Revista Diario

Cuando el río suena...

Por Mamaenalemania
A pesar del bombo (no el mío, que ahí sigue) y platillo que se le ha dado al tema de la multiculturalidad en Alemania en los últimos meses, más que indignados, los teutones parecen aliviados.
Que Merkel (de derechas, se supone) diga que el modelo multicultural ha fracasado estrepitosamente no es tan escandaloso. Pero que un político de izquierdas (del partido socialista, vamos), publique un libro en el que diga textualmente que la inmigración atonta (de hacerla de menos, no de despiste, se entiende) Alemania, ha sido la gota que ha colmado el vaso.
Parece que este estar de acuerdo de los dos lados (y que nadie me pregunte por qué se ha obviado hasta ahora que el socialismo es una ideología intrínsecamente nacionalista) parece haber liberado a los caracelga (los del sur sobre todo) de la poca corrección política que les quedaba.
No se asuste nadie, por favor, que piedras no tiran. Te las meten en los zapatos, eso sí.
Adivino algún rictus desaprobatorio o decepcionado cuando, después de tener a toda la cola del supermercado haciéndole carantoñas al pequeño rubio (y cómo no, si está divino), su madre se dirige a él en un idioma extranjero. Que mi alemán se acerque más al de Goethe que el de muchos autóctonos de la zona (la de los Spätzle, sí) choca si acaso más, por no entender mi empeño en que el niño sea las dos cosas pudiendo enterrar en el pasado la otra (si total, para ir a MaLorca no hace falta hablar español, ¿no?).
A mí esta actitud me molesta, claro (entre otras cosas porque la integración ha fracasado en gran medida por su culpa), pero a chula aquí no me gana nadie. Por varias razones: hablo alemán, he estudiado en Alemania y lo que me retiene aquí no es el país (ains, el amor…).
Ahora estoy expectante, con la manta a mano por si me la tengo que liar a la cabeza. Y es que mi au-pair volverá dentro de un rato de la Spielgruppe (grupo de gateo) del mier(rrr)dapueblo.
Teniendo en cuenta las temperaturas (ya han caído los primeros copos), la falta de parques y ese espíritu maligno que parece apoderarse de los niños cuando están todo el santo día metidos en casa, me pareció una buena idea, tanto para él (por eso de estar con otros y socializar un poco), como para ella (al fin y al cabo, conmigo en casa poco alemán habla).
La ilusión se tornó indignación cuando la pobre llegó la semana pasada de su primera sesión de marujeo mierdapueblil. Por no hablarla, no le habían preguntado ni su nombre. Y no, no es una chica tímida y sosa con pocas ganas de aprender, sino todo lo contrario. La Conversación (sólo consiguió entablar una) que tuvo en 2 horas se limitó a un “Wie heisst du?” (que por supuesto formuló ella) y un estrictamente necesario “Fulanitin.” Y ya.
Espero que hoy sean más simpáticas. O igual es que son más listas de lo que yo pensaba porque, después de enterarme de que un tal Peter Trapp propusiese un IQ Test para los inmigrantes a Mantequillalandia, no me extrañaría que los propios caracelgas quisiesen participar, a ver si suspendiendo les destierran a MaLorca por el morro.

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