Por: Alberto González Rivero.
A Luis Framboyán no había macho que le dijera en su cara que era maricón, aunque algunos se equivocaran porque lo veían rodeado de sus fraternos.
Era jefe de los decoradores en las tiendas de comercio y cuando las adornaba se sentaba con sus amigos en los bancos del parque central (donde otrora había “una hilera de sillas verdes, calcinadas por la impiedad del tiempo”, escribió el poeta)
Corría la década de los 70 cuando Framboyán es apresado por su inclinación homosexual.
Luis protagonizó un hecho del que se ha hablado muy poco, pero que fue bien sonado en la Villa del Undoso y un poco más allá.
En esa época se pedía también la liberación de Luis Corbalán, Secretario del Partido Comunista de Chile, condenado en las mazmorras de Augusto Pinochet.
En lo que se puede considerar la primera manifestación de protesta gay en Sagua la Grande, un grupo de seguidores de Framboyán inicia una marcha a través de la calle José Martí, mientras eran interceptados por la policía que intentaba explicar las causas por las que Luis estaba detenido.
_ ¡Por maricón no debe ser!_ ripostó uno de los manifestantes antes de llegar al merendero El trópico.
Los marchistas portaban carteles alusivos a la inmediata excarcelación del líder.
“Que liberen a Luis Framboyán”, se podía leer en uno de los carteles que recuerda aquel suceso.
Finalmente resultó absuelto porque dijo que iba a hablar y….
Puyita, bueno, Puyita es uno de los maricones más grandes que hayan visto ojos humanos.
_ ¡Adiós, papi!- le dice al macho que se deja vacilar de arriba a abajo.
Mueve el culo, y ya hubiera querido Sarita Montiel exhibir los pestañazos que él caracteriza en la escena pública.
El chisme, la lengua viperina, comentaba que Puyita le tenía envidia a doña Fefa Mellado, dotada de carnes muy bien proporcionadas, la cual se pavonea con su trasero inolvidable por las calles de Sagua.
_ ¡Pá loca, yo!…refunfuñaba.
La otra antología que se conoce es la de un fañoso, pajarísimo él, al que todos apodaban Ñaña.
Durante el desarrollo de un juicio oral se sintió acosado por las insinuantes interrogaciones del juez.
_ Mire, señor juez, el culo es mío y yo se lo doy al que me de la gana…
Entonces se viró de frente al público que colmaba la sala del Tribunal y, moviendo el fambeco como si fuera una tromba marina, le espetó una salida digna de un cantante lírico:
_ ¿A ver, quién quiere culo, quién quiere culoooo?