En 1936 Chaplin realizó la que posiblemente fuera su mejor obra maestra: Tiempos modernos. En ella realizaba un ingenioso y divertido juego entre el cine mudo y el sonoro; una audaz crítica a la tecnificación del mundo en el que vivimos y una rendición por parte del propio Chaplin hacia el nuevo cine sonoro. En The Artist se retoma esta idea, y se lleva a un punto más extremo y directo al hacer un constante juego metacinematográfico; y el resultado es sublime.
En The Artist se nos cuenta la decadencia de un orgulloso pero entrañable actor de cine mudo cuando el sonoro irrumpe con fuerza, y en contraposición a él como una joven y primeriza actriz, partiendo de la nada, acaba por ser una de las actrices más famosas del momento. El amor entre ambos surge, pero es un romance imposible, ya que mientras él permanezca aferrado al pasado seguirán perteneciendo a dos mundos muy diferentes, y no podrán permanecer juntos.
The Artist es una película maravillosa, entrañable, emotiva y muy divertida. El juego del cine dentro de cine se lleva hasta tal punto que la película es enteramente muda, salvo por ciertos detalles, y además adopta todo tipo de técnicas para que esta pase perfectamente desapercibido como una película de los años 20, tanto la fotografía como la iluminación, como la dirección y el montaje, llegando hasta las excelentes actuaciones, principalmente por parte del actor protagonista.
Desde el inicio se nos asegura que la película tendrá un original planteamiento. Se nos asegura desde una primera instancia que el filme será mudo mediante una sensacional escena en la que los realizadores de una película muda que se está proyectando empiezan a festejar su triunfo sin que el espectador haya escuchado aplauso alguno. Memorable es la escena en la que es cuatro tomas, literalmente, la pareja protagonista se enamora completamente. Encontramos una divertida e ingeniosa escena onírica en la que el protagonista no puede hablar mientras que escucha todo tipo de ruidos a su alrededor.
El juego del mudo/sonoro está muy presente, y llega ya finalmente a su culmen en la escena final, cuando el desenlace se desarrolla en absoluto silencio, ni tan siquiera música podremos escuchar, y una vez más en la escena final, donde vemos una clara transición del mudo al sonoro, comenzamos por escuchar el chasquido de zapatos de claqué, que bien podría estar introducido por la propia banda, luego unas palmadas que dan una vuelta de tuerca más, para posteriormente dar paso al jadeo de los dos actores tras el baile y como culmina la película con unas breves líneas de diálogo sonoro. Además de esto, la calidad de la imagen y la fotografía terminará por adaptarse a esta nueva innovación.
Señoras y señores, esta película tienen que verla, bien podríamos decir que puede resultar en algún momento un poco larga y repetitiva, posiblemente estaría mucho mejor con diez o quince minutos menos de metraje, pero pese a todos la película es sensacional, y no pueden permitir perdérsela.