Dia 15 de confinamiento Covid-19
Ante esta situación he tenido que empezar a correr para poder no hacer nada. Puesto que iba una hora tarde me he puesto a desayunar rápido. Rápido he recogido las cosas, rápido el cambio de sábanas, rápida la lavadora, aunque en su programación adecuada y para estas cosas recomendada.
Rápido he limpiado los baños, he aspirado con minuciosidad nanométrica las partículas inexistentes del suelo. Profusa y rápidamente he atacado el estudio que es donde habitamos casi en exclusividad. He perseguido las motas de polvo como si fuera un cazador de mariposas.
Rápido he salido a la terraza para dar un vistazo a las plantas y embelesarme con el crecer de sus hojas, mientras rápido tomaba el sol. Quince minutos, tal vez diecisiete, esos minutos que recomiendan los expertos. Igual han sido al final más de diecisiete pero lo he hecho muy rápido.
Rápido he limpiado los mejillones que compré ayer para regalarnos un arròs sejat, uno a uno, valva por valva, con un cepillito de uñas, con detalle, pero muy rápido eso sí.
Rápido me he tomado el vermut de las quince horas siguiendo la corriente que llega de no sé dónde, y no sé por qué ya que yo casi nunca tomo el vermut. Bueno, miento, normalmente una cerveza bien fresquita acompaña este momento entre fin de e inicio de, los domingos después de la salida ciclista. Un saludo, socio.
Rápido me he puesto a preparar el arròs. He tardado casi una hora y media, porque debe hacerse con cariño y profesionalidad. Ha quedado al punto de sabrosura, con su capita caramelizada.
Rápido hemos comido, aquí se ha incorporado mi mujer, mirándome como si yo fuera un ser de otra dimensión, como si no me conociera, como si ya empezara a darme por un caso perdido. Asiente. Hemos alargado la sobremesa charlando de nuestras cosas, con unos y otros que han ido llamando y que hemos ido llamando. De tal forma que, rápido rápido, eran casi las cuatro.
Rápido me he puesto a leer un rato, solo un rato. Estaba interesante la lectura y sin darme cuenta se ha prolongado casi dos horas, es lo que tiene cuando se lee rápido.
Rápido un té, bueno algo más de treinta minutos, pero muy acelerados.
Corriendo, corriendo, en realidad pedaleando ya que lo he compaginado con la sesión de rodillo, me he puesto a ver una serie y en un plis-plas me he liquidado un capítulo. Una hora muy veloz, a treinta kilómetros de media.
Rápido me ducho, aunque dejo que durante cinco minutos el agua me relaje.
Rápido he llamado a mi madre y he dejado que me cuente todo lo que quiera y más. El tiempo aquí creo que se ha detenido, no sé tal vez cosas de la física cuántica y de los universos paralelos.
Aplaudimos rápido. Cenamos rápido.
No somos mucho de ver la tele, así que un rápido vistazo a las novedades que nos llegan mediante las diversas aplicaciones y ya son las diez. Es increíble con qué asombrosa rapidez ha pasado el día. No he recuperado la hora perdida, pero eso sí me he ganado el derecho a no hacer nada.
Por cierto, mi hermano que debe tener mucho tiempo, me ha dicho que ha hecho pan. ¡Yo no sé de dónde saca tanto tiempo!
El pan de mi hermano