¿Van camino los teatros del ayuntamiento de convertirse en la institución cultural teatral por excelencia de Madrid?, después de conocer la muy buena iniciativa de “A siete pasos del Quijote” (de magnífica idea, pésimo desarrollo, con el consecuente fracaso final; todos los detalles en mi artículo recopilatorio “Los eventos de otoño-invierno de 2015-2016 en Madrid“) o ver la exposición del Teatro Español; bien se podría decir que van en la dirección correcta. Cierto que hay cosas mejorables como unos programas de mano más completos y que se podrían ampliar las visitas guiadas (en este momento sólo las hay, muy de vez en cuando, al Teatro Español -aunque también sé que tienen a los trabajadores habituales distribuidos en todas esas actividades, y probablemente sobresaturados, seguramente también es necesario más personal-); tal vez ofrecer otras actividades como conferencias, una revista… etc. Y también es verdad que en algunos casos se han suprimido cosas que no se deberían, como los encuentros con el público o actividades paralelas a las obras. Pero desde luego, está claro que existe el interés por esta institución de erigirse como la gran referencia cultural que debe y merece ser, y yo lo aplaudo; van por buen camino, y espero que sigan en él; corrigiéndose y mejorándose.
Aunque, con toda seguridad, una de las cosas que deben cambiar cuanto antes es a quien entregan su confianza, problema base de muchas de sus iniciativas, que acaban en manos mediocres, y en consecuencia, los resultados también lo son. Una vez más, el caso de la crítica de abajo es de este estilo.
Comentar por otra parte, que mis recientes impresiones sobre la desmejora de la atención al público en las Naves fueron un tanto injustas, pues lo que pasa es que hay gente y gente; así, a la hora de conseguir la entrada y el paso a la sala, en esta ocasión, se comportaron de forma absolutamente excelente; pero luego me encontré con un acomodador bastante poco avezado que no me llevó bien al sitio, cuando le señalé si no sería ese otro, se empeñó en que no, y yo claro, no me atreví a llevarle la contraria; pero si no llego a espabilarme, me lo ocupan otras personas pensando que estaba desocupado. Ese tipo de cosas no crean una buena impresión, aunque me reitero en que, en lo que al resto del tema de la atención al público se refiere, es excelente. Pero como siempre, seguiremos informando, y a ver a que conclusión llego finalmente.
Todos, o una buena parte de los lectores de este blog conocerán la especial relación de Universo de A con ese “artisto” por excelencia llamado Alberto Velasco; todos recordarán como tras la publicación de una de mis críticas, merecida y absolutamente negativa, reaccionaron acosándome, insultándome, amenazándome… y cosas peores; demostrando así pues, que su calidad como artistas era equivalente a su calidad como personas, es decir: nula.
Me gustaría recordar ahora algunas de las palabras que le dediqué a Velasco (que siguen siendo aplicables, e incluso peores, hoy, mañana y hasta el fin de los tiempos) y que intentó que se borraran a toda costa:
-“Los actores, en general, parece que estén actuando en su escuela de interpretación, les faltan tablas o verosimilitud”.
-“Y finalmente, la otra cosa que este producto tiene en común con “Los nadadores nocturnos”, es ese elemento llamado Alberto Velasco. Ya me sonaba en la anterior obra, y al fin caí de que. Ciertamente, creo haberlo visto en una de las fiestas del Orgullo, representando a media tarde en la plaza del Rey, algo así como un intento de espectáculo de danza contemporánea propio (post scriptum: se ha investigado, por ciertos asuntos que estoy llevando a cabo, y el “montaje” de las mencionadas fiestas, se titula “Vaca” -que apropiado, y al parecer, sí es de creación absolutamente propia… dudoso mérito- y, por supuesto, en él, a pesar de haber sido al aire libre, el señor Velasco demuestra una vez más una obsesiva alergia hacia la ropa -por alguna extraña y misteriosa razón parece considerar que verle en paños menores puede suponer algún tipo de placer para alguien-, además de un gusto extremado e impertinente por lo escatológico, lo grotesco y lo vulgar, características que le acompañan en todos los montajes en los que le he visto participar, incluido el de esta crítica, con lo cual, ya se sabe lo que se puede esperar siempre de este “actor”, y a que se arriesga uno si acude a alguna representación en la que él forme parte del elenco) que despertaba la absoluta indiferencia o, como máximo, la hilaridad de los presentes (aún recuerdo a alguien gritando en broma “¡otra!, ¡otra!, ¡arte, artista!”, mientras sus amigos le obligaban a callar, no fuera a ser que Velasco se lo tomara en serio y volviera a salir a la escena), pero la falta de talento no parece ser un impedimento para acabar encima de los escenarios, el mejor ejemplo de ello es el creador, director, coreógrafo… de la obra de esta crítica.
En cualquier caso, Velasco sólo sabe hacer una cosa, mover y remover sus asquerosas carnes bamboleantes, mientras el público siente entre repulsión y vergüenza ajena; soy absolutamente incapaz de entender su ofuscación en mostrar con descarado exhibicionismo un cuerpo tan apartado de cualquier canon estético de cualquier época, pero como ya digo, toda la vergüenza propia que el no tiene, la obtiene ajena el público por partida doble.
Y todo lo anterior daría exactamente igual si aún fuera apto para la actuación o para el baile; pero para lo primero es totalmente incompetente, es insoportablemente gay, es evidente que no sabe actuar y sólo sabe hacer de si mismo (siempre los mismos gestos afeminados, una y otra vez, una y otra vez…); y por supuesto, tampoco es apto para la danza… en definitiva no puede hacer ninguna cosa que merezca la pena ver sobre un escenario, yo no me explico que pinta ahí y como no se da cuenta de ello; pero mucho me temo que, algún día terminará por entenderlo, y ese día será realmente terrible para él, le compadezco”.
Aquellos ataques desembocaron en un largo “asedio” de meses, todo lo cual, yo tomé con mucho humor (¿qué podía hacer sino reírme de algo tan ridículo?) y lo di por finalizado al anunciar la victoria, el fin del Martirio y triunfo de Universo de A (también en un tono muy paródico).
Bueno, lo di por finalizado más o menos, porque le prometí al señor Velasco (y sí, estoy siendo sarcástico, el concepto de lo que es un “señor” o un “caballero” es totalmente inalcanzable para semejante ser) que estaría muy pendiente de lo que hiciera en un futuro.
Más de un año después, Universo de A, pese a todo, sigue triunfalmente en pie; bueno, más que victorioso: con seguidores y visitas que han subido y se han disparado a todos los niveles (incluso a pesar de qué, por razones personales, estuve bastante apartado de mis actividades de ocio habituales durante meses, y por tanto las publicaciones cayeron en picado), se ha convertido en un blog de relevancia al que no falta quien haya agradecido, en más de una ocasión, la sinceridad en las críticas; sin mencionar el apoyo que he recibido tras los insultos y amenazas; sin mencionar que próximamente cumplirá 9 años (por supuesto, estáis todos los “artistos” invitados a tan gran y gloriosa celebración… jajaja, me siento como don Juan invitando al comendador a cenar, umm, bien pensado no es muy diferente, estos “artistos” son muy fantasmas jajaja); pero sobre todo, este blog sigue dispuesto a demostrar que no tiene ningún miedo, y que no me van a callar. Lo tienen claro; ya puede Velasco mandar a toda su jauría amaestrada que me va a dar muy igual, y va a volver a ver una buena muestra de ello en este artículo.
Así pues, cuando al fin supe que estrenaba nueva obra, y encima pasándose a la dirección, ¡y para colmo basada en una obra maestra como “Danzad, danzad malditos”!, ¡me parecía casi un desafío deliberado!; así que no me quedó más remedio que recoger el guante del duelo, y prepararme para la dulce vendetta (sin mencionar que, misteriosamente, las visitas a ciertos artículos aumentaron exponencialmente previamente al estreno, jajaja, alguien tenía miedo).
En fin, que se me hacía la boca agua, cual si hubiera reservado mesa en Botín para comer cochinillo (aunque en este caso se trataba de un gorrino enorme y pésimamente sazonado), y me dediqué a afilar mis dientes… porque lo del victimismo nunca ha sido cosa muy de mi gusto; así que no dudaba en imaginarme acudiendo a la función para poder cumplir mi terrible profecía de que retornaría; sí, y luego, escribiría mi crítica más brutal, más cruel, una auténtica y brillante pirotécnica de sarcasmos y sofisticadas ironías, lo más deslumbrante y divertido que jamás hubiera redactado… y luego antes de darle al enter, cual malvado de película, pronunciaría mi terrible maleficio referido a la nueva obra: “¡Una selva de mortales sarcasmos será su tumba!: atravesad las redes sociales en una nube de oscura perdición, ¡id con mi maldición!, prestad bien vuestro servicio, y sobre la obra de Velasco, derramad mi mala crítica!”.
Por supuesto también me temía que la obra pudiera ser buena (absurda y ridícula posibilidad, pero a veces los imposibles se hacen realidad), y tuviera que reflejarlo; pero aunque así fuese, ¿ello significaría que Velasco es una buena persona?, (¿lo eran Wagner o Debussy por muy genios que fueran?… sí lo sé, las comparaciones también me hacen reír); sucediese lo que sucediese, sus malas acciones y las de sus acólitos han quedado ya para siempre reflejadas en este blog.
Así pues, y ya sin que temer, acudí a la Sala Max Aub del Matadero, esperé a que se apagaran las luces, mientras una sonrisa diabólica cruzaba mi cara… pero desgraciadamente, como cualquiera que conozca algo de la vida sabe, las cosas nunca salen como te esperas.
-Danzad malditos: nada, la nada más absoluta fue lo que sentí; y como sabe cualquiera que sepa de arte, eso es lo único que no puede pasar cuando te enfrentas a algo que aspire serlo. Ingres, por ejemplo, dijo que la frialdad era lo único que mataba el arte, y así es como me sentí yo exactamente, completamente frío.
Por supuesto esperaba un espectáculo pésimo, malo a rabiar… y lo obtuve, pero es que ni en eso hubo sorpresa, todo fue tan sumamente esperable, predecible, que ni me hizo gracia; y al fin y al cabo, cuando vas a un espectáculo malo, lo divertido, la compensación, puede llegar a ser lo espantosamente bochornoso que puede llegar a resultar (y reírte de ello, tomarte con humor el haber tenido la mala suerte de ir a un espectáculo malo), pero es que en este caso todo era tan vulgarmente predecible, que hasta me costó prestar atención; y juro que trataba de motivarme, intentaba quedarme con cosas para luego elaborar una divertida crítica… pero la cabeza inevitablemente se me iba a otras cuestiones… llega con decir que prácticamente organicé toda la semana siguiente durante la función, porque era como si oyera llover, resultaba tan poco sorpresivo lo que tenía delante, que desconectaba como si fuera una pausa publicitaria televisiva o estuviese haciendo cualquier otro tipo de acción manual, habitual y cotidiana.
¿Por qué?, bueno, porque a Alberto Velasco ya no se le podía llamar “actor” y muchísimo menos “director”; es absolutamente incapaz de trazar una idea mínimamente original o innovadora: todo lo que estaba viendo ante mí, era una copia o versión de espectáculos anteriores en los que había participado (y teniendo en cuenta que estos eran deplorables, haceos una idea de como es un mal plagio de una producción mediocre); desde el principio hasta el final, y en su peor estilo.
El mejor momento fue, de lejos, cuando uno de los actores se puso a gritar acertados comentarios acerca de la representación que estábamos viendo (su falso intento de vanguardismo, sus estupideces, la forma física del director), como una especie de sabia autocrítica (fue la única parte en la que el público, completamente adormilado, reaccionó riéndose, y a punto estuvimos también de aplaudir a rabiar, yo por lo menos); pero ni siquiera eso es inédito, la autoparodia se ha utilizado mucho innumerables veces de mejor modo… así que incluso en su mejor punto a favor, vuelve a resultar una vulgar y poco afortunada imitación de precedentes anteriores, el refrito habitual.
Aunque, ¿qué se podía esperar de un tipo que no tiene ningún tipo de formación ni en dirección ni en danza y mucho menos experiencia?, ¿en serio su egolatría llega hasta tal punto que cree que tiene tantísimo talento y es tan autodidacta (presupongo que está convencido de ser la versión actualizada y 2.0 de alguno de los humanistas del renacimiento) como para crear algo sobre lo que no tiene ni idea?. Bueno, todos sabemos que la ignorancia es muy osada.
Así pues, tenemos ante nosotros una producción que obvia vergonzosamente la película en la que dice basarse (pésima versión por tanto de Félix Estaire), y consigue destrozar totalmente una obra maestra para convertirla en una porquería sin sentido, en un absurdo ridículo; por supuesto, no se puede esperar que tenga argumento ni nada parecido, sólo es una sucesión de interminables reflexiones en forma de monólogos, a cada cual más estúpido, aburrido y carente de interés; en la que, por supuesto, Velasco, tiene gran protagonismo, pues al parecer, también cree ser el nuevo Gene Kelly, y aunque no sabe dirigir, actuar o bailar, él se apunta a todo… y por supuesto el resultado es penoso; eso por decir algo halagador, pues la palabra apropiada es de repugnante para arriba.
La dirección y las coreografías son de un amateurismo insoportable, entre irrisorias y esperpénticas; las elecciones musicales una vulgar oda a la egolatría del director que al parecer se cree muy culto y quiere lucirlo; y las decisiones escénicas a cada cual peor.
La dirección artística deplorable, por lo que el aspecto del escenario es muy poco estético y apropiado. No digamos el vestuario, en el que por supuesto, el travestismo está presente, porque Velasco es muy gay, y aunque no sea posible tener la más mínima duda de ello, está empeñado en demostrarlo a toda costa. Afortunadamente, nos libra de su vergonzoso y desagradable desnudo (aunque, por supuesto, faltaría más, hay otros no menos repulsivos y fuera de lugar); pero lo hace infamando el vestuario del noble arte de la equitación sobre el que uno no deja de preguntarse como es posible que haya esa talla, y que no hay caballo que aguante ese peso, y aunque exista, de intentar montarlo, tal acción es digna de denuncia por parte de los Verdes y del Partido Animalista, ¡pobre animalico!.
Y los actores… pues malos, como era de esperar, tienen pinta de comunes aficionados, no hay una sola interpretación creíble, ni una frase que suene ligeramente verosímil. En cuanto a Velasco, pues simplemente se dedica a tratar de disimular su desmesurado afeminamiento bajo una cara de mala uva… y por supuesto, fracasa.
En lo que respecta al público (a pesar de estar plagado de conocidos y amigos en mi función -llegaron a darle ánimos a una de las actrices) reaccionaba a todo el conjunto con una enorme somnolencia: los veías entrecerrando los ojos, dando cabezadas, apoyando la cabeza en la mano, bostezando… etc. No me extrañaría que más de uno echase una buena siesta.
Pero volviendo a lo que comentaba al inicio, que el espectáculo iba a ser así lo sabía, estaba seguro, era evidente que sería algo atroz… pero lo peor fue el gran vacío que sentí, me fui de allí sin ser capaz de haber sentido absolutamente nada: ni ira, ni asco, ni rencor, ni hilaridad… nada de nada. Y entonces fue cuando entendí algo importante, ese tipo de cosas que olvidas pero que cuando vuelven te golpean fuertemente en la cara recordándote que son una certeza ineludible: no había merecido la pena; yo ya sabía que iba a ir a algo que no me iba a gustar, de lo que no iba a sacar nada, y así fue; así pues, ¿qué conseguí con ello?, ¡perder el tiempo!, no he obtenido otra cosa. Con franqueza, había pensado en ir también a la nueva del Muraday ese (otro gran “artisto”, por cuyo montaje fui acosado), pero ahora veo que es una tontería, ¡tengo mil cosas maravillosas qué hacer y porque voy a perder el tiempo de esa manera!, ¡es absurdo!, ¿qué necesidad hay? (sin mencionar que mis críticas siguen teniendo relevancia y perfecta vigencia, cualquiera que busque sus nombres en internet las encuentra, siguen teniendo visitas, para cualquier montaje que estrenen volverán a salir a relucir).
Así pues, pase lo que pase, ahora si doy por concluido definitivamente este asunto, puesto que nada me va a aportar. Parece que es el fin de esta historia.
Y en realidad, lo peor de todo es, lo que ya he comentado en más de una ocasión, que no me explico como, teniendo en cuenta todos los datos que tenemos sobre Velasco, alguien le haya podido confiar un espectáculo… el tipo tiene que tener un enchufe trifásico porque otra cosa no se puede explicar (como decía un compañero, “a saber a quien se la ha chupado”, pero me cuesta creer que nadie quiera que Velasco le haga tal acción). ¿Qué clase de criterio se ha seguido para elegirle?, ¿con qué derecho sobre otros verdaderamente cualificados y con talento (porque eso Velasco no sabe ni lo qué es)?; ¿cómo se puede sostener un teatro público con semejantes fracasos que se ven venir, qué lo justifica, qué lo legitima?.
Yo estoy por exigir una auditoría (y ahora la alcaldesa da medios para ello) en los Teatros municipales, para que se vea si este espectáculo da beneficios, a ver si compensa que todos los ciudadanos paguen, ya no sólo el desastre del montaje en sí mismo, sino todo lo relacionado con la producción incluyendo publicidad por toda la ciudad… etc. Porque yo pregunto, ¿qué derecho hay a esto?, ¿cómo se puede tener tan poca vergüenza para en tiempos de crisis hacer semejante exhibición de desfachatez e impudicia, de despilfarro descarado del dinero que los ciudadanos nos matamos a pagar al estado?, ¿cómo se puede soportar lo insoportable?.
Definitivamente, no puedo dejar de clamar: ¡auditoría!, ¡auditoría ya!, y la correspondiente sanción a los responsables de unos desmanes absolutamente intolerables, inaceptables, inexcusables e imperdonables.
En conclusión, “Danzad malditos” no puede aportar nada, es totalmente vacua y te deja totalmente frío; lo más terrible que se puede decir de ella es que haberla calificado de “muy mala” hubiese sido una virtud y un halago.
Ya ves, quizás al final sí hice la más terrible de mis críticas (pues no creo que se pueda decir nada peor de lo comentado en el párrafo de arriba de cualquier aspirante a obra artística), aunque no del modo que esperaba.