Revista Regiones del Mundo

crónicas afganas: Una ciudad en medio de ninguna parte

Por Antoniopampliega

Desde Kandahar.

Mires por donde mires y busques por donde busques no encontrarás nada a menos de 60 kilómetros a la redonda; es lo que tiene Kandahar, o mejor dicho… lo que no tiene. Anclada en medio de ninguna parte se erige este peculiar ‘Disneyland’ que da cobijo a 20.000 soldados de diez nacionalidades diferentes. Es la punta de lanza de la Operación ‘Libertad Duradera’- en Afganistán esta la misión de ISAF y esta otra operación comandada por Estados Unidos.

Esta ciudad en miniatura- aunque tiene una extensión similar al castizo barrio de Vallecas- alberga el segundo aeropuerto más importante del país y es el centro de las operaciones que se realizan en el sur de Afganistán. Un vergel en medio de un desierto de piedras y arena. Un oasis de ‘lujo’ y ‘ostentación’ en el quinto país más pobre del mundo; Público pasó tres días recorriendo las calles de este bastión de Estados Unidos…

El calor es asfixiante. La polvareda que levantan los todoterrenos que circulan por las calles de esta ciudad hace más que complicado poder respirar cualquier cosa que no sean partículas de polvo. Llevo 15 minutos esperando el autobús- sí, como suena; esta base norteamericana tiene un servicio de autobús interno para poder moverse de un sitio a otro. A lo lejos un resplandor plateado anuncia la llevada de nuestro transporte. Diez soldados esperan, junto a mí, pacientemente su turno para subir al autobús. Esta ruta tiene una treintena de paradas que pasan desde el comedor a la terminal de pasajeros del aeropuerto internacional de Kandahar pasando por la ‘oficina de correos’ o el ‘PX’.

Y es que no falta detalle en esta ciudad. Caminar por la base es como hacerlo por cualquier pueblo del sur de Estados Unidos. De hecho, hasta las capillas parecen sacadas de alguna ciudad perdida del Mississippi. Fachada blanca inmaculada- hecha con tablitas de madera- techo azulado y un pequeño torreón desde donde repican las campanas. Césped recién regado, la bandera de las barras y estrellas ondeando al viento y una valla de madera son los complementos perfectos para tan idílico lugar.

Llegó la hora de bajarse. Y qué mejor sitio que hacerlo en el corazón de esta ciudad. Soportales de madera entorno a un enorme patio de ‘juegos’ es el lugar donde los soldados se citan para comer, ir de compras o practicar algún deporte en sus ratos de ocio. Son las tres de la tarde y una treintena de desafiantes soldados juegan a fútbol americano pertrechados con sus cascos y armaduras. El balón ovalado surca el cielo hasta ser agarrado con furia por un soldado que marca un ‘Touchdown’ para delirio de sus compañeros. Los gritos de alegría, por el tanto conseguido, rompen con la calma que encierra este lugar. Pequeñas tiendecitas con todo tipo de artículos de ‘temática afgana’ sirven de reclamo a los habitantes de esta ciudad para desconectar de la realidad. “Venimos aquí para comprar algún recuerdo a las familias. No nos está permitido salir de la base; salvo para patrullar o para misiones concretas. Aquí podemos comprar alfombras a muy buen precio, pashminas, pakoles (el gorro típico afgano) o abrigos de piel… Es el único lugar de ocio que tenemos”, afirma el soldado Kerry mientras regatea con el vendedor afgano el precio de cinco pashminas para regalar a sus familiares que viven en Chicago.

Otro de los puntos clave que tiene este lugar son los diferentes restaurantes que congrega. Desde las típicas hamburguesería o pizzerías hasta un restaurante afgano y otro de cocina francesa. Los soldados y los civiles que trabajan en la base hacen cola para coger mesa y poder degustar su hamburguesa o su perrito caliente mientras observan como un grupo de personas juegan un partido de hockey en una pista levantada por los canadienses… cómo se puede leer en los laterales de la pista.

Dejamos esta peculiar ‘plaza mayor’ para seguir con nuestro recorrido. El siguiente punto es la zona cercana a la lavandería- una de las cuatro que se pueden encontrar en la base de Kandahar. Los soldados traen sus petates con ropa sucia y tras firmar los documentos pertinentes tienen dos opciones: Ir a comprar al PX- de un tamaño bastante considerable- o ir a la ‘sala’ de Internet donde pueden hablar de manera gratuita en alguno de los 25 teléfonos o pueden revisar sus mails en los más de 50 ordenadores. Los que son más chapados a la antigua y prefieren la textura de una carta se pueden acercar hasta la oficina de correos para mandar una carta o un paquete. United State Postal Service es la manera que tienen los soldados de recibir paquetes de sus familiares o mandarles algún regalo. Aunque pueda parecer un servicio desfasado- teniendo en cuenta que internet le está desbancando poco a poco- es uno de los más reclamados por la tropa sobre todo en cumpleaños y Navidad.

Muy cerca de éste área podemos encontrar un par de comedores- gratuitos- y varias sucursales bancarias donde se puede sacar dinero de cajeros automáticos a cambio de una ‘pequeña’ comisión. 7 euros por cada 150… Seguimos andando por la avenida Kandahar. Las calles están señalizadas con semáforos y señales enormes que limitan la velocidad a 10km/h en toda la base. Y es una norma que llevan a rajatabla los norteamericanos. Es tan estricta que si en un mismo vehículo viajan dos pasajeros, el copiloto debe descender e ir andando para marcar el ritmo… Y el que no lo cumpla deberá atenerse a las consecuencias.

La tropa tiene otros lugares donde esparcirse. El ‘marcadillo local’ es uno de los más populares. Allí pueden encontrar muñecas pertrechadas con el burka o DVD’s pirata. Son los que más éxito tienen. Lo que venden son series y películas de temática bélica o de acción. Desde Hermanos de Sangre a Hurt Locker (En Tierra Hostil) pasando por la serie 24 o Generation Kill. Pero lo que más puede sorprender es que entre tanta violencia se puedan comprar dibujos animados. Disney y Pixar tienen un lugar especial en este peculiar mercadillo…

La noche se empieza a echar encima. Pero no es problema. El alumbrado de las calles entra en acción- curioso en ninguna ciudad de Afganistán las calles tienen alumbrado público, de hecho es que no tienen ni farolas (ironías de la vida). La vida no se detiene en esta ciudad anclada en medio de ninguna parte y que sirve de hogar para 20.000 soldados… Disneyland en medio de ninguna parte.

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