En noviembre de 2013, el Sr. Ricardo Bruno me hizo una larga entrevista. Nunca fue publicada. Mis respuestas, creo, conservan la misma validez y frescura que hace una década. ¿Por qué no publicarlas entonces por mi cuenta? Procedo entonces a dar a conocer estas respuestas en nueve episodios, porque no puedo pretender que nadie se trague las casi 7000 palabras que tiene este cuestionario.
RB – ¿Cuál es tu visión del Tango Nuevo?
JMS – El fenómeno del Tango Nuevo se puede analizar desde al menos dos puntos de vista: uno es el histórico (Rovira, Piazzolla, Salgán, y tantos otros), el otro es el estético, el atemporal, el que no depende de momentos históricos. Este es el que concierne aquí.
El Tango Nuevo es la actitud de no conformarse con lo conocido. Es forzarse a mirar más allá del horizonte. Es admitir que hay cosas que no se conocen pero que vale la pena conocer. Es negar que ya ha pasado la última ola y no queda nada por descubrir. Es ir de exploración a territorios poco transitados. Es no resignarse a rumiar, al clonaje, a la fotocopia, a la repetición variada. Es no claudicar ante las momias. (Intencionalmente, esta descripción podría aplicarse a cualquier género musical que no elimine de su arsenal el futuro.)
En el tango, «nuevo» significa inventar maneras aún desconocidas de componer música, escribir letras, pero también de bailar y de oir. En efecto, el Tango Nuevo pide una manera distinta de ser escuchado. Con los textos es claro: ¿qué me importa si Corrientes era angosta, cuando perdí 5000 dólares -honestamente ganados- en el Corralito?
Musicalmente: ¿otra vez sopa? ¿Otro chan-chán más? ¿Tónica y dominante, marcado en 4 de principio a fin (algún 3-3-2 para disimular), melodía que podía haberse escrito en 1920? ¿De veras? (Coro de voces: «¡sí, sí, precisamente eso queremos!»). Esta es la mejor manera de componer placebos en serie. Tangos que no le hacen daño a nadie.
[ Juan María Solare, Bremen, noviembre de 2013 ]