Revista Arte

¿Cuál es el museo ideal?

Por Calamar
Daniel Canogar1. Antes de su construcción, el arquitecto del museo haría consultas previas a artistas, profesionales del sector y a los trabajadores habituales que vayan a hacer uso del centro. El arquitecto no concebiría su edificio como una obra de arte, sino como un espacio para acoger obras de arte. Así, el artista no tendría que adaptar sus obras a las excentricidades del arquitecto, sino que encontraría un espacio versátil y adaptable fácilmente a distintos usos expositivos. En este museo estarían prohibidas paredes en las que no se pueda taladrar, los montacargas demasiado pequeños o suelos que no puedan soportar el peso de grandes obras.2. La dirección del museo quedaría asignada por concurso público, con un jurado de especialistas y profesionales del sector artístico. 3. El museo expondría (con orgullo y sin complejos de inferioridad) a artistas vivos de la comunidad artística local. No les concedería espacios marginales para realizar pequeños proyectos, sino que les daría la oportunidad de presentar su visión en una exposición individual con múltiples proyectos. El museo haría un trueque con sus exposiciones, intercambiando producciones propias con otras llegadas de museos de fuera, consiguiendo, de esta forma, revalorizar y poner en circulación valores locales. 4. El museo eliminaría departamentos basados en técnicas. Crearía áreas realmente innovadoras, interdependientes, ágiles y mucho más orgánicas que los actuales sistemas clasificatorios. 5. El museo tendría a artistas en su Patronato.6. El museo daría una enorme importancia al departamento educativo y tendría, como eje fundamental, conectar con comunidades no directamente vinculadas al mundo del arte. Los talleres con artistas serían un eje principal de su actividad. Esta filosofía convertiría el museo en un verdadero centro de investigación.7. El museo haría un esfuerzo por encontrar innovadores diseños de montaje de exposiciones para reducir significativamente las carísimas partidas destinadas hoy por hoy a este fin. El dinero ahorrado revertiría directamente en la producción de la obra de arte, cuya financiación es siempre tan difícil. 8. El museo crearía redes de colaboración con otras instituciones de creación contemporánea. Se crearía así una sinergia y se evitaría duplicar esfuerzos. 9. El museo no gastaría gran parte de su presupuesto en adquirir obras de los grandes maestros. Éstos se conseguirían a través de donaciones de colecciones privadas. El dinero ahorrado se destinaría a adquirir obras mucho más asequibles de artistas emergentes, quizás, los grandes artistas del futuro.10. El museo no limitaría su actividad a su espacio museístico concreto. Sus proyectos se extenderían a espacios anexos, locales abandonados para proyectos expositivos concretos o espacios públicos. Se crearía así una institución mucho más permeable, dinámica y menos anclada en los límites físicos de la institución.Dora GarcíaUn museo en el que sea un placer estar, un verdadero placer, debe tener por supuesto una gran colección. Pero una gran colección no es en modo alguno tener los cromos apropiados de la historia del arte; debe ser una colección que ha sido adquirida con pasión y convencimiento, una colección que transmite un modo de pensar el arte. La colección debería contener piezas raras, exquisitas, sorprendentes. Su disposición debería superar igualmente mis expectativas, no confirmarlas. Un museo debe tener una personalidad, en fin, una conversación interesante que nos haga disfrutar como nos hace disfrutar la conversación de ciertas personas: ocurrente, con humor, nunca acartonada, nunca de lugares comunes, sin miedo de ser irreverente, ácida, sarcástica incluso; completamente indiferente al buen gusto y a nociones tan soporíferas como el prestigio. Con tales características, a mi museo ideal le daría igual el número de visitantes. Sería un museo elitista, pero para una élite que no se corresponde con ninguna clase social ni cultural existente; sería una élite creada por el propio museo, el museo crearía a su público y no el público a su museo, porque el público no sabe lo que quiere hasta que lo ve. Finalmente, este museo ideal tendría una política de publicaciones, eventos, conferencias, ciclos de cine y de teatro extraordinaria de nuevo por lo sorprendente, traería cosas desconocidas u olvidadas, piezas pequeñas pero claves, piezas que nadie pensó en recuperar hasta que llegó este museo ideal. Este museo no haría distinción de disciplinas pero no se llamaría nunca interdisciplinar, sería un lugar de alegría, soltura y espontaneidad, sin llamarse jamás lúdico ni entertaining, y tendría una gran relación con la ciudad y el barrio sin llamarse jamás popular. Sería un lugar público, y sería gratis. Visto en mirondearte.com y originalmente publicado en elcultural.es

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