La muerte de los marqueses de Urquijo se produjo hace treinta y cinco años en la madrugada del 31 de julio al 1 de agosto de 1980; fue un homicidio que conmocionó a toda España en ese verano de 1980.
Esa madrugada, “alguien, solo o en compañía de otros”, como describía la sentencia, incapaz de concretar más, descerrajó un tiro en la nuca a Manuel de la Sierra y Torres, marqués de Urquijo, mientras dormía en una habitación de su chalet de Somosaguas (Madrid). Después, fue hasta otro dormitorio, donde descansaba la marquesa, María Lourdes Urquijo Morenés, y disparó otras dos veces. A la mañana siguiente, el país se despertó con la noticia de la muerte, no sólo de dos millonarios influyentes, sino también de los dueños del Banco Urquijo, en plena negociación para la fusión con el Banco Hispano Americano, a la sazón uno de los cuatro grandes.Rafael Escobedo, Rafi, (en las fotos) fue condenado a 53 años y encarcelado; siempre declaró no ser el autor material de los hechos, pero juró guardar silenciomurió, suicidado en su celda del penal del Dueso, Santoña.
Javier Anastasio de Espona, amigo íntimo de Rafi fue imputado por el doble crimen y finalmente condenado, si bien logró huir a Brasil, como mas adelante se cita. Según un amigo en común que acudió como testigo al juicio, Anastasio había acompañado a «Rafi» a la casa de los marqueses de Urquijo en Somosaguas y, tres días más tarde, se había deshecho de una pistola que el exmarido de Myriam de la Sierra le había entregado. «Yo no he hecho nada, me tienes que creer, pero tengo que deshacerme del arma», le suplicó Rafi. Anastasio quiso acudir a la policía, pero finalmente ayudó a su «amigo porque le tenía mucho cariño» y lanzó la pistola al pantano de San Juan. Un arma «envuelta en trapos, sin sangre, sin nada». En el crimen de los Urquijo al menos intervinieron seis individuos. Los asesinos materiales fueron dos, como poco…..y a pesar de todo lo que se conoce del crimen, estamos ante un enigma todavía sin resolver en todos sus extremos.Después de tres años y medio de prisión preventiva a la espera del juicio que le condenaría a 60 años de cárcel, Anastasio fue puesto en libertad a la espera de celebrarse el juicio. El contencioso llegó a aplazarse cuatro veces. «Creo que se retrasaba cuando veían que no me había marchado», contó. La Audiencia de Madrid señaló el juicio para el 21 de enero de 1988. Justo antes de Navidad se daba a la fuga. Así, el 21 de diciembre de 1987, después de hablarlo con su familia, Anastasio huyó primero hasta Portugal y de ese pais vecino a Brasil, donde no había tratado de extradición. Allí vivió tres años y se sentía como un turista más. Después Uruguay, Argentina, México y de vuelta al país de América del Sur, donde vive en un pueblo pequeñito de la Patagonia junto a sus dos hijos y su mujer, con la que comparte su vida desde hace diez años. «Una argentina que lo dejó todo para vivir conmigo sabiendo lo que sabía», sentenció Anastasio. Muerto Rafi, huido Anastasio, el caso se cerró. Y decenas de preguntas siguen hoy sin respuesta a pesar de la impecable instrucción del juez Luis Román Puerta, ya fallecido, que luego llegaría a magistrado y presidente de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, que permitió desmontar la trama criminal y se pudo detener a los culpables. Mejor dicho, a «casi todos los culpables» pues siempre quedó esa enigmática frase de la sentencia condenatoria de Escobedo: «Solo o en compañía de otros…». Pues realmente sí que hubo «otros».F.J.de C.Madrid, 1 de agosto de 2.015