Revista América Latina
“No se muevan de sus asientos ni cambien de canal porque nos hará perder plata con los anunciantes, amables televidentes. Se viene algo inédito, fresquito, sorprendente y recién adquirido por nuestra producción; algo con lo cual usted va a satisfacer su morbo y seguir siendo un completo imbécil, un ente totalmente idiotizado, sin criterio ni raciocinio, manipulado por el artefacto que tiene enfrente, por esa caja boba que no puede dejar de ver”, es lo que realmente nos dice el conductor de un noticiero cuando anuncia un reportaje que será reproducido luego de la pausa comercial: “Al regresar: ¡Robos incrementan por fiestas navideñas! (lo expresa de tal manera que los televidentes que le escuchan y observan, deducen que este sujeto acaba de descubrir la pólvora). Imágenes exclusivas de las cámaras de seguridad ubicadas en zonas estratégicas de la capital y de diferentes ciudades en el interior del país, que muestran las diferentes modalidades de robos: asaltos a mano armada, asesinatos a sangre fría, balaceras, violaciones y demás salvajadas cometidas por los más avezados y sanguinarios delincuentes que produce el Perú y que hoy le vamos a mostrar. Usted podrá ver cómo es que la gente pierde sus pertenencias e incluso sus propias vidas. No se mueva. Ya regresamos”.Ese reportaje no es otra cosa más que un auténtico “Manual de la Violencia y la Barbarie” con el que contribuyen diariamente todos los medios de comunicación sin excepción alguna. ¿De verdad creen que la prensa no quiere grabar más violencia? Si eso pasa, se les acaba el rating, la chamba, la plata. ¿Estarán dispuestos a renunciar a todo ello? ¿Estarán dispuestos a reestructurar sus programas y ofrecer contenidos que eduquen y formen mejores ciudadanos? Por supuesto que no. Y reto a que alguno de ellos se pronuncie y que difiera en lo que afirmo a través de estas líneas. Nunca he visto tanta hipocresía junta. Cómo creer en ellos si a diario demuestran querer más y más sangre, desesperarse por ser los primeros en conseguir la primicia, incluso negociar con ella: comprarla en los centros de monitoreo de las “cámaras de seguridad” del serenazgo y luego emitirla en toda su programación bastarda. Piensan en todo, dicen, pero en lo que nunca piensan ni se preocupan es en desterrar a esa lacra social que nos está acabando por dentro. Siempre piden paz pero jamás dan el ejemplo empezando el cambio en sus propios espacios, en sus propias vidas; nunca ofrecen más que a una simple retórica llena de palabras vanas e insustanciales que se pierden con ayuda del viento. Creen que con solamente decirlo públicamente cumplieron con su labor. Todos sabemos que cuando los hombres estúpidos hacen algo que les avergüence, siempre terminan diciendo que sólo cumplen con su deber. Y lo comprobamos al día siguiente, en la siguiente edición de su programa noticioso.Y pensar que muchos de estos individuos se convierten en líderes de opinión y en los periodistas más poderosos del país. Claro, vilmente asociados con las encuestadoras y otros poderes fácticos. Por eso es que digo: este país nunca va a curarse, porque no soporta ni la enfermedad ni la cura. (Guillermo Peña H.)