«Basada en un hecho real» adelanta el afiche y confirman los primeros minutos de Sólo una mujer. En efecto la película de Sherry Hormann recrea los entretelones de un crimen de honor que conmovió a la opinión pública europea en 2005. La realizadora nacida en Nueva York y criada en suelo teutón propone una ficción conmovedora y bien documentada sobre el caso de Hatun Aynur Sürücü, joven alemana de ascendencia turca, repudiada por su familia y asesinada por su hermano menor.
Hormann trabajó con el guionista Florian Öller, que a su vez se inspiró en este libro que Matthias Deiß y Jo Goll publicaron en 2011. El soporte periodístico se manifiesta en una reconstrucción rigurosa del calvario que comenzó con un matrimonio arreglado, y en la decisión de acompañar el trabajo actoral con fotos verdaderas de la víctima y sus victimarios.
El compromiso de la directora con la mujer asesinada («sólo una mujer») asoma apenas comienza el film, a partir de la voz en off que representa a Aynur y que adelanta el desenlace fatal de su historia. La narración en primera persona del singular y la ocasional interpelación al espectador estrechan la relación con esta madre soltera de 23 años que Almila Bagriacik encarna atenta a las fortalezas, debilidades y contradicciones de su personaje.
Es notable el esfuerzo por evitar azuzar el sentimiento xeno o islamófobo: Hormann aclara en más de una ocasión que no todos los turcos son musulmanes fundamentalistas y por ende misóginos. Quizás también debería haber recordado la existencia de femicidas de otras nacionalidades y religiones.