Revista Medio Ambiente

Cuando las vacaciones implican bañarse entre basura

Por Ne0bi0 @buenosviajeros

No sé si conocéis Periodismo Humano, que es un proyecto ) que apuesta por periodismo de calidad, de denuncia, y que no sirva a los poderes sino que los controle y supervise. Y todo ello sin caer en el amarillismo. Sin ánimo de lucro (pero sí  de supervivencia

Esta pequeña introducción, viene a cuento, de que Mónica G. Priego, una de las mejores corresponsales de guerra de Oriente Medio -según Maruja Torres- ha escrito un artículo que encaja perfectamente con la temática de este blog. Mi conclusión es que la ecología y la gente “concienciada” no deben ser algo exclusivo de las sociedades “más avanzadas” sino de todo hijo de vecino. Los problemas ambientales son globales y los que vamos a sufrirlos somos los jóvenes. Por eso me inquieta que los líderes tengan 50 o 60 años de media. Ellos han crecido sin saber lo que es un ecosistema, no les importa demasiado el cambio climático y el PIB como referente supremo está grabado en su ADN…

No me enrollo más.

Aprovechando la licencia Creative Commons 3.0, me permito compartirlo con vosotros a continuación:

La crisis medioambiental en Oriente Próximo, sumada al cambio climático, pone en peligro los ecosistemas de la región.  Activistas libaneses promocionan la filosofía Basura Cero con el objetivo de reducir el consumo innecesario, imponer el reciclaje y acabar con medios tan contaminantes como los incineradores de basura.

Cuando las vacaciones implican bañarse entre basura

Bañistas en la Corniche de Beirut. Los desechos son visibles en toda la costa libanesa. (Mónica G. Prieto)

Sonaba a vacaciones ideales. Viajar al país del Cedro, la joya de Oriente Próximo, donde se funden el ecosistema europeo y el africano, un país con 225 kilómetros de costa, valles impenetrables y bosques milenarios, y disfrutar de sus parajes naturales y de sus playas aprovechando la extraordinaria infraestructura hotelera y las reducidas dimensiones del país. Pero la decepción llega al frecuentar cualquiera de sus ultralujosos resorts privados costeros: las instalaciones son intachables y las piscinas apetecibles, pero bañarse en el mar implica, necesariamente, nadar entre basura.

Bolsas de plástico, envoltorios de PVC, restos orgánicos en descomposición… “Los libaneses solemos decir que nuestro mar es como una ensalada de tabbouleh: nunca sabes lo que puedes encontrar dentro”, bromea Nada, una joven beirutí frente a la costa de Jounieh, uno de los destinos turísticos por excelencia del país. La situación es tan dramática que, hace unos días, Greenpeace urgió al Ejecutivo libanés a crear “una red de reservas marinas en las aguas costeras libanesas” que protejan el ecosistema marítimo, en serio peligro.

Es una más de las innumerables contradicciones libanesas: en el país más moderno de Oriente Próximo, donde la comida orgánica hace furor y el ecoturismo se ha puesto de moda multiplicando el número de establecimientos en los dos últimos años, la situación de sus bosques y mares es trágica. Tanto, que UNESCO amenaza con transferir el Valle de Qadisha, también conocido como Valle de los Santos, uno de los refugios del cristianismo más antiguos de la Humanidad, de su lista de Patrimonio Mundial a la lista de Patrimonio Amenazado,primer paso para eliminarlo del elenco de zonas protegidas. Sobre el terreno, una bellísima zona escarpada salpicada de antiguos monasterios, los restaurantes, proyectos urbanísticos e incluso las carreras de todoterrenos están cambiando la fisonomía del valle.

Cuando las vacaciones implican bañarse entre basura

La basura intoxica el ecosistema marino. (M.G.P.)

Estamos espantando a los turistas”, se lamenta Wael Hmadian, director de IndyACT (la Liga de Activistas Independientes), una de las asociaciones más comprometidas con la defensa del Medio Ambiente en el Líbano. “Lo que hace del Líbano un sitio especial es nuestro ecosistema, ser el punto de encuentro entre Europa y África. Comparado con el resto de la región, pura sabana, este país es una bendición y eso es lo que atrae el turismo”. Esa diversidad sumada a la modernidad de sus instalaciones, a su ambiente plural, multiconfesional y liberal -en comparación con el resto del mundo árabe-, y a la reciente estabilidad política han recuperado al Líbano como destino turístico predilecto entre los árabes y emergente entre los europeos. “Somos el único país del mundo con un árbol en su bandera, y en lugar de potenciar esa distinción, de mantenernos verdes, nos hemos convertido en una jungla de cemento. Nuestros recursos acuíferos y nuestros bosques están en peligro, y si a eso le sumas el cambio climático lo tenemos todo para espantar el turismo”.

