Desde Marjah.
En el distrito de Marjah hace semanas que no se escucha un solo disparo. Los talibán se han esfumado de uno de sus últimas plazas fuertes. Se han evaporado en el desierto de polvo y arena que es la provincia de Helmand. La zona está tranquila… y los marines así lo transmiten con sus actitudes- en sus pocos ratos libres se ponen a lanzarse unos pases con el balón de fútbol americano o a levantar sacos terreros a modo de improvisadas pesas. Todos, sin excepción, repiten la misma premisa. “Los talibán han huido de Marjah… les hemos dado tan duro que han decidido cavar un agujero en el suelo y esconderse para el resto de sus vidas”, afirman los soldados… Pero, ¿entonces quién coloca los IED’s que tanto daño están haciendo a las tropas norteamericanas? Ante esa pregunta los marines prefieren guardar silencio y cambiar de tema.
La realidad es bien distinta a lo que intentan transmitir los soldados. Los marines y el ejército afgano se enfrentan con un enemigo invisible contra el que no pueden luchar. Un enemigo que utiliza el amparo de la noche para colocar las bombas caseras y que por el día se entremezcla con una población civil que les ayuda a pasar inadvertidos a la vez que les dan cobijo y protección en sus propias casas. ¿Cómo luchar contra eso? Es imposible… o casi imposible. “Tenemos que ofrecer una alternativa a la población civil. Una alternativa real a lo que supone todo lo talibán; es decir, hacerles ver que su gobierno ha venido hasta Marjah para ayudarles”, afirma el capitán Andreu.
Pero aquí nadie cree en el “gobierno corrupto”. Ante eso los marines se enfrentan con un dilema… ¿quién es talibán y quién no? Sólo hace falta darse una vuelta por la ciudad de Marjah para descubrir que todos pueden serlo o puede que no lo sea ninguno. Me explico… La imagen arquetipo de los talibán muestra a aguerridos afganos de enmarañadas barbas vestidos con el Shalwar Kameez y con el pakol sobre la cabeza para protegerse del sol. Pues bien; todos los habitantes de Marjah- sin excepción- se ajustan a la perfección con esa descripción. “Es muy difícil diferenciar entre los civiles y los talibán. Y muchas veces dudamos… No sabemos cómo actuar. Si pensamos que puede ser un talibán y apretamos el gatillo luego descubrimos que era un simple granjero que iba a sus tierras a ararlas… Nos ganamos la enemistad del pueblo, su recelo y hemos conseguido que la familia de ese pobre granjero se una a los talibán”, confirma el capitán Andreu.
Hasta ahora los soldados diferenciaban a los civiles de los talibán simplemente porque unos iban armados y otros no, pero ahora las reglas del juego han cambiado. La guerra se ha acabado en Marjah y los talibán han pasado a convertirse en simples civiles…. Y muchos marines- que no habían visto un afgano en su vida- reconocen que nadie les ha enseñado a diferenciarlos; ni han recibido ningún tipo de cursillo en la academia para poder distinguirlos. “Para mi todos son iguales. Todos son talibán… Con sus barbas largas, sus gorritos y su mirada desafiante. Si alguno se acerca más de la cuenta pienso dejarle claro que nosotros somos los que mandamos”, afirma el soldado Brend que con sólo 19 años se encuentra en su primera misión en el exterior- y donde deberá permanecer un año.
“Muchas veces abatimos talibán pero sus propios compañeros les quitan las armas y lo ‘venden’ como si hubiésemos matado a un civil. En esta guerra la propaganda es fundamental y eso es algo donde los talibán han sido muy bien aleccionados. Ante eso no podemos hacer nada. Es imposible demostrar quién es y quién no es talibán a menos que le cojamos con las manos en la masa… Es una de las cosas más negativas y más complicadas que nos estamos encontrando en Marjah”, concluye Andreu. Un civil muerto son diez nuevos talibán y contra eso es imposible luchar…