


En la pinacoteca estamos un rato observando (yo con cara de envidia) a dos restauradores afanados con un cuadro de Caravaggio, la buenaventura. Esto no lo tenemos previsto, pero después de la visita al museo nos da un arrebato y decidimos quedamos a comer allí. Desde el restaurante, que está en la última planta y tiene una terraza enorme, hay unas vistas preciosas de toda la ciudad. Después pasamos fugazmente por la iglesia del Gesú y llegamos a una placita pequeña en la que hay un obelisco sostenido por la figura de un elefante, el famoso elefantino de Bernini. Justo al lado de esta plaza se encuentra el panteón.