El caso del Líbano es uno de los más trágicos de todo Oriente Próximo, una región en grave peligro a causa del cambio del clima y de la desidia ecológica de sus gobernantes, como quedó patente en el informe Cambio Climático en el Medio Ambiente Árabe. Elaborado por el científico egipcio Mustafa Tolba, responsable del Programa Medioambiental de la ONU (UNEP) durante 17 años, y el libanés Najib Saab, secretario general del Foro Árabe y uno de los más reputados expertos regionales en ecología, el informe trataba de concienciar de los riesgos y llamar a la acción antes de que sea tarde.

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Bosque de cedros milenarios, en Tannourine. (M.G.P.)

Las conclusiones del informe son apabullantes:con o sin cambio climático, dentro de 15 años todo Oriente Próximo tendrá carestía de agua. En sólo 80 años, dejará de ser fértil. La desertificación se acelerará por el incremento en las temperaturas si los líderes no toman medidas que frenen el deterioro y la región será la más afectada del mundo, sólo por detrás de las islas más pequeñas del planeta, por el cambio del clima.

Al margen del cambio climático, esta es una zona seca, como lo es parte de España. El uso insostenible del agua y la agricultura insostenible sólo contribuyen a empeorar el problema incluso en lo que se llama el Creciente Fértil, que incluye Líbano, Siria, Irak y Jordania. Un estudio japonés de 2008 afirmaba que a finales de siglo se habrá perdido todo signo de fertilidad“, aseguraba en una entrevista celebrada con esta corresponsal hace unos meses. “Parte del problema ha sido creado por el hombre, como las presas turcas construidas sin consideración o las malas prácticas agrícolas. En Irak, Egipto y Siria se inunda las superficies cultivadas en lugar de regarlas, lo cual es malo para el suelo y para el agua. En Egipto, el 30% del agua fresca es destinada al riego. Imagine esto sumado al ascenso de temperaturas. Si no se toman medidas, en 2025 todos los países árabes salvo quizás Irak y el Líbano sufrirán sequía“.

Como el experto libanés, presidente del centro de recursos medioambientales MECTAT y responsable de la prestigiosa revista Al Bia wal Tanmia (Medioambiente y Desarrollo) indicaba entonces, todo eso implicará movimientos de población y, en última instancia, hambrunas. El problema del agua es uno de los más acuciantes, pero no el único en una zona del mundo donde algunos centros comerciales erigidos en pleno desierto, como los de Dubai, albergan pistas de patinaje sobre hielo.

“Toda la región tiene un bajo nivel de eficacia en el uso de la energía. No hay regulaciones, no se penaliza a quienes consumen de forma excesiva. Cuando se da la energía casi gratis, no se puede exigir un consumo moderado“, insistía Saab. Es otro ejemplo más de las muchas políticas insostenibles, como la construcción de islas artificiales en Dubai, Kuwait o Qatar, que se dan en la zona. “Eso es una absoluta locura. No se han hecho estudios del impacto medioambiental de esas islas, pero el constante movimiento de arena que requieren interfiere en la naturaleza“. Además, el crecimiento del nivel del mar las convertirá tarde o temprano en atracciones subterráneas. “No pueden ser usadas como estructuras temporales, no hay visión a largo plazo“, destacaba el ecologista.

Meses después de su formación, IndyACT ya trató en 2007 de advertir sobre el aumento del nivel del mar con una interesante campaña: colgar por todo Beirut una cinta azul con la consigna “nivel del mar” a un metro de altura, una forma de concienciar a los ciudadanos de lo que se aproxima si no se toman medidas. Todas las campañas ecologistas de la Liga de Activistas (que también promueven y patrocinan a multitud de ONG enfocadas a otros problemas sociales, no sólo el Medio Ambiente) son igualmente visuales y bastante efectivas.

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Campaña contra el Cambio Climático. (IndyACT)

Un buen ejemplo es la acontecida en noviembre de 2009, justo antes de la Cumbre del Clima en Copenhague: dos miembros de la Liga disfrazados de Saad Hariri y Michel Aoun, primer ministro (entonces en funciones) y líder cristiano de la oposición, respectivamente, se dejaron ver discutiendo -como los originales- por su participación en el Gobierno pero en un entorno diferente, dentro del mar. Mientras las sosias defendían sus sillas, una activista sostenía un cartel que rezaba: ‘Comenzad a pensar: nos estamos ahogando”. La foto acaparó portadas y llevó al primer ministro Hariri a reunirse con ellos: como resultado del encuentro, elevó la representación libanesa en Copenhague al máximo, acudiendo en persona a la cumbre acompañado de varios ministros y asesores.

