Revista Regiones del Mundo

Crónicas afganas: Stress postraumático

Por Antoniopampliega

Cogió la foto de su boda que estaba apoyada sobre la cómoda de su habitación. Felices recuerdos. Recuerdos borrosos por las lágrimas que le caían de los ojos al verse junto a su esposa vestida de blanco y él engalanado con su uniforme de militar. El pasado duele. Pasó un dedo por encima acariciando el rostro de su mujer… Abrió la cómoda, apartó los calcetines y las camisetas y sacó su arma reglamentaria con un cargador.

Se encerró en el baño. Se sentó en el suelo sin poder dejar de mirar la foto. Sacó la pistola de su funda, metió un cargador y apretó el gatillo acabando con su vida en su casa de Colorado mientras disfrutaba de un permiso de tres semanas antes de regresar al este de Afganistán- concretamente a la base de Bostick- donde estaba destinado. El sargento Thomas Riordan sufría stress postraumático y nadie le prestó la atención necesaria hasta que fue demasiado tarde.

El sargento Riordan presenció, en Afganistán, una escena que le cambió la vida para siempre. “A las ocho de la mañana, cuando se dirigía al baño, se produjo un ataque con fuego de mortero y granadas de mano. Comenzó, entonces, un intenso combate entre los soldados norteamericanos y la insurgencia talibán. Más de cinco horas de lucha sin cuartel que costó la vida a ocho hombres. Esos momentos de tensión le trastocaron y cambió de una manera increíble”, apunta el psiquiatra Randal Scholman que trató al sargento Riordan antes de que regresara a Estados Unidos.

Riordan siempre fue tipo bastante introvertido. No tenía amigos entre la tropa y siempre andaba sólo por la base sin hablar con nadie. Ya se le había diagnosticado un cuadro de ansiado por lo que estaba destinado dentro de la base sin poder salir al exterior por estar tomando pastillas. Pero lo que acabó de hundirle fue una llamada de su mujer pidiéndole el divorcio. Desde ese momento comenzó a medicarse y a tomar antidepresivos”, señala Scholman que apunta que el caso de Riordan es algo extremo. “Se juntaron muchos factores que desencadenaron en una tragedia”.

El stress postraumático es una patología que comienza a ser bastante habitual entre los soldados destinados en Irak y en Afganistán. “Los primeros casos que tenemos registrados datan de la primera guerra del Golfo Pérsico, donde varios soldados que habían presenciado situaciones extremas cuando volvían a casa se convertían en inadaptados, tenían pesadillas, abusaban de las drogas y el alcohol para intentar combatir unas imágenes que se repetían, una y otra vez, en su cabeza”, señala el psiquiatra. La tensión del combate y los efectos de la guerra están pasando factura a unos soldados que se pasan, de media, un año entero destinados en las dos guerras que mantiene abiertas Estados Unidos.

Para evitar este tipo de situaciones- y casos como el del sargento Thomas Riordan- el ejército norteamericano cuenta con varios profesionales que intentan ayudar, en la media de lo posible, a los soldados que puedan sufrir esta patología. En el este de Afganistán, donde estaba destinado Riordan, Estados Unidos tiene desplegados más de 5.000 soldados en 30 bases distintas. Un psicólogo, un psiquiatra y dos trabajadores sociales son los encargados de, periódicamente, de visitar a los soldados y hacerles test psicológicos.

Los síntomas más comunes son irritabilidad, problemas para conciliar el sueño y mal humor, que puede acabar derivando en agresividad. Les solemos prescribir Prozac o antidepresivos para que puedan conciliar el sueño y no levantarse por las noches empapados en sudor y gritando como locos”, sentencia Scholman.

El doctor asegura que en los tres meses que lleva destinado en Afganistán sólo han tenido que evacuar dos soldados por encontrarse “psicológicamente inestables” y “suponer un peligro para el resto” de sus compañeros.

Los médicos del Cuarto Batallón de Combate del ejército de Estados Unidos han ido clasificando- en estos veinte años que se tiene conocimiento del stress postraumático- en dos clases de pacientes. Rojo- aquellos que presentan un cuadro grave y es recomendable internar en un centro psiquiátrico- y ámbar- aquellos que dentro de la gravedad permanecen estables y se les puede controlar mediante medicamento. Hasta diciembre de 2009, 3.737 soldados habían sido evaluados psicológicamente. El 2.2% había sido clasificado en rojo y el 16.2% en ámbar.

Habló por teléfono con el capitán Cheri Ponce el psicólogo del Cuarto Batallón de Combate. “Sólo 50 de los 500 soldados que están destinados en la base de Bostick usan antidepresivos para combatir los síntomas de stress postraumático. “Tenemos que tener en cuenta que muchos de estos soldados son muy jóvenes y han visto cosas que ninguno de nosotros llegaría a imaginar nunca. Ver a tu mejor amigo muerto en tus brazos, ser testigo de cómo un compañero salta por los aires por culpa de un IED o estar durante más de ocho horas luchando sin cuartel te acaba afectando psicológicamente; es lógico. Son humanos”, sentencia.


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