¿Quién nos iba a decir hace dos meses que llegados a este punto estaríamos en la situación en la que nos encontramos? Desde luego que yo no. Y he de decir que los gurús y visionarios la han cagado totalmente. No hay mayor imprevisibilidad que la que procede de la incertidumbre y el desconocimiento.
No voy a entrar a valorar la cagada más gorda, porque ha habido muchas, algunas tremendamente dolorosas y terribles, que no deben ser olvidadas y que será necesario que las recordemos en un próximo evento, llámese elecciones, cuando pensemos y reflexionemos sobre el sentido que le damos al voto y lo que implica la representación que se otorga. Yo lo dejo ahí y que cada cual saque sus conclusiones.
Pasados dos meses, sí dos meses, desde que iniciamos esta etapa de una impuesta reclusión variable, progresiva e incierta, han cambiado algunas cosas. A mí me interesan aquellas que afectan a lo cercano, a lo próximo, a lo de cada día, a lo mundano. Y es así porque son las que con más fuerza sentimos, bien a través de su disfrute, bien a través del padecimiento de su ausencia.
Hay algunas pequeñas cosas que se han relevado de una importancia gigantesca, como los roces, los abrazos, el contacto diario y la necesidad de vivir con y entre personas, que, aunque ni siquiera conozcas, curiosamente echas en falta. Aunque he de decir que se ha producido una mejora considerable al haber podido prescindir, casi en su totalidad, de aquellas que generaban un efecto tóxico en nuestro alrededor. Las auténticas perduran y, de hecho, han incrementado su autenticidad en este periodo, lo que se agradece, porque uno quiere estar rodeado de personas de verdad, no de imposturas.
Hay algunas grandes cosas que eran muy importantes y que, aunque tenemos la sensación que lo siguen siendo, tal vez haya que reconsiderar la importancia que ejercían en nuestra vida. Para los que podemos, la forma de trabajar y la importancia que tiene más allá del sustento económica que afecta a nuestra capacidad vital. Para los que no han podido se ha iniciado un proceso de angustia y reflexión, que nos llevará a, ¿dónde? no lo sé todavía, pero es un camino que habrá que recorrer juntos, evitando que los atajos y los caminos alternativos nos lleven al precipicio
Y hay muchas medianas cosas que están en el limbo, a la espera de recolocar en la escala de importancia que tenían y tendrán. Cada uno tendrá las suyas, posiblemente haya quien las suba de escala y quien las baje. Habrá quien piense en la estupidez que ha cometido durante años asumiendo valor y haciendo cosas intrascendentes. Habrá quien considere que no dar importancia a cosas medianas es consecuencia de que nos hemos vuelto tan exigentes que no somos capaces de disfrutarlas en lo que realmente valen.
Sean las que sean, se coloquen donde se coloquen y se les reasigne el valor o la importancia que cada uno crea adecuado, sólo espero que nadie piense que las suyas son las "más importantes", pequeñas, grandes o medianas, y que caiga en la absurda estupidez que nos ha llevado como humanos a este estado deplorable en el que nos encontramos. Aunque no es ninguna novedad, ya que creo que llevamos muchos años así, consecuencia del modelo de organización que nos hemos impuesto.
Y esto es así porque "siempre e invariablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo". Primera Ley Fundamental de la Estupidez Humana.
Esta entrada es un guiño para mis colegas del Fòrum del Talent.