrente de la sección de sucesos de los tabloides de medio mundo y no el misterioso y casi fantasmal alojamiento de carretera en el que recalará en un futuro una joven rubia con ganas de darse una ducha.
Por mucho que sea todo un placer ver a Vera Farmiga flirteando (o haciendo cualquier cosa), el giro momentáneo que dio la trama hacia el thriller erótico con el arco argumental protagonizado por el ayudante Shelby fue el primer aviso del temprano desbocamiento del personaje. La que se nos presentó como una mujer oscura y manipuladora pronto cruzó el ecuador de la locura más desquiciante y pedorra hasta construir a todo un volcán de inconsciencia que lo mismo se atreve a registrar la casa de un psicópata después de haberse acostado con él, como de perseguir a un turbio y reptiliano esclavista (Jere Burns, que bien podría estar dando vida al mismo personaje que en Justified) sin tener la menor idea de qué hacer después. Su conflicto con el mayor de sus hijos, Dylan (Max Thieriot, visto en Jumper), se antoja además como una válvula de escape para el argumento demasiado evidente y anticlimática, quizás porque se trata del único miembro de la familia que, pese a ser tan criminal y capaz de matar como el que más, se asemeja en mayor medida al típico retrato televisivo del joven rebelde del siglo XXI que a la galería de chalados que desfilan por el show.
Incluso el personaje de Norman, por mucho que suponga una construcción trabajadísima por parte de Freddie Highmore (Charlie y la Fábrica de Chocolate), termina por sucumbir al descontrol que domina la función, aunque sea de forma más comedida. Mientras que su introducción a la taxidermia gracias al padre de Mia es una de esas promesas cumplidas de la precuela en su misión de narrar el origen del monstruo y su metodología, no termina por funcionar de la misma forma la profundización en su locura. Que sufre alucinaciones con su madre ya lo sabíamos, pero no que luego su memoria funciona de forma intermitente olvidándose de algunos episodios, como el que sufre frente a Miss
Mención aparte merece el sheriff Romero, uno de esos policías con perpetua actitud de tipo duro pero que a la hora de la verdad son incapaces de ver un cadáver escondido tras las cortina de la ducha mientras utilizan el servicio. Por lo menos, entre que el guión ha dosificado hasta casi al mínimo las excusas para que ese actor tan terrible llamado Nestor Carbonell (El Caballero Oscuro, Perdidos) asome por la trama y que al final su personaje ha pegado un giro interesante, su tira y afloja con Norma se perfila como el argumento central que necesita la segunda temporada, por lo menos hasta que decidan revelarnos el verdadero pasado de la señora Bates. Y es que todo apunta a que la historia que le cuenta su madre a Norman en el episodio final no parece más que otra cortina de humo para esconder una infancia traumática. De hecho, el parecido de alguno de los bocetos del cuaderno que encentra Norman con una versión joven de la actriz es sólo una de las pistas que nos hacen sospechar que Norma no es sino otra víctima de la red de explotación de Summers y Shelby, ambos ya muertos en un plan de venganza que no podría estar saliendo mejor.
Dicha teoría es tanto una elucubración como una esperanza: la de que Cuse no vuelva a las andadas y termine difuminando lo que debería ser un plan prefijado, con una meta disponible desde hace más de 50 años, hoy a un click de distancia, en otro intento fallido por navegar a la estela de Twin Peaks y su capacidad para convertir al pueblo en el que se desarrolla la historia en el principal personaje a base de la pura saturación de tramas. Bates Motel encierra su propio sello y no necesita apegarse tanto a fórmulas preestablecidas para triunfar. En su lugar, esperemos que en la segunda tanda prevista para 2014 apueste por detenerse de una forma más pausada en el puro retrato de la relación edípica por excelencia del séptimo arte, la de Norman y Norma Bates, antes de que terminen pareciéndose aún más a los Manson.