EN LA CASA
Título Original: Dans la maison Director: François Ozon Guión: François Ozon Música: Philippe Rombi Fotografía: Jérôme Alméras Interpretes: Ernst Umhauer, Fabrice Luchini, Kristin Scott Thomas, Emmanuelle Seigner, Diana Stewart, Denis Ménochet, Jean-François Balmer Fabrice Colson Distribuidora: Golem Fecha de Estreno: 9/11/2012
LA MIRADA INDISCRETA
Hace poco cuando hablábamos de El Ladrón de Palabras, comentábamos los problemas con los que se enfrentaba la película al tratar siempre de tener una omnipresente redacción literaria. Apenas unas semanas después se estrena la ganadora del pasado festival de San Sebastián, En La Casa de François Ozon, una película que también juega con esta narración literaria para sumergirnos dentro de una historia, pero con un tratamiento notablemente distinto. Y es que En La Casa, pese a estar basada en una obra teatral del español Juan Mayarga, se convierte en toda una reflexión sobre el lenguaje cinematográfico. Escapando por completo de cualquier estructura teatral, y utilizando su narración en off, para hacerla desaparecer paulatinamente una vez el espectador está completamente sumergido en la obra, fusionando de este modo su relato con la realidad.
En La Casa nos habla de Germain, un profesor de literatura que se encuentra bastante hastiado ante la inexistente pretensión de aprendizaje de ninguno de sus alumnos. Revisando trabajos, pronto encontrará un texto que le fascinará, en el que Claude, un alumno, le narra la visita a la casa burguesa de un compañero de instituto, relato que terminará con un continuará. Este relato llevará a Germain a un acercamiento por parte del alumno, mientras que él tratará de enseñarle literatura, él le seguirá contando una historia, que si bien, no tiene nada de peculiar, si tiene cierto componente morboso y voyerista que acabará convirtiéndolo en una completa obsesión. Germain tiene entre manos una historia que al principio se cree que puede guiar, adopta a Claude como su pupilo, ve en él a un hijo, a alguien que puede ser capaz de convertirse en algo que él no fue capaz de hacer. Intentará manejar los hilos de la historia, pronto se verá sumergido en ella de una forma personal, no sólo Claude se le irá de las manos, si no todo el asunto completo.
Lo que empieza siendo una pequeña y divertida sátira sobre el mundo burgués, va virando poco a poco y de manera casi Hitchcockiana en un thriller dónde el espectador siempre quiere saber qué ocurrirá a continuación, una intriga continúa que se incrementa con la espectacular banda sonora de Phillipe Rombi. Pero al contrario de lo que pasará en La Ventana Indiscreta (película a la que Ozon lanza un guiño en su plano final), aquí no sucede ningún acontecimiento que esclarecer. Lo único que nos mueve es el ansía por saber que ocurre, por entrar en una casa ajena y conocer el comportamiento de esa familia. El personaje de Claude, busca así salir de su rutina, la que se anuncia al principio que poco tiene que ver con el mundo en el que acaba de entrar. Pero lo que empieza como un simple acto de observación le lleva a una implicación incapaz de controlar, de repente se convierte en el protagonista de la historia que está contando, se da cuenta del poder que ejerce en los demás, un poder sensual que le hace deseable por todos los que le rodean. Algo que como el protagonista de Teorema de Pasolini tratará de utilizar a su favor para intentar desestabilizar a esa familia y a todo el que se ha acercado a él.
Ozon juega con el espectador, asistimos obnubilados al relato que nos están contando, al igual que ese mentor y su mujer, a una historia de la que siempre estamos deseosos de conocer como sigue, apoyado en la estupenda banda sonora de Philippe Rombi que siempre deja con ansias de querer continuar el relato. Como ocurriera en Swimming Pool, Ozon difumina por completa la línea entre ficción y realidad, lo real, lo que pasa, no es lo que el espectador contempla, si no lo que de verdad quiera creer. La decadencia llega finalmente por dos lados, por el de ese joven que tiene un poder destructor de manera inesperada, y por las ansias del hombre que siente fascinación por conocer historias, por inmiscuirse en ellas. El voyerismo lleva a la obsesión, y en la civilización que vivimos, ya no basta con mirar por la ventana, si no que deseamos entrar en la casa, y siempre hay una manera de hacerlo.