Desde el aire Afganistán es una amalgama de marrones teñidos con tímidos matices verdes que serpentean el curso de ríos. Vida en forma de agua que da una pincelada de color a un país demasiado oscuro. En cientos de kilómetros pequeños oasis en formas de granjas llaman la poderosa atención entre escarpadas montañas, interminables dunas de arena rojiza y un desierto impenetrable. Esa sería la descripción más fehaciente de lo que sería el sur de Afganistán. Un territorio hostil donde la vida es un milagro.
Vista aérea de la provicia de Kandahar. Lo que serpentea al fondo es una carretera. Foto: A. Pampliega
Viendo este país desde las alturas cuesta mucho creer que Afganistán, desde la caída del régimen talibán hace casi nueve años, ha registrado un crecimiento económico cercano al 10%. Sin embargo esos índices le siguen colocando entre el vagón de cola de los países más pobres del planeta. Es el cuarto país del mundo con la Renta per cápita más baja del mundo sólo superado por Zimbabue, República Democrática del Congo y Liberia. ¿Por qué? Sencillo… Afganistán es uno de los países más corruptos del mundo.
Según un informe publicado recientemente por The Wall Street Journal unos 2.450 millones de euros han salido del aeropuerto internacional de Kabul con destino a cuentas en paraísos fiscales. Dinero que pertenece a la ayuda internacional que anualmente los países donan para reconstruir un país ajado por las guerras y que carece de casi todo. “El dinero en efectivo es metido en valijas, amontonado en pilas y cargado en aviones, se declara y se transfiera de manera legal”, se puede leer en el informe publicado por el diario norteamericano.
Entre los altos cargos que mandan al extranjero el dinero recibido como ayuda internacional figura Mahmud Karzai, el hermano del presidente afgano Hamid Karzai, que también tiene nacionalidad estadounidense. El confesó que "existen posibilidades de corrupción". Pero en eso se quedó la cosa…
Mientras ingentes cantidades de dinero salen anualmente del país la población civil carece de agua corriente, electricidad, acceso a una sanidad pública de garantías o a una educación. El dinero que occidente destinada a mejorar esta situación desaparece sin dejar rastro. “Afganistán padece un cáncer que se llama corrupción. El dinero que dais, los países del ‘primer mundo’, no llega a los afganos. De cada diez dólares en la población es posible que revierta uno. Los otros nueve se lo quedan los políticos”, afirma Mohammad Salem Wahdat, periodista afgano.
La fotografía- tomada desde un Balck Hawk- muestra uno de los pocos pueblos que se pueden encontrar en la provincia sureña de Kandahar. Casas de adobe salpicadas por pinceladas verdes. Foto: A. Pampliega
“Además, los contratistas compran materiales baratos para levantar casas y debido a su mala calidad los cimientos ceden a los pocos meses. Los miles de millones que los países están enviando a Afganistán están cayendo en manos codiciosas. Sólo tienes que mirar a tu alrededor para verlo con tus propios ojos. Todos los edificios que quedan en pie los construyeron los soviéticos”, sentencia mientras esboza una sonrisa de resignación. A sus palabras no les falta razón. Cuesta creer que la OTAN se gastara en 2009 más de 13.000 millones de dólares en ayuda.
Según la organización Integrity Watch la corrupción se ha doblado desde 2007. La codicia llega hasta tal punto que el año pasado los afganos pagaron cerca de 1.700 millones de euros en sobornos- lo que equivaldría a una cuarta parte del PIB. En un país como Afganistán- y en muchos otros- el dinero te abre las puertas para cualquier cosa y por unos 150 euros- sueldo mensual de un funcionario- puedes acceder a servicios sanitarios o a una educación de calidad sin necesidad de lista de esperas ni de preguntas inoportunas. Mientras los países occidentales mandan dinero a espuertas en Afganistán las carreteras singuen siendo de polvo y arena; y la gente se muere de hambre esperando una ayuda que no llegará nunca. Así están las cosas por aquí…