Desde Camp Fiddlers Green.
En mitad de la nada hay muy poco que hacer. De hecho no hay nada que hacer… pero si tienes la mala suerte de forma parte del checkpoint encargado de controlar la autopista-perdón, eso que se asemeja a un camino de cabras- que une el distrito de Marjah con la provincia de Kandahar lo puedes llevar crudo.
La Compañía Bravo de los Marines tiene la obligación de controlar el acceso de todos los vehículos que circulan por este desierto de polvo, arena y piedras las 24 horas del día para evitar que los insurgentes talibán abandonen el distrito de Marjah hacia las posiciones de retaguardia… Pero por este camino lo único que circula con soltura son nubes de polvo arrastradas por el intermitente viento que sopla en medio del desierto. “Tenemos turnos de ocho horas para que los hombres vayan rotando. Debemos permanecer alerta en todo momento porque nunca se sabe… pero en el mes que llevamos destinados en esta unidad hemos parado a cinco coches al día… y eso los días que hemos tenido suerte”, afirma el sargento mayor King.
La compañía Bravo, a la que está a cargo este veterano marine- ha servido en Irak; concretamente en Faluya; y es su segunda vez en Afganistán-, tiene dos puntos de acceso. “Debemos controlar a todos los vehículos que intentan salir del distrito de Marjah y chequear a todo el que quiera entrar. Pero sobre todo, el mayor peligro que corremos son los IED (Artefacto Explosivo Manipulado) que los talibán colocan por la noche y que tantas bajas nos está causando. Pero nuestra unidad de momento ha tenido mucha suerte y no hemos sufrido ningún tipo de percance…”, comenta King mientras señala con el dedo una nube de polvo que avanza hacia la unidad de vanguardia…
El desierto escupe un Toyota Corolla- qué si no; en Afganistán no existe otro tipo de coche. La compañía se despereza, se coloca los cascos, los chalecos y comienza a hacer señas al vehículo para que vaya reduciendo la marcha. Mientras cuatro soldados se acercan pausadamente hasta el vehículo haciendo gestos a sus ocupantes para que desciendan (los afganos no hablan inglés y los americanos en hablan el idioma local así que usan el universal idioma de los gestos para entenderse) lentamente mientras el tirador del vehículo Striker- el nuevo superblindado de los Estados Unidos- apunta con su M40 al taxi a más de 500 metros de distancia.
Del destartalado automóvil descienden tres hombres con los brazos en alto. El Sargento Christopher Dewitt les ordena que se levanten el‘Shalwar Kameez’- la prenda afgana por excelencia, y que consiste en una camisa hasta las rodillas y unos pantalones bombacho- para verificar que no tienen explosivos alojados en su cuerpo. Los suicidas han supuesto un gran problema a la hora de chequearlos vehículos. Los marines cachean a los hombres y comprueban que van desarmados… Pero se encuentran con un problema en el interior del coche viaja una mujer con el burka y una niña. Tras hablar con el dueño del vehículo invitan a la mujer a bajarse del taxi y a esperar orillada en un lado de la carretera con el bebe mientras hacen un registro exhaustivo del coche para comprobar que no esconden armas… Todo está OK. El coche vuelve a ponerse en marcha y tras de sí sólo queda una espesa nube de polvo. Son las 10:30 de la mañana, hace más de 30 grados, estamos en medio del desierto afgano y es el primer vehículo que paran en toda la mañana.
“Por aquí suelen circular granjeros que viven cerca. Siempre solemos detener a los mismos. Pero tenemos que hacerlo, son las órdenes y nosotros las debemos cumplir a rajatabla. Somos Marines…”, se enorgullece el sargento Dewitt. “”Nunca hemos tenido problemas porque los afganos entienden que estamos aquí para ayudarlos. Todos acceden de buena a que comprobemos su documentación y el vehículo…”; le hago saber qué pasaría si alguien no accede a que registren el coche… “sencillo el tirador del Striker tiene orden de disparar a cualquier vehículo- incluido a sus ocupantes- que se salte un checkpoint”, pero hasta el momento para este grupo de jóvenes marines no se han visto en esa encrucijada. “Los talibán no suelen utilizar esta vía para salir de la provincia”, afirma… pero este marine, es su primer destino, nunca ha visto a un talibán de cerca y la mayoría de los pastunés- etnia a la que pertenecen los talibán- lucen enmarañadas y espesas barbas yse protegen la cabeza con un turbante… Es muy posible que haya hablado con alguno e incluso que le haya ofrecido un cigarrillo pero si no van armados es muy complicado distinguir quién es y quién no es talibán…
Tras el chequeo se desprenden del chaleco, el casco, beben agua y se sientan a la sombra que les ofrece los blindados para jugar a las cartas, para hablar o simplemente a esperar que el tiempo pase lo más rápido posible para poder volver a Camp Fiddlers Green para leer sus mails o para tumbarse en sus catres a relajarse… Porque en el desierto, aparte de bostezar esta compañía de marines tiene muy poco que hacer.