Revista Cultura y Ocio

Cuadernos de Lichtengerb en El vuelo de la lechuza

Publicado el 25 noviembre 2015 por Hermidaeditores
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Lichtenberg: la conciencia del Todo

Filed under: Filosofía, Literatura by Carlos Javier González Serrano — Deja un comentario25 noviembre, 2015GEORG CHRISTOPH LICHTENBERGLichtenberg (1742-1799)Por primera vez en español, en espléndida traducción de Carlos Fortea y magnífica edición de Hermida Editores, se publica la colección completa de los enjundiosos Cuadernos del prolífico sabio –aún poco estudiado en el ámbito hispanohablante– Georg Christoph Lichtenberg, a quienes leyeron y estudiaron profundamente personalidades de la talla de Goethe, Kant, Schopenhauer, Tolstoi, Canetti, Wittgenstein, Thomas Mann, Einstein, Freud o Nietzsche. Se trata de una obra marcada por su tono autobiográfico, que el autor redactó para sí mismo (sólo fue publicada póstumamente), en la que Lichtenberg afronta y desarrolla una inverosímil pluralidad de asuntos filosóficos, científicos, humanísticos y, en fin, del todo humanos. Su figura, como comenta Jaime Fernández en la “Introducción” del volumen, es comparable en importancia a la de Montaigne en Francia. Y, sin duda, el parangón no resulta en absoluto desorbitado.Lichtenberg fue hombre de genio –literario, filosófico, científico–, cuyo talante indagador no tuvo límites. Alma ilustre e intelecto excelente y fisgón, desbordado y aguijoneado por la curiosidad, que, sin embargo, en ningún momento elucubra ni se muestra impaciente; la escritura de Lichtenberg se manifiesta clara, contundente, carente de remilgos o pedanterías y, en todo caso, describe el testimonio de la inquietud académica y espiritual de quien llegó a ser una de las mentes más preclaras y distinguidas de su tiempo. Lichtenberg plantea la vuelta a una inocencia muy particular: aquella que observa el mundo con la suficiente ingenuidad como para cobrar consciencia de que, mediante nuestras costumbres (aprendidas por imitación a través de la educación) y usos sociales, hemos creado un aparataje que nos impide estudiar (y disfrutar, y valorar) cuanto nos rodea de manera genuinamente científica, es decir, escudriñadora, inteligente, ardorosa. Con no poca sorna, apunta nuestro protagonista que:
La invención de las verdades más importantes depende de una fina abstracción, y nuestra vida cotidiana es un constante esfuerzo por volvernos incapaces para ella con todas esas habilidades, costumbres, rutinas, en unos más que en otros, y la ocupación del filósofo es desaprender esas pequeñas habilidades ciegas que hemos adquirido desde la infancia mediante la observación. Así que debería ser mucho más barato educar a un filósofo que a un niño.
Como apunta Jaime Fernández, cuatro son los puntos cardinales que “orientaron este espíritu despierto”: imaginación, ingenio, observación y curiosidad, “y todo ello sin alejarse del sentido común, que define como ‘el conocimiento intuitivo y siempre vigilante de la verdad de unos cuantos principios de utilidad general’, y al que se accede persiguiendo cada cosa ‘hasta el último extremo, de suerte que no quede la menor idea oscura”.Y es que, a ojos de Lichtenberg, estamos violenta y fraudulentamente asediados por vicios, manías, rutinas y prácticas que nos impiden advertir y estudiar los detalles, las finezas, partes y determinaciones mínimas que hacen posible la vida: “Las cosas más grandes del mundo –escribe el alemán– son ocasionadas por otras a las que no prestamos atención, pequeñas causas que pasamos por alto, y que terminan por amontonarse”. A su juicio, la costumbre no es más que una “fricción moral, algo que no deja que el espíritu se deslice fácilmente por encima de las cosas, sino que lo une a ellas de tal modo que le cuesta trabajo liberarse”.Georg_Christoph_Lichtenberg2“Lo que yo entiendo por éter moral es en realidad lo que de espiritual hay en nuestras acciones, hasta en las más pequeñas, y lo recorre todo”.Cuadernos LichtenbergEl ser humano, asegura, se ha convertido en un animal doméstico, amaestrado por generaciones innumerables que lastran y aquietan nuestra natural tendencia al conocimiento. Las modas, usanzas de cada época, tradiciones y estilos han hecho de nosotros, de quienes no desean salvarse del imperio de lo gregario, máquinas que viven sin preguntarse por qué ni cómo lo hacen. De nuevo con agria y procaz prosa, escribe Lichtenberg:
Es una buena pregunta qué es más difícil, pensar o no pensar. El ser humano piensa por instinto, y quién no sabe lo difícil que es reprimir un instinto. Así que los espíritus pequeños no merecen realmente el desprecio con el que se les empieza a tratar en todas partes.
En este primer volumen publicado de los Cuadernos el lector encontrará curiosas y muy entretenidas reflexiones sobre la época que Lichtenberg vivió, aquel eminente siglo XVIII alemán, del que se despidió dejando una mayúscula obra escrita que hoy, en parte, podemos disfrutar en español gracias a la laudable labor de Hermida Editores. Los aforismos, sentencias, cartas y textos de diversa índole que recorren el libro se ocupan de la filosofía, de la vida humana, del suicidio, la sociedad y la sociabilidad, la literatura y la ciencia –entre otros muchos asuntos–, en un despliegue de ingenio muy poco común. El cometido de Lichtenberg fue siempre fomentar el pensamiento y el sentido crítico de sus seguidores, alumnos y lectores, a quienes inoculaba el sano veneno de la curiosidad. Uno solo fue su precepto: “Permanece atento, no sientas nada en vano, mide y compara: tal es toda la ley de la filosofía”. Todo un placer literario, intelectual y antropológico que nos acerca a la preocupación por tratar temas universales de la mano de un hombre universal.
La superstición en la gente común deriva de su primera y demasiado intensa instrucción en la religión, oyen hablar de secretos, milagros, efectos del demonio, y consideran muy probable que tales cosas puedan ocurrir en general en todos los ámbitos. En cambio, si primero se les mostrara la Naturaleza misma, contemplarían más fácilmente con respeto lo sobrenatural y misterioso de la religión, cuando ahora en cambio lo consideran algo muy común, y no les parece nada especial que alguien les diga que hoy han pasado por la calle seis ángeles.

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