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Crítica de TV: 'House of Cards' (Temporada 3)

Publicado el 16 abril 2015 por Lapalomitamecanica

El sucumbir del equipo Underwood

Crítica de TV: 'House of Cards' (Temporada 3)

Casi con total seguridad, House of Cards se ha convertido en la serie que acapara el mayor foco de interés, con el permiso de Juego de Tronos, de la que ya estamos disfrutando en su quinta temporada. La ficción protagonizada por el carismático Kevin Spacey se ha convertido en la comidilla de los seriéfilos y ha transformado la política en puro erotismo, atrapando a muchos de nosotros. Prueba evidente de nuestra devoción es la rapidez con la que sus seguidores hemos devorado esta temporada gracias a Neflix y su política de lanzar las remesas de episodios al completo -actualmente, casi estamos terminando la fantástica Daredevil-. La verdad es que la noticia de la renovación por una tercera temporada -y con una cuarta confirmada- fue todo un subidón tras dos años portentosos; no obstante, una vez visionada esta última, uno acaba sin saber realmente si House of Cards ha mantenido sus cotas de calidad o si, por contra, el paso del tiempo ya ha hecho mella en ella.


La política ha sido una temática que, particularmente, siempre he encontrado muy atractiva. Los juegos de poder entre los distintos participantes del tablero nos han dado grandes momentos en House of Cards; sin embargo, el mundo político no se limita a trajes de Armani, republicanos o demócratas. La ya citada Juego de Tronos, sin ir más lejos, es tan perteneciente a este género como lo es Los Tudor de la cadena Showtime. Ahora bien, si nos ceñimos a la realidad contemporánea, habría que hacer referencia a dos títulos que retratan la situación actual en el campo: The Good Wife y, por supuesto, El ala Oeste de la Casa Blanca. La protagonizada por Alicia Florrick aborda el escenario desde un punto de vista mucho más jovial y ligero, constituyendo además una de las muchas líneas argumentales de la que se nutre la serie. En cambio, El Ala Oeste retrata una imagen demasiado idealizada de lo que se cuece dentro del despacho oval y de sus personajes y es por ello que en la de Sorkin -con tendencia a "embellecer"-, no pude pasar de la primera temporada.

Crítica de TV: 'House of Cards' (Temporada 3)


Por suerte, House of Cards es totalmente lo opuesto. Está claro que los dos primeros años de la creación de Beau Willimon han sido superirores a la tercera temporada, lo cual no quiere decir que esta última haya sido mala, sino que ha conseguido meternos en su bolsillo gracias a que ha sabido diferenciarse de lo que hasta entonces habíamos visto al humanizar a los Underwood.

Claire Underwood -Robin Wright, tan comedida en su interpretación, está fantástica- es a día de hoy un personaje referente de la televisión. Desde el principio se ha mostrado como una mujer implacable cuyo affair con el fotógrafo es la mayor señal de humanidad que habíamos percibido hasta entonces. Sin duda, Claire ha sido el epicentro de esta temporada. El matrimonio Underwood se ha caracterizado siempre por un una relación de conveniencia profesional que, sin embargo, no estaba exenta de amor, bajo la perspectiva de lo que Frank y Claire entienden por ese sentimiento, claro. Un equipo infalible y con menos fisuras que la defensa del Barça con Puyol al frente, hasta que Claire empieza a encontrar ese resquicio de corazón en detrimento de su desmesurada ambición y, sobretodo, de su esposo Frank.

Crítica de TV: 'House of Cards' (Temporada 3)


La debilidad y, quizás, una posición de vulnerabilidad, con seguramente las facetas más desconocidas que hemos visto en Claire, cuya vanidad y orgullo han acabado por dilapidar su relación matrimonial al depender de los designios del Presidente de los EEUU. Puede que tras el bagaje político que los Underwood poseían para llegar a donde han llegado y los cadáveres políticos -literalmente- que ya han dejado a sus espaldas, resulten algo inverosímiles las salidas de tono de Claire ante el presidente Ruso -los momentos con el mandatario soviético han sido los más divertidos de la temporada-. Por ello, muchos pueden haber tildado de poco consecuente este sorprendente devenir de los acontecimientos en comparación a lo visto hasta ahora, o de una evolución de los personajes con el afán de demostrar que no es oro todo lo que reluce. Al final, la cima sólo la puede coronar el más fuerte y es que, como decía Nucky Thompson, " uno debe saber con cuánto mal puede vivir".

¿Y que me decís de Frank? Lo cierto es que ya nos estamos acostumbrando a toda clase de barbaridades y, desde luego, empezar orinando sobre la tumba de su difunto padre parece ser todo un pronóstico de lo que estaba por venir. Sin embargo, la verdadera lucha de Frank ha sido con su ego, no sólo bastaba con llegar a la cima del poder, sino que, para su frustración, también ha de ser mediante la designación del pueblo en detrimento de un partido demócrata que no acaba de apoyarle. American Works ha sido el emblema del presidente, que ha recordado un poco a Obama y su creación de los diez millones de empleos. La fraticida austeridad también ha salido a colación, así como el recorte del gasto público; sin embargo, como las idas y venidas con el líder Ruso y las primarias, estos aspectos han quedado en segundo plano ante el, probablemente, verdadero motor de este año, Doug Stamper.

Crítica de TV: 'House of Cards' (Temporada 3)


Creo que la gran mayoría de nosotros dimos por muerto a la mano derecha del presidente en aquel frondoso bosque a manos de la triste Rachel. Doug, con bastante seguridad, es el personaje mejor definido de toda la serie, porque a pesar de sus miserias, no dejamos de empatizar con este esbirro que duda a la hora de mancharse de sangre. Frank y Claire están muy por encima de la mortalidad; sin embargo, Doug se encuentra en el fango y ensuciarse la camisa pasa factura. Probablemente, el sabor más amargo se dejó para el final, donde un Doug incialmente compasivo termina enterrando el pasado en el árido desierto para acabar atando todos los cabos de la "muerte" de Peter Russo. Doug cumple su cometido y vuelve a casa, apartando si cabe el poco alma que durante los trece capítulos habíamos deseado apreciar.

En conclusión, nos encontramos con una temporada que probablemente pueda definirse de transición. Evidentemente estamos ante la menor de las tres; no obstante, es visible que la fórmula no se desgasta, sino que intenta reinventarse. Los personajes han evolucionado este año y el paronama en la cuarta temporada se plantea diferente para los Underwood, aunque ello también puede constituir un riesgo al querer prolongar la serie más de lo necesario, dado que si nos equivocamos y no estamos ante una temporada de transición, podríamos chocar con la imposibilidad de volver a presenciar un material tan bueno como el de los dos primeros años, pero anclemos nuestra esperanza a los momentos realmente soberbios que hemos vivido esta tercera temporada, que son los que nos hacen creer que House of Cards puede seguir deparándonos muchísimas alegrías.


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