Julián Romea retratado en Los Poetas Contemporáneos (Wikipedia).
El actor español Julián Romea (1813-1868) era de una soberbia escandalosa, igual a la que practican hoy muchos políticos y funcionarios mexicanos tan alejados de la gente que ya ni la escuchan.
Durante un entreacto, el representante de la empresa que patrocinaba un evento intervino tímidamente para decirle:
–Don Julián, parece ser que no le oyen a usted desde las últimas filas de las butacas.
Don Julián se limitó a contestar:
–Que se acerquen.
¿Quién debe acercarse a quién?
En el actual ambiente político surge la pregunta: ¿Quién debe acercarse a quién?, ¿el gobierno a la gente o la gente al gobierno?
Si partimos del postulado de que “la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, como decía Abraham Lincoln, la conclusión es que el gobierno es quien debe acercarse al pueblo, porque simplemente lo representa en una república como la nuestra.
Pensar en sentido contrario es sumisión, obediencia ciega del pueblo hacia el gobierno, es decir, una brutal dictadura que no tiene cabida en los tiempos modernos.
Por lo tanto, en el actual entorno político y social es necesario retomar las prácticas democráticas de convencer, no de vencer, porque es muy fácil caer en la tentación de imponer ideas cuando se carece de inteligencia y habilidad para demostrar que estas son buenas.
Convencer, no vencer, es un viejo principio de convivencia humana que lamentablemente se olvida no sólo en las relaciones sociales más comunes, sino también entre gobiernos de todos los niveles, en la política, en la religión, en los negocios, etcétera.
“Cada cabeza es un mundo” dice el viejo refrán, y en efecto, cada quien piensa como quiere y con frecuencia lo expresa, sobre todo en estos tiempos de Internet donde se abren tantas libertades de comunicación que rayan en el libertinaje.
Diálogo y convencimiento
Obvio es que cada quien defiende sus intereses, sus objetivos, su estilo de vida, y cuando se le presentan alternativas de cambio tiene derecho a exigir aclaraciones, es decir, que le demuestren el por qué y el para qué de las cosas.
Convencer, no vencer, es por lo tanto la tarea de los políticos que luchan por el poder en México, así como del gobierno en sus distintos niveles.
Ocurre que muchas autoridades, muchos líderes, no sólo de aquí, sino del mundo entero (el signo del odio y la violencia campea en la redondez de la Tierra), hinchados de poder y soberbia quieren resolver todo a su manera, con absoluta intolerancia, sin el menor respeto al sentir de los demás.
En México como en muchas partes del mundo hay problemas muy serios: inseguridad, corrupción, injusticia, pobreza, desigualdad, ignorancia, desempleo, deterioro ambiental, pero no los vamos a resolver con actos prepotentes de soberbia, de intolerancia, de aplicación indiscriminada de la fuerza, que han demostrado su ineficacia a través de la Historia, sino a través de una paciente labor de diálogo y convencimiento.