
El caso es que por fin podemos sentirnos orgullosos de encontrar un nuevo cineasta que beba del cine negro clásico americano. Andrew Dominik, tras la interesante "El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford", vuelve con una historia simple pero cargada de diálogos de manual.Desde el principio notamos el cine de gángsteres aplicado a los nuevos tiempos. Incluso se rodea de actores especializados en este tipo de personajes como Ray Liotta ó James Gandolfini.

Los líderes de la mafia ya no son "padrinos", son empresarios; el concepto de "familia" ya no existe, ahora todo es por dinero; y el ojo por ojo se ha modernizado, a los jefes la sangre les da repelús. En ese ambiente decadente, donde la mafia ya no es lo que era, el personaje interpretado por un espléndido Brad Pitt, intenta poner cordura "mafiosa" a algo que se ha devaluado en demasía.

Valga como ejemplo las escenas que comparten Pitt y Gandolfini. Posiblemente sean los mejores momentos de la película. El combate artístico entre ambos acaba en un empate donde el único ganador es el espectador. Mickey (Gandolfini) se dedica a contarle a Cogan (Pitt) sus problemas matrimoniales y su acusado estado de depresión. El encargo que le quiere proponer Cogan pasa a un segundo plano, como muestra clara de lo que fue la mafia y en lo que ha quedado.
Los mensajes son continuos. Tras cada palabra se esconde un sentimiento, un detalle que sirve como muestra de la sociedad actual. El cine negro también puede representar la evolución de la convivencia, del cambio en las relaciones personales y, en definitiva, de los valores que se persiguen. "Mátalos suavemente" nos abre los ojos y nos dice que ya nada será como antes.
José Daniel Díaz