La petición de socorro a la OTAN por parte del gobierno de España es un reconocimiento explícito de su fracaso en la gestión de la lucha contra la pandemia. España, es el país del mundo con más muertos por millón de habitantes y no hay otro culpable de esa tragedia que el gobierno inepto, mentiroso, irresponsable y peligrosamente estúpido que tenemos, un gobierno que merece ser juzgado y condenado por el inmenso daño causado a la nación. Miles de muertos, decenas de miles de contaminados, millones de españoles asustados recluidos en sus hogares, millones de puestos de trabajo perdidos, miles de empresas arruinadas, la economía destrozada y un virus descontrolado que ha puesto contra las cuerdas el Imperio "progre" que quería construir Pedro Sánchez con la ayuda de los comunistas y golpistas antiespañoles. España está llena de dolor y de caos. Muchos médicos y enfermeros están indignados porque el gobierno los envía al matadero sin mascarillas, sin protección, indefensos frente a una enfermedad letal. Son auténticos héroes que merecen otro trato y que también reclaman el castigo de sus verdugos. Todo esto tiene que ser investigado y juzgado en los tribunales de Justicia. Los que han causado tanto daño y cometido tantos errores e insensateces, envueltos en la arrogancia y revestidos de un poder que no merecen, tienen que pagar sus culpas. Si no lo hacemos, España nunca será una verdadera nación y se arrastrará como un gusano enfermo por muchas décadas. Pero son los muertos y los que se debaten en las camas de hospital entre la vida y la muerte los que exigen y reclaman con más fuerza que sus verdugos sean juzgados y castigados. Y España está obligada a sentarlos en el banquillo, donde tendrán que hacer algo que siempre se han negado a hacer: rendir cuentas de sus actos y pagar por lo que han hecho. ---
La Justicia existe no sólo para castigar a los delincuentes, sino también para dar voz a los que no la tienen, sobre todo a las víctimas de homicidios, voluntarios o involuntarios. En las democracias, la Justicia es también pura vitamina para el sistema, que se basa en los valores y en la defensa del bien común.
Los muertos españoles del coronavirus reclaman tener voz y eso nos obliga a sentar a la casta en el banquillo. Algunos tienen que hablar por los muertos y entre todos tenemos que aclarar lo que ha ocurrido y saber por qué hubo tantos errores, fallos, imprevisiones, retrasos e insensateces. No bastará con salir en televisión y con el rostro compungido decir "Me he equivocado". Se trata de pagarlo con el castigo merecido, sin impunidad, para que la sociedad española respire en paz y para que los muertos dejen de saltar y gritar indignados desde el más allá.
La Justicia tiene que juzgar los delitos y también resarcir a las víctimas. La Justicia tiene que castigar de forma ejemplarizante para que en el futuro no regresen los criminales y para disuadir a otros que sientan la tentación de aplastar, cazar, gobernar sin tino, causar dolor y destrozar vidas. No hay perdón posible para los que causan tanto dolor y muerte.
El castigo de los culpables tendrá efectos terapeúticos de gran alcance para un país como España, que lleva demasiado tiempo gobernado por insensatos y miserables que han optado por enfrentarnos, por empobrecernos y por anteponer siempre sus propios intereses al bien común. Cuando los culpables sean castigados, un viento limpio y saludable barrerá España e norte a sur y de este a oeste y la limpiará, por lo menos parcialmente, de inmundicia y vergüenza.
Esto no se va a acabar cuando nos digan que ya no hay virus en el ambiente y que podemos salir de los hogares sin miedo. Es precisamente entonces cuando empezará la parte más brillante y saludable, el desenlace de la tragedia, el momento del castigo de todo el que fue miserable y se dejó llevar por la bajeza, la torpeza y la maldad.
Estamos sufriendo demasiado y está muriendo mucha gente para que cuando esto termine todo siga igual. Será bueno para el país acudir a la plaza pública para contemplar como los que nos hicieron polvo y nos causaron tanto dolor y muerte sufren el castigo que han ganado a pulso.
No somos ilusos y no creemos que el mundo va a cambiar tan sólo porque los que gobernaron con maldad y egoísmo estúpido sean castigados. La política de baja estofa no va a desaparecer, pero será muchos más débil y estará estigmatizada. Los canallas no serán erradicados, pero les costará mucho lograr lo que ahora han conseguido, que es apropiarse del Estado y ejercer el poder sin acierto y sin un sólo gramo de grandeza.
España tiene que redimirse después de esta tragedia y sustituir a los peores con los mejores, suplantando el egoísmo, el abuso de poder la corrupción y la rapiña por la generosidad, la entrega, la inteligencia, el respeto y el culto a los valores.
Francisco Rubiales