Según la página 8 del catálogo del 21º BAFICI, el festival cuenta con el apoyo de la Embajada de Francia en Argentina, del Institut Français d’ Argentine, de la Alianza Francesa, del Diálogo Franco-Argentino, y sin embargo este mismo festival proyecta una copia doblada al inglés de Astérix. El secreto de la poción mágica. Por si esta paradoja resultara irrelevante, aquí va otra: la exhibición anunciada como avant-première nacional atenta contra dos reencuentros auspiciados por la