Ayer votó una Catalunya exhausta, harta de juegos de palabras en los que siempre acaba embaucada y pagando las cuentas. Y sentenció contra CiU, el partido en el poder que ha abanderado con firmeza una de las eras más oscuras de Catalunya. El resultado, por lógica, no podía ser muy diferente al que se produjo ayer, pero los líderes convergentes habían apelado al sentimiento, a la emoción, para perpetuarse otros cuatro años en el poder y denostaron la lógica y creyeron que podrían burlarla de la misma manera que han hecho con los derechos de los ciudadanos a los que dicen servir. El resultado fue un batacazo, pero no del soberanismo. Tampoco iban tan equivocados al fin y al cabo. La senda de la independencia ha ganado votos y escaños, no así el partido en el poder que se subió al carro de la protesta del pasado 11 de septiembre con el fin de coger las riendas para aprovechar el rédito electoral. Consciente de la memoria de pez del votante medio, el día de elecciones tenía que ser cuanto antes para sacar el máximo provecho y abanderar el descontento que creyeron era contra otros.
¿Catalunya independiente? Sí, el arco parlamentario se ha escorado hacia los representantes soberanistas, con el encumbramiento de ERC, cuyos votantes han primado su esencia y olvidado definitivamente su gestión en el tripartito; con la entrada de la CUP, izquierda independentista y participativa, y el aumento de IC-Verds, también partidarios de un referéndum para que los catalanes decidan, aunque no haya una clara consigna. Libertad para elegir, de todas formas. El cinturón rojo ha hecho honor a su nombre y ha votado en masa al PSC, evitando una debacle estrepitosa. Se lo tendrían que hacer mirar.
CiU, saludando anoche. Foto: Julio Carbó (El Periódico)
Y los catalanes dijeron ayer ‘no’ a que ese proceso vaya liderado precisamente por los generales más fieros del ejército de recortadores en esta guerra sin tregua contra los ciudadanos, las clases medias y medias-bajas, contra los vulnerables y contra esas masas silenciosas que no se manifiestan y de las que hablaba Rajoy, nacionalista igual pero con réditos políticos más suculentos. En estas elecciones, con una participación ahora sí excepcional de casi el 70%, los invisibles han hablado alto y claro. Las ínfulas de Mas viéndose a sí mismo liderando un camino hacia la independencia que nunca fue suyo ni de su electorado fiel, demuestra el profundo desconocimiento de las necesidades de su pueblo y su lejanía de la sociedad que pretende dirigir. Muy preocupante. Ayer los catalanes fueron a votar recordando que Mas prometió reducir el paro a la mitad y éste ha aumentado en 135.000 personas, que hizo de Catalunya la cobaya en el copago sanitario, con unas protestas muy exitosas que su policía se encarga de disolver contundentemente, que erradicó el impuesto de sucesiones que grava a los más ricos, que ha rebajado el sueldo a los funcionarios, que ha liderado, eso sí, los mayores recortes en Sanidad, Educación y servicios sociales mientras su apuesta de futuro pasa por un macrocasino que, afortunadamente, se irá a Madrid, amén de los casos de corrupción asociados al Palau de la Música, las comisiones, la financiación… Catalunya independiente sí, pero de Mas.