Acaba de estrenarse una película que me ha dejado un poco preocupado. Se trata de “Cruzando el límite” de Xavi Giménez, no recomendable para menores de edad pero sí para algunos padres, por la temática que aborda más que por su factura. Y me ha dejado preocupado por la situación que recoge y por la trastienda que esconde, más que por las escenas que muestra… que no dejan de ser espeluznantes e inhumanas: la historia es durísima y pienso que extrema, y la violencia física y emocional no es fácil de soportar… pero hay otra realidad peor. Un adolescente al que califican como problemático y agresivo, pasa los días entre el absentismo escolar y las juergas de alcohol, droga y sexo… Cuando su padre le dice a gritos “¡qué más quieres, no te falta de nada!”, y él contesta “me falta una madre y me sobra un padre” –frase lapidaria seguida de otras lindezas– el tono de tragedia y desazón inunda la pantalla.
Superado por las circunstancias, el progenitor acude a internet y ahí encuentra un “Centro de modificación del carácter”, eufemismo para encubrir algo que es más que un reformatorio y peor que un campo de concentración. Humillaciones, vejaciones y torturas para doblegar una voluntad hasta anularla, para acabar de convencer al joven que el cariño no existe… y que no hay otra vía que la de imponerse por la fuerza (curiosa y cuestionable es la identificación que se hace de paternidad, autoridad y disciplina, por otra parte). Resulta absolutamente increíble el espectáculo al que asistimos, y que esta ficción esté inspirada en la realidad de nuestros días y en un país civilizado. Al parecer existen este tipo de Centros, y aunque su método pueda ser algo más sofisticado… no dejar de sorprender que haya quien piense que con disciplina, castigo y maltrato animal –los jóvenes allí encarcelados no son otra cosa que animales– se puede recuperar a un alma despistada: asombra la crueldad y falta de sentido de humanidad de los carceleros, alguno necesitado de tratamiento psiquiátrico.
Por otra parte, duele ver a ese adolescente llamado Fran, que no tiene otra culpa que no haber recibido cariño materno –ni paterno, al menos cómo él lo necesita–, que está tan perdido en un mundo de adultos… que vive al límite e incluso lo traspasa; pero esa realidad es comprensible y disculpable por un tiempo, y por supuesto se pude arreglar. Da tanta pena como la chica, primero muerta psicológicamente y después también físicamente, cuyo drama no necesita comentarios tras verla en la sesión de psicoterapia y en su habitación delante del ordenador.
Pero si lo anterior es para dejar a uno boquiabierto o gritar como lo hace Fran, más preocupante y patética es la actitud de Luis, el padre del chaval, por mucho que haya sufrido en el pasado el abandono de su mujer y se haya sacrificado por su hijo haciendo lo que ha sabido y podido. Precisamente por eso me preocupa, porque ha sabido poco y parece estar en Babia, porque da la impresión de no estar preparado para ser padre y educar a su hijo, para saber darle la seguridad junto al cariño que necesita, para tener la madurez suficiente de enfrentarse a la verdad de su mujer y no huir, para tener la fortaleza de afrontar la cruda realidad y crecerse ante ella, para permitir –empujar habría que decir– que su hijo sea secuestrado y después ser incapaz de rescatarlo… engañado por una campaña de promoción del Centro ridícula y por una argumentación sostenida sobre el miedo.
Por eso, mi mayor preocupación al ver la película no era por el hijo ni por el Centro –por mucho que me indignase–, sino por el padre… y eso a pesar del final complaciente pero de dudoso futuro. En fin, que parece que el adolescente e inmaduro era el padre y no el hijo, y así nos va. Esperemos que este caso extremo sea eso, extremo… y que por esta vez el cine no sea espejo de la sociedad.
En las imágenes: Fotogramas de “Cruzando el límite” – Copyright © 2010 Filmax Entertainment. Distribuida en España por Filmax. Todos los derechos reservados.