El último objetivo de IndyACT parece tan utópico como necesario: convertir al país del Cedro en el primer país del mundo que aplique a nivel nacional la filosofía Basura Cero, una forma de reducir la cantidad de desechos per cápita y sobre todo su calidad y tipo, de forma que sean fácilmente reciclables. Parece imposible en un país que alberga una montaña de basura de 20 metros de alto y 300 de largo que se cierne sobre el mar en la ciudad de Sidón, la misma acumulación de desechos que filtra residuos tóxicos al mar y desprende la basura que termina acumulándose en las playas libanesas. En las costas públicas, los ciudadanos suelen tirar su basura al mar con una naturalidad pasmosa. En las privadas, los trabajadores recogen los residuos de la arena, pero no pueden hacer frente a todo lo que llega por el mar.

Es un problema básico: la ausencia de servicios públicos competentes -sobre todo, fuera de Beirut- ha llenado el Líbano de basura. El país del Cedro produce 4.000 toneladas de basura diaria y no existe un programa eficaz de reciclado. Sin embargo, sí existe cierta conciencia social, como demuestra la experiencia de Arab Salim, un municipio del sur del país, cerca de la frontera, que en plena ocupación militar israelí emprendió un programa de reciclado que aún hoy se mantiene y que ha reducido su basura en un 80%.

El tipo de deshechos que tenemos es más fácil de eliminar que en Europa. La mayor parte son desechos orgánicos, los electrónicos o tóxicos son porcentualmente muy inferiores a los que tienen en Europa”, prosigue Wael Hmadian, quien convocó la pasada semana en Beirut una conferencia con expertos de todo el mundo con la consigna “De la gestión de desechos a la gestión de material: Basura Cero en el mundo árabe”, una forma de introducir el concepto en Oriente Próximo y, especialmente, en el país del Cedro.

Cuando las vacaciones implican bañarse entre basura

Montaña de basura de Sidón.

El Ministro de Medio Ambiente libanés falló a los organizadores, quienes dirigen su campaña precisamente al Gobierno. “Es principalmente un problema legislativo. El Gobierno debe forzar el cambio mediante las leyes: imponiendo por ley la prohibición del PVC, aboliendo productos tóxicos que hoy se emplean sin necesidad alguna… Cuando la industria diseña un producto no piensa en que sean seguros para el Medio Ambientesus criterios son cuánto voy a vender, cuánto beneficio voy a sacar, cómo aplicar embalajes innecesarios, tan atractivos y tan tóxicos, para atraer el consumo… La legislación Basura Cero vincula el beneficio al impacto medioambiental […], implica producir de forma menos tóxica y más fácil de reciclar pero conservando las ganancias”.

Una de las prioridades de esta política medioambiental esreducir el consumo, como ya demostró el afamado documental La Historia de las Cosas, de la activista norteamericana Annie Leonard. “En los países en vías de desarrollo es más fácil implantar la política de Basura Cero que en países desarrollados, ya que se basa en el problema del consumismo. En el Norte el consumo es parte de la cultura, y es varias veces mayor que en el Sur. Hay que entender que es posible desarrollarse sin incrementar el consumo. La actual dirección del desarrollo no es sostenible, hay que buscar nuevas vías, y eso es más fácil hacerlo en países que aún no han encontrado su propia dirección para desarrollarse”, explica Wael.

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El fondo marino de Sidón. (AFP)

Parte de la legislación está destinada a regular qué se hace con los desechos, que hasta ahora se entierran en Beirut. Los incineradores son el mal con mayúsculas para el Medio Ambiente, dada la cantidad de toxinas que emiten, y los ecologistas no dejan de luchar contra ellas. La presión de los grupos ecologistas ya había logrado cerrar, en los años 90, los dos existentes en el Líbano. Más recientemente, en marzo de 2007, IndyACT promovió un movimiento social contra los incineradores en toda la región árabe. Sin embargo, ahora se ha vuelto a presentar ante el Parlamento de Beirut un nuevo proyecto para abrir un incinerador de basuras. “Es un problema de desconocimiento. Solemos decir que los incineradores son la solución de los políticos perezosos. Son caros y muy contaminantes, y si se invierte en ellos no se invierte en sistemas de reciclaje”. Los activistas confían en que la presión popular aleje la idea para optar por soluciones más ecológicas, como la legislación Basura Cero.

Queremos hacer del Líbano el primer país Basura Cero del mundo para así tener algo de lo que sentirnos orgullosos más allá de nuestra imagen y nuestra superficialidad”, concluye Wael. Todo un reto en uno de los países que peor cuida su Medio Ambiente en Oriente Próximo, pero en absoluto imposible. “Cada vez hay más iniciativas ecológicas en la sociedad, lo que demuestra que el terreno es propicio: ahora le toca al Gobierno redefinir esta nación”.


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