Artículo publicado en Psychwire por el Dr. Russ Harris, profesor de ACT de renombre mundial y autor del bestseller La trampa de la felicidad.
Recientemente me hicieron una gran pregunta en uno de mis cursos en línea.
Pregunta:
“A veces los consultantes experimentan depresión y ansiedad debido a la fusión con ideas religiosas, preocupaciones de que “no son lo suficientemente buenos cristianos“ o de que “no han abrazado a Cristo correctamente”. Afirman que ser un “buen cristiano” es su valor, y luego se castigan cada vez que se desvían de eso. ¿Cómo puede uno desengancharse de los pensamientos inútiles relacionados con las creencias religiosas sin dejar de avanzar con los valores propios?
Esta fue mi respuesta:
Una pieza muy importante de este trabajo es distinguir entre valores, reglas y juicios personales. “Ser un buen cristiano” no es un valor, en el sentido ACT de la palabra; al igual que “ser un buen amigo” o “ser un buen padre o madre” o “ser un buen musulmán, hindú, judío o budista” no son valores. Más bien, se trata de autojuicios, autoetiquetas, autodescripciones. Recuerda, en ACT, los valores son cualidades de acción deseadas: cómo quiere comportarse; cómo quieres tratarse a sí mismo, a los demás y al mundo que te rodea. Entonces, para extraer valores que están por debajo del objetivo de “ser un buen XYZ”, debemos explorar: ¿Cuáles son las cualidades de un “buen XYZ”? ¿Cuáles son las cualidades de un buen cristiano, judío, hindú, musulmán, amigo, madre, padre? ¿Cómo se tratan a sí mismos, a sus amigos, a su familia, a sus vecinos, a sus compañeros de trabajo, al mundo que los rodea?… etc., etc.
De esta manera, podemos desentrañar los valores fundamentales del consultante, por ejemplo: amor, bondad, justicia, honestidad, compasión, gratitud. Así mismo queremos distinguir claramente los valores de las reglas (por ejemplo, “debo siempre vivir este valor a la perfección”; “no debo fallar”) y los juicios personales (por ejemplo, soy un mal cristiano, amigo, madre o soy una buena cristiana, amiga, madre).
También es útil explorar conceptos como: “el palo y la zanahoria” para la motivación (golpearse a sí mismo es una mala manera de motivar el cambio de comportamiento; funciona hasta cierto punto, pero con grandes costos); a diferencia de la autoaceptación y autocompasión; vivir con flexibilidad los valores versus seguir rígidamente las reglas. Básicamente, podemos tratar estas creencias de la misma manera que trataríamos otras reglas rígidas sobre cómo uno debe o debería comportarse: primero, normalícelos y valídelos; luego observe sus funciones adaptativas, por ejemplo: “esta es tu mente tratando de ayudarte a ser una buena persona, hacer el bien en el mundo, y a veces esto realmente funciona, realmente ayuda”, luego evalúa los costos: “desafortunadamente, en otras ocasiones, no ayuda; cuando mantiene estrictamente estas reglas, termina deprimido, ansioso, miserable” —considera usar la metáfora de “Su mente es como un amigo demasiado útil, que se esfuerza tanto por ayudarte que a veces se interpone en tu camino”.
Entonces podemos:
Explorar los valores que se esconden debajo de la etiqueta de “buen cristiano, amigo o madre”. Luego se puede distinguir los valores de las reglas (por ejemplo, “ser cariñoso” versus “siempre debo ser cariñoso, y si no lo soy, soy malo”). Explora formas flexibles (grandes y pequeñas) que mejoren la vida de vivir esos valores de maneras. Aprende a tomarse a la ligera los juicios personales, tanto positivos como negativos: intenta eliminar juicios como “soy un buen XYZ” o “soy un mal XYZ”. Además de todo esto, queremos hacer una gran cantidad de trabajo en la aceptación (porque cuando comiencen a mantener estas reglas de manera más liviana y flexible, es probable que surja mucha ansiedad, y esos sentimientos requerirán buenas habilidades de aceptación). Y por último, pero no menos importante: mucho trabajo de autocompasión.
Nota: todas las estrategias anteriores se aplican a muchos problemas clínicos diferentes en los que las personas siguen estrictamente reglas estrictas y son muy autocríticas cuando se equivocan. El “perfeccionismo” es un ejemplo obvio.
Artículo publicado en Psychwire y traducido para su re-publicación en Psyciencia.