Nota: 3,5
Hay pocas series que, a lo largo de los años, me hayan obligado a replantearme su visionado seriamente. Y es que no se trata de una decisión que se pueda tomar a la ligera, dado que estamos hablando de una inversión de tiempo e ilusión de la que duele desprenderse, reconociendo el naufragio y dándolo todo por perdido. Personalmente, la primera vez que tuve que decir eso de "basta, yo de este tren me bajo" fue con Prison Break, permitiendo que el buen recuerdo de su primera temporada prevaleciera en mi memoria frente al desastre posterior. La última vez fue con la pornográfica True Blood, según iba viendo cómo capítulo a capítulo la ficción de HBO iba cogiendo forma de cierta saga crepuscular, sólo que con más énfasis aún en la zoofilia. Exactamente en ese debate me encuentro tras la última temporada de The Walking Dead, la más extraña hasta el momento por culpa de un nuevo showrunner -el tercero ya- que ha sentido la necesidad de redefinir a los personajes e incluso la propia estructura de la serie en un momento en el que creíamos haber pasado ese trago.
Que la serie de la AMC siempre ha sido un caldo propicio para las discusiones y las opiniones divergentes no es nuevo, pero que es una propuesta que rompe los audímetros es un hecho que se refuerza año a año. Muchos fueron los que cayeron ante el sopor más absoluto con la temporada de la granja; no obstante, ya señalé en su día que se trataba de un mal trago necesario para dirigir el protagonismo de la serie hacia la propia decadente naturaleza humana y relegar así a los caminantes a un segundo plano. Esta entrega ha querido volver sobre esos pasos con un resultado completamente innecesario a estas alturas, que contrastan con una tercera temporada que profundizaba mejor en los personajes y que sí supo mantener nuestro interés. Hace unos meses ya comentamos que la primera parte de esta cuarta entrega había resultado un completo fiasco por culpa del estiramiento del arco argumental protagonizado por el Gobernador, así como por su rocambolesco final en una orgía de sangre y destrucción sin el más mínimo interés o emoción. Sin embargo, esta segunda mitad partía de nuevo desde el punto de salida, ofreciendo una nueva oportunidad para detener la hemorragia de un paciente que ya no sabemos si despertará del coma.
Con todos los personajes desperdigados tras la espantada de la prisión, Scott Gimple -el nuevo showrunner- ha optado por dividir el protagonismo, separando a los personajes en varios grupos hasta converger de nuevo los caminos a través de las omnipresentes vías del tren. Sin embargo, el relato intimista que sí funcionó anteriormente, en esta ocasión no ha llegado a buen puerto básicamente porque ya se ha pasado por la misma estación. El claro ejemplo es Rick, un personaje que fue de menos a más y que ganó en carisma de forma apabullante tras caer a los infiernos, arrastrado por las acciones que conlleva el liderazgo y la muerte de su esposa. Nuevamente, todo su desarrollo nos acaba devolviendo al punto de partida: a un contraste con Hershel y esos flahsbacks del último episodio en los que intentan recordar lo poco que quedaba de ese Rick capaz de recuperar la serenidad para contemplar la belleza que aún alberga la vida.
A pesar del refrito, lo que resulta más sangrante de esta temporada es el esfuerzo hercúleo que supone ver un capítulo y evitar la tentación de hacer cualquier otra cosa más entretenida al mismo tiempo. Porque, después de pasar horas y horas de caminatas por el bosque, mas de uno nos habremos llegado incluso a plantearnos si estábamos viendo cualquier documental de senderismo en una temporada donde los directivos de la AMC siguen sin ganas de que el éxito de su serie se refleje en sus valores de producción. Y entre zarzas y matorrales nos encontramos en las distintas batallas en las que están inmersos los personajes, con algún punto de interés para el científico patoso o la banda de moteros y su código de conducta simplificado. Por desgracia, abundan casos como el de Glenn-Maggie y su soñolienta historia de amor o el de Beth, capaz incluso de lastrar al carismático Daryl hasta el punto en el que la audiencia agradece su secuestro.
Pero, probablemente, el peor capítulo de la temporada sea el que corre a cargo de la pareja Carol-Tyreese, cuando deciden refugiarse con las niñas en una casa perdida en medio del bosque. Con el final del capítulo se intentó dar un golpe de efecto que revelase la ruptura de una nueva frontera ante la crueldad del darwinismo social al que se ven sometidos los personajes. No obstante, Lizzie era un personaje con escaso recorrido, capaz de provocar más sentimientos en el interior del espectador cuando danza de forma inconsciente junto a un zombi en el jardín, desde una perspectiva en la que predomina su silueta aniñada por encima del personaje, que gracias a un carisma forzado en apariciones esporádicas e intrascendentales durante los episodios previos. La solución final, tanto de Carol como de Tyreese, resulta tan inconcebible como el brote psicótico en el que la niña acaba con la vida de su hermana, todo en busca de un golpe dramático que nos recuerde el género de la serie.
Muchos dicen que lo importante del viaje es el trayecto. En este caso no podían estar más equivocados, siendo la llegada a Terminus lo único que ha dado cierto interés a la segunda mitad, para terminar sirviendo como un gran cliffhanger argumental. La ambientación tan cálida como desangelada del refugio, en la que resuenan frases con doble sentido como "juntos seremos más fuertes", sumadas a ese olor sospechoso a barbacoa, ayudan a reforzar sensación de apacibilidad con trampa. Y es que el canibalismo hubiera sido una nueva perspectiva que afrontar por los personajes a lo largo de esta temporada en lugar de servir como premisa para el futuro. Sin embargo, nos hemos visto obligados a asistir a la reiteración de sus personalidades y a ser castigados ante una serie que avanza a pasos de hormiga, acobardada a la hora de cruzar todos sus límites, menos el de una mediocridad poco digna de una cadena que quería emular a la HBO y que poco a poco está mas cerca de parecerse a FOX.