Revista Cine

Crítica: "To the wonder"; el amor perdido de Malick

Publicado el 09 abril 2013 por Banacafalata
TO THE WONDER


Título Original: To the Wonder Director: Terrence Malick Guión: Terrence Malick Música: Hanan Townshend Fotografía: Emmanuel Lubezki Interpretes: Ben Affleck, Olga Kurylenko, Rachel McAdams, Javier Bardem, Tatiana Chiline, Charles Baker, Romina Mondello Distribuidora: Vértigo Fecha de Estreno: 12/04/2013
Estábamos acostumbrados a esperar una obra de Malick con al menos de un lustro de separación. Eso cuando no realizaba tremendas pausas de veinte años como la que hubo entre Días del Cielo y La Delgada Línea Roja. Ahora, a sus 69 años, parece que a Malick le ha poseído un espíritu de hiperactividad y no deja de trabajar, de hecho, ya tiene varias películas en post-producción. Podría uno pensar que ahora, simplemente, estaba desarrollando esas ideas que tuvo durante tanto tiempo sin trabajar, lo que sin duda sería una gran noticia. Pero después de ver To the Wonder, uno piensa si no es mejor que Malick siguiera concentrando en pequeñas dosis, concretas y acertadas. Y es que To The Wonder se siente durante todo el tiempo como un desecho de ideas de El Árbol de la Vida. No es de extrañar tampoco, pues aquella mastodóntica obra, era la más personal e intrínseca de sus películas. Pero mientras que allí mostraba ideas de una forma certera y sobrecogía con el resultado final, aquí sentimos que su nueva obra siempre queda al rebufo de aquella. De nuevo una obra de un corte muy personal, pero cuyas ideas aparecen desordenadas, como pequeños bosquejos, que nunca consiguen acabar por conectar al espectador.
Y es que sólo basta con echar un ojo a la biografía de Malick para ver que realmente el protagonista de To The Wonder es él. Se crió en Oklahoma y vivió durante veinte años en París, dónde se casó y posteriormente se divorció de una francesa. La película arranca en Francia, dónde un americano está viviendo una historia de amor con una francesa con una hija, la pasión y el amor se hacen fuerte en la ciudad europea, su visita al monte Saint-Michel refleja la felicidad como sólo Malick sabe hacerlo, de hecho, posiblemente nadie la haya definido mejor que él en la escena de la playa de El Nuevo Mundo. Tras Francia, la pareja y la pequeña se trasladaran a la Oklahoma natal del americano, dónde tras la expectación producida por conocer un nuevo mundo, la sensación de vacío y pérdida se instalará en ellas. El amor tan fuerte en los primeros compases desaparecerá, mientras él intenta encontrar refugio en una vieja amistad. Estableciendo un paralelismo entre el amor y la fe, Malick también nos acerca a la figura de un sacerdote con una crisis de fe, que trata de apoyar al que lo necesita, mientras en su fuero interno debate acerca de sus creencias.

Malick, más fiel que nunca a su estilo, haciendo desaparecer prácticamente por completo los diálogos, nos acerca a los personajes intentando tocar sus almas. Hurga en sus pensamientos, en sus miedos, en sus inquietudes a través de sus habituales voces en off, que suenan susurrantes mientras que suenan Wagner y Tchaikovsky como si estuviéramos asistiendo a la narración de un poema. Se acerca al amor absoluto, el amor a la otra persona, el amor a un Dios, y lo hace hablando de lo efímero del mismo. Malick plantea si un sentimiento tan fuerte, un sentimiento que expresa que es el que realmente empuja a vivir, sin necesidad de la carnalidad, puede tener la potencia de ser realmente permanente. Si las pequeñas crisis, inevitables, son realmente superables, o por el contrario, hay que encontrar la salida fácil e intentar hacer nacer ese sentimiento de nuevo desde cero. Las ideas son buenas, Malick sabe narrar de una manera única y especial que hace que cualquier planteamiento sea realmente interesante. Los valores de su cine, cada vez poseen más de filosófico que de cinematográficos, y es capaz de hacer que cualquier obra, con todas sus respectivas dudas, permanezca en tu cabeza.
Pero aún así, y pese a todas las virtudes que existen en la película, que permanecen innatas en la figura del autor, To The Wonder no acaba de funcionar por completo. Su estilo siempre ha sido similar, pero realmente, hasta ahora, nunca una película de Malick había dejado la sensación de ser repetitiva. Pero el problema no viene de la posición de la obra dentro de su filmografía, si no que muestra una tendencia hacia el subrayado por la que nunca había apostado, siempre optando por ser más sugerente que obvio, aquí existe la necesidad de que cada una de las ideas quede marcada constantemente. Además, es incapaz de crear una conexión con sus personajes, si el espectador era capaz de sufrir en los primeros compases de El Árbol de la Vida con sólo ver a Brad Pitt responder a una llamada telefónico, sin necesidad de decir siquiera que era lo que estaba ocurriendo, aquí nunca hay interés por lo que le ocurra a unos personajes que siempre parecen lejanos, e incluso antipáticos. Ni siquiera la buena labor de sus protagonistas, dónde destacan un maravilloso Javier Bardem, y un renacido Ben Affleck, ayudan a crear un lazo de unión, que lleva a la obra a resultar terriblemente fría.
Es sin lugar a dudas, To The Wonder la peor obra de Terrence Malick. Las virtudes que han engrandecido su figura siguen intactas, la película está firmada por él y no cabe ninguna duda de ello. La forma que tiene de fundir a la cámara con la naturaleza, dejando a los personajes de lado, unidos a la maravillosa fotografía de Emmanuel Lubezki, indudablemente te atrapa. Pero aún así, no ha sabido redondear una obra, que siempre deja la sensación de ser parte de los descartes de ese famoso primer montaje de El Árbol de la vida que rondaba las ocho horas. Pero pese a ser una obra fallida, es una obra que es interesante desde su planteamiento, y que realmente no hay que dejar pasar, aunque será repudiada, sobre todo por aquellos a los que ya El Árbol de la vida no les consiguió calar. Nos gusta que la presencia de Malick sea constante, pero nos gusta cuando sus obras son tan redondas como ha sido siempre su filmografía. Esperemos que lo que nos traiga a partir de ahora, sean obras a la altura, y que no se sientan como en esta ocasión, meros descartes de sus anteriores obras.

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