Se abre el telón. Un hombre solo ocupa el espacio. Camina, cada vez más alocado, tropieza, para volverse a levantar, para continuar con su carrera circular, a ninguna parte, al mismo lugar. Al tiempo, por fin descansa, recupera el resuello y con calma pela y mastica una manzana, símbolo de pecado, de tentación, de pensamiento libre sin ataduras morales, sin paraísos hipotecados
A partir de ese momento, Juan Carlos Tacoronte despliega su Macondo particular, el de "allá abajo, en el Sur". Su cuerpo enjuto y su verborrea le bastan para transformar el escenario en un patio de Buzanada, un jardín de flores enlatadas en el que creció, donde escuchó las historias que le ayudaron a descifrar los enigmas cotidianos.
Tacoronte parte de sus raíces familiares, aparceros sin tierra, para elevarse a la actualidad. Y lo hace con mirada ácida, interrogante, rebosante también de humor y de ternura. Entra y sale del papel, de sus tics de clown a sus recursos más dramáticos, de la anécdota del bar de su barrio actual al texto clásico... Todo le es útil para hilar, también con "verguillas", este universo complejo que habitamos.