Nichi nichi kore konichi (cualquier día es un buen día), es un verso que ha sido dicho por más de mil años dentro de las escuelas Zen.
Y nos dice que no importa qué suceda, cuál sea la situación, cualquier día es bueno. ¿Bueno para qué? Para todo y para nada a la vez, depende de cómo apreciemos el mundo.
Cada momento que pasa creamos una visión del mundo en nuestra mente, que nos afecta en todo sentido. Si estamos tristes, vemos las cosas terribles. Si estamos eufóricos, vemos todo de forma colorida y feliz.
Pero esta apreciación de la vida no es la realidad. Son sólo máscaras e imágenes generadas por nuestra mente. La realidad es una sola para todos. El problema es que estamos tan ocupados con nuestros sentimientos, que fallamos en verla.
Es decir, una taza es sólo una taza; un contenedor que se llena de algún líquido caliente. Puede ser de cerámica o de plástico. Puede ser de cualquier color o puede estar decorada. O puede no estarlo. Tiene un propósito y eso es todo.
Luego llegamos nosotros y etiquetamos la taza. De pronto se convierte en “la taza que traje de mi viaje”, “la taza que me regaló mi abuela”, “la taza de colección”… y adquiere un significado mágico maravilloso.
Pero la taza sigue siendo sólo eso. Una simple taza. Y ese es el hecho que hay que aceptar.
Cualquier día es un buen día. No importa que estés lidiando con un jefe poco hábil, que las cosas no salgan como imaginas, que alguien amado muera, que no tengas dinero, que no tengas pareja.
Cualquier día es un buen día cuando aceptas la vida como está. Cuando sueltas la envidia, la ira y el orgullo. Cuando no te clavas haciendo planes o creando fantasías que no sabes si sucederán. Cuando te esfuerzas por que la razón sea más poderosa que la esperanza.
Cuando vives sólo por hoy y aceptas la vida como está, no importa la prueba por la que estés pasando; tu mente puede ver opciones a las que estaba cegada.
Y eso es igual a tranquilidad, aunque estés en el ojo de la tormenta.