Revista Ciencia

Crónicas del Campo Santo, Nº 12. En la jaula.

Por Daniel Paniagua Díez
Crónicas del Campo Santo, Nº 12. En la jaula.

Crónicas del Campo Santo Nº 12. En la jaula.

Una nueva crónica, para su complacencia. Pero comienzo incomodando: ¿por qué, supuestamente, tan solo nos pasamos "cosas malas" los unos a los otros?, y por ello debemos andar contínuamente embozados y lavándonos las manos constantemente. ¿Acaso no hay algo bueno en el ser humano digno de ser compartido? ¿Dónde se fueron los valores humanos?

Amistad, compañerismo, amores frugales, frotamientos acalorados, ¡tantas cosas! Y nos quieren inculcar que todo eso es algo prohibido (¡Hay virus al acecho, amigo!) Las manzanas de Adán, con lo que me gustan a mi, estaban en modo prohibido según aquella "nueva normalidad" impuesta a los adanes. ¿Usted qué haría en un caso similar? ¿Obedecería, creyente? ¿O se quitaría la mascarilla y a bocados se comería la vida?

Allá cada cual, que cada uno es cada quien, pero que sepan que el temer es lo contrario del amar. Así me enseñaron a vivir mis ancestros, y de sus recuerdos me he servido para aguantar hasta el momento presente. Amor, amar, eso es la auténtica "normalidad eterna", y falso, temeroso, lo demás.

Crónicas del Campo Santo, Nº 12. En la jaula.

Comienzan las ligas de deportes profesionales sin espectadores de campo; todo va a ser ahora telerelaciones apantalladas, vidas y muertes de videojuego (el médico de familia me atiende por teléfono, le pido charlar un rato por el guasss, pero lo rechaza; ya, que igual está poco presentable esta mañana. Un crack el paisano, espero que no se jubile antes que yo; hizo bien en rechazar la llamada pues yo estaba en pijama y ni me daba cuenta, es ya casi mi uniformidad con esta "nueva normalidad") Vamos a estar teleinformados y deberemos teletrabajar, el que pueda; confío en poderme jubilar antes de que me de un "telele".

Me he comprado unos nuevos cascos para utilizar con el ordenador, a imitación de los que tiene un sobrino, un fenómeno del Fornite el chico, y los mios tienen lucecitas a mayores; si escucho música, algo de Joe Satriani, de noche, se llena toda la sala de luces de colores. Estos guajes fornites saben más que los conejos de Borrenes (Según el Tío Ful miran a ambos lados antes de cruzar las carreteras y así nunca les pilla un coche) A estos chavales no va a haber covids que los maten. Cuando alcancen la mayoría de edad y con esa puntuación en el videojuego ya estarán preparados para ser ministros y ministras de Sanidad y..., bueno, de lo que sea.

España tiene un destino claro en lo universal, e intransferible. Pero habrá que esperar a que nos den el relevo los fornite.

Crónicas del Campo Santo, Nº 12. En la jaula.

Yo aún recuerdo en extrañas ocasiones cuando, de niño, íbamos toda la banda de La Mano Negra a comer acederas y fumar tallos de cardo de la trinchera del ferrocarril de Matallana. Comíamos picaculos, zarzamoras, brunos. Ocasión grande y para avezados era saltar la tapia del colegio de Los Jesuitas y mangarles peras y manzanas, ¡cómo nos poníamos comiendo a cuatro carrillos! Ya de exploradores nos íbamos hasta La Sobarriba, subíamos por los pinos de La Candamia para llegarnos hasta los mostajos y tirarles piedras a los conejos. Íbamos en amor y compañía y ahora, en estos tristes días veo a los críos embozados, superprotegidos, telemáticos fornites para toda su vida; nunca correran para intentar atrapar a un faisán ni sabrán lo que es pillar una trucha con las manos andando por las piedras del río Torío. Ese fue nuestro videojuego cuando fuimos niños, ni mejor ni peor, es más de lo mismo; solo que nosotros jugabamos en la "pantalla grande" y a ellos les está tocando jugar en la "pequeña pantalla" de su ordenador.

Crónicas del Campo Santo, Nº 12. En la jaula.

Quieren sembrar yerba en el planeta Marte, bien; pero como no lleven hormigas (en especial del tipo voladoras) ¿quién hará el trabajo de terraformar ese mundo? ¿Usted se imagina trimillonarios tirando de azada y guadaña en las frías parameras marcianas? Yo no, no lo paso a creer; o guardando en los tinos chicharro en salmuera (muy abundante la salmuera en los polos, al parecer) Es que habría que llevar también los chicharros y arenques desde aquí. ¿A qué son ese dispendio de energías?

Colonizar suena bonito, pero ocurre que los colonos tienen la sana costumbre de independizarse a la menor oportunidad que se les presenta por más benevolentes que sean los virreyes gobernantes. La historia contemporánea del continente americano es sabia en este tipo de enseñanzas, Bolívar y todo eso. Yo soy mucho de chicharro y romería, los arenques me pirran y por las anchoas soy capaz de ir hasta Santoña andando para ponerme como El Quico, pasando por Ondárroa a probar las recién pescadas con unos chacolís fresquitos.

Los tinos para los pescados en salmuera se podrán realizar facilmente con unas impresoras adecuadas pero ¿cómo conseguir arenques en Marte? Y besugos de paso. Viaje a las estrellas.

Crónicas del Campo Santo, Nº 12. En la jaula.

En la jaula se comenta hoy día la infección de la pareja presidencial estadounidense; les deseo una pronta recuperación. Estos cuatro años pasados a base de pan y circo (mediático) son impagables; que todo sea para bien y vayan cayendo redes y barrotes que por más que invisibles nos mantienen prisioneros en una irracional experiencia espacial a bordo de Madre Tierra.


Daniel Paniagua Díez

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