Un silencio sepulcral inunda la capilla de la base de Leathrneck, en la provincia sureña de Helmand. Un centenar de soldados van ocupando los bancos de madera dispuestos frente al altar, donde una gran cruz luce majestuosa. Se han acercado a dar el último adiós a un compañero caído en combate hace dos días mientras patrullaba con su unidad cerca de la zona de Nahr-e Saraj (provincia de Helmand). Un IED destrozó el vehículo en el que viajaba y acabó con su vida causando heridas a los otros tres ocupantes del blindado. Todos los soldados sostienen sus gorras en las manos mientras miran al suelo en señal de respeto por el fallecido. Otros se atreven a alzar la mirada al cielo, buscando una explicación…
El cura, vestido de uniforme militar, habla de la corrupción de la carne, de la vida eterna y del viaje al paraíso en busca de la paz. Unos tímidos sollozos se funden con el sermón del ‘padre’. Son algunos de sus compañeros que no han podido resistir la emoción y se han venido abajo. Se llevan los dedos a los ojos para taponar las lágrimas que caen sin remedio por los lagrimales de los ojos. Algunos se abrazan entre ellos. Otros, simplemente lloran… El momento más emotivo es cuando los compañeros del soldado se colocan en una fila y todos y cada uno de los soldados que se han acercado hasta la capilla les van dando el pésame. Palabras de consuelo que se las lleva el viento. Algunos no han cumplido la mayoría de edad y ya conocen de primera mano lo despiadada que puede llegar a ser la guerra. Aprietan las manos que les tienden sin ganas, sin fuerzas.
Muchos de estos soldados tendrán que pasar por este trance en más de una ocasión mientras dure su misión de un año en el país centroasiático. Hoy lloran por un soldado de origen latino pero mañana puede que ser un joven de Oklahoma o un veterano de Kansas. Afganistán no distingue de razas, ciudades de origen o años de experiencia.
Este 2010 está siendo un mal año para las tropas destinadas en Afganistán. La OperaciónMoshtarak (Juntos en dari, la lengua nacional afgana) lanzada a principios de año para apoderarse de Marjah, uno de los bastiones más importantes de la insurgencia afgana, no ha dado el éxito esperado y el chorreo de muertos en combate continúa sin que nadie pueda poner remedio.
Según el portal independiente icasualties.org este mes de julio, recién finalizado, han muerto un total de 75 soldados de las fuerzas de internacionales. Las cifras son más que preocupantes, sobre todo, si tenemos en cuenta que el pasado mes de junio el número de uniformados caídos alcanzó los 102, la cifra más alta desde que comenzara la guerra a finales de 2001, superado el anterior récord de 77 bajas alcanzado en agosto de 2009, coincidiendo con la Operación Khanjar (Golpe de Espada, en dari) que tenía como fin hacerse con el control de los principales bastiones de los talibán en la provincia de Helmand, donde se cultivan dos tercios de la producción mundial de opio.
Los féretros cubiertos con las banderas son prueba inequívoca que las estrategias que se han utilizado hasta ahora para frenar las acometidas de la insurgencia no han dado sus frutos. Los talibán son cada vez más fuertes, a pesar de los 150.000 soldados repartidos por todo el país, y la violencia está alcanzando límites insospechados. La operación ‘Libertad Duradera’ ha entrado en barrena y no hay salida al final del túnel. El país centroasiático se ha convertido en un hervidero; si 2009 fue el año con más muertos- 521, este 2010 va camino de batir récords- 315 y quedan aún cinco meses por delante.
Ni la operación para acabar con el bastión talibán en Marjah, ni el cercamiento a los talibán moderados para proponerles una tregua han dado resultado. Estos malos datos han hecho que muchos aliados se empiecen a replantear el liderazgo de los norteamericanos en el país y muchos estén buscando una salida- más o menos honrosa- para abandonar Afganistán en el menor tiempo posible. La situación es más complicada de lo que se creía al principio pero ¿qué estrategia toca ahora?
Los expertos anunciaban una superofensiva de los miembros de la coalición contra las provincias sureñas de Helmand y Kandahar en las próximas semanas. Pero visto los resultados de la última operación militar en la zona es muy posible que se posponga para más adelante. David Petraeus, nuevo mandamás de las tropas, deberá coger las riendas de un país abocado a la ruina y con unos compañeros de viaje incómodos y que no ven el momento apropiado para saltar en marcha…
Ante este panorama el presidente de EE UU Barack Obama, ha asegurado que sus tropas no abandonarán Afganistán repentinamente, pese a apoyar la idea de los países más industrializados de poner fin a la guerra en un plazo de cinco años. Lo único cierto es que cada día un soldado fallece en Afganistán en una guerra que se encamina a su noveno aniversario- los soviéticos aguantaron una década- sin solución a la vista.
Operaciones en Afganistán
Mayo-julio 2006.- "Operación Empuje a la Montaña". Encabezada por las tropas de ISAF tenía como fin último que el gobierno de Hamid Karzai extendiese sus lazos en las provincias más conflictivas del país: Kandahar, Helmand, Zabul y Uruzgan. Aquella operación acabó con más de 800 muertos.
Septiembre de 2006.- "Operación Medusa". Ofensiva lanzada por la ISAF en la provincia sureña de Kandahar que acabó con la vida de 500 supuestos insurgentes.
Marzo de 2007.- Operación "Aquiles". El distrito de Sangin, en la conflictiva región de Helmand, fue epicentro de esta operación, lanzada en marzo de 2007 por la OTAN y las fuerzas afganas con la participación de unos 5.500 militares. El objetivo de la operación era expulsar a los talibanes de la zona, donde las fuerzas afganas e internacionales protegían la construcción de una presa financiada por EEUU que daría electricidad a casi 2 millones de habitantes del sur de Afganistán.