Buenas intenciones y poco más bajo el arco de una futurista San Luis conquistada por extraterrestres y efectos especiales
Nota: 5,5
Defiance, estrenada con éxito (2.7 millones de espectadores) por la irregular cadena Syfy el pasado lunes, no sólo supone una de las apuestas televisivas más ambiciosas del año sino que también lo es de la historia de la ficción catódica, por lo menos en términos numéricos. Por supuesto, me refiero a los 100 millones de dólares que le ha costado a la productora Universal la gestación del proyecto, completado por la arriesgadísima estrategia promocional que ha hecho coincidir en el tiempo la salida de la serie y de un juego homónimo enfocado al MMO (multijugador masivo en línea) en las principales plataformas (PS360 y PC); algo que supone por sí solo un hito en el campo del entretenimiento digital y que pretende establecer una base sólida para relatarnos el último futuro aciago de la humanidad. El que nos presenta la serie es uno en el que diversas razas alienígenas conviven en una post-apocalíptica San Luis, ahora renombrada Defiance en honor al desafío que supone tratarse de una de las pocas ciudades de La Tierra en las que la humanidad comparte el día a día con los extraterrestres después de la gran inmigración Votan de 2013 y la posterior guerra. Pero, ¿está la serie a la altura del tamaño de la propuesta?
El análisis del piloto de Defiance, tras el salto.
Con bastantes posibilidades de encanlidar desde su planteamiento a los nostálgicos de la mezcla de razas intergalácticas en la pequeña pantalla, Defiance puede recordar a otros productos como Star Trek, Stargate o -si nos vamos al western de ciencia ficción del que bebe en abundancia- incluso Firefly gracias a una recreación del año 2046 muy esforzada. Las buenas intenciones en ese sentido, el de crear un universo propio, son más que evidentes desde el fichaje del realizador cinematográfico -y antiguo especialista en efectos especiales- Scott Stewart, responsable de esa carnaza para videoclub que fueron Legión, El Sicario de Dios y Dark Skies. El problema es que en su empeño el creador del invento Rockne S. O´Bannon, artífice del remake de V y de la recientemente cancelada Cult, ha limitado el esfuerzo en la superficie de la propuesta y ha descuidado los guiones, dejando un resultado final que sólo eleva unas décimas lo visto en productos recientes e igual de insustanciales como la ya cancelada Terra Nova y otra a la que le falta poco para pasar a mejor vida, Revolution.
En Defiance, el aura de espectacularidad se compensa con un riesgo cero en el rodaje y la escritura de las escenas más dramáticas, pilares necesarios para sustentar un entramado de poder y corrupción en el marco de una renovada San Luis que pretende posicionarse como la versión generosa en acción y en clave de ópera espacial de Juego de Tronos. Sin que llegue a quedar claro cómo en tan sólo 33 años todo el universo ha aprendido inglés sin acento o incluso el número de habitantes de la urbe (¿200? ¿20.000?), con tecnología en su poder que deja entrever las posibilidades de una gran colonia pero con reuniones en la plaza del pueblo más minoritarias que un mitin de Olvido Hormigos en la calle Génova, la historia se divide a partes iguales entre el pulso entre clanes, con romance 'romeo-julietero' entre medias, y las desventajas habituales de vivir en una ciudad futurista: caída de las defensas, traidores en el gobierno e invasiones sorpresa de drones asesinos, todo susceptible de solucionarse de golpe con la ayuda de una esfera de energía redonda en posesión del protagonista.
Las 8 razas que cohabitan en la ciudad nos son descritas con la misma profundidad que pueden hacer gala, por ejemplo, los personajes de la saga Crepúscul. Por un lado tenemos al clan latino McCawley, representantes de la mayoría humana de la ciudad; por el otro nos encontramos con los Tarr (Tony Curran y la deslumbrante Jaime Murray), primos segundos de los Malfoy y la cara visible de la comunidad alienígena. Entre ellos se ocupa de mediar una alcaldesa (Julie Benz, Rita en Dexter) que cree gobernar el País de la Piruleta y su hermana (Mia Kirshner), que resulta ser también la madame del prostíbulo local (para que luego hablen de las amistades de Feijoo). El resto de razas que pueblan Defiance, con un maquillaje y caracterización más complejo, se limitan a pasearse en segundo plano o a representar al sicario de turno o 'villano del cuarto de hora' sin más capas que ganas de comerse una bala o una colleja del protagonista. Por si esta semejante mezcla de tópicos no fuera suficiente aún falta el más importante, el del desenfadado personaje central Joe Nolan (Grant Bowler), un veterano de la guerra por La Tierra que, junto a su hijastra extraterrestre y medio emo Irisa (Stephanie Leonidas), ejerce de mercenario a la búsqueda de riqueza, peleas y mujeres cual Han Solo con mucho mejor gusto a la hora de elegir a su Chewbacca.
Para ser justos, la dinámica entre la pareja protagonista y lo ajustado de los roles a sus dos intérpretes puede ser la puerta por la que el esfuerzo narrativo de Defiance encuentre la luz al final del túnel, por no hablar de la capacidad de los veteranos Graham Greene o Fionula Flannagan para reavivar unos diálogos sin chispa. Un acierto que, sumado a su buen medido sentido del espectáculo, logra que la primera entrega en televisión salve los muebles pero sin dejar de evidenciar que aún está muy verde como para erigirse ipso facto como el caramelo cifi que se esperaba de ella en una época en la que el género sólo parece brillar en televisión gracias a miniseries, principalmente británicas (Black Mirror, Paradox, Utopia). En la propuesta no falta calidad visual y creatividad más o menos bien enfocada, pero sus carencias narrativas y el nulo atractivo de sus tramas, por lo menos con el tono infantil y saturado con el que han sido introducidas en el piloto, impiden que capture el suficiente interés como para que su superioridad técnica no baste para dibujar un futuro acogedor en Defiance. Nos quedamos a la espera de más entregas para solicitar el empadronamiento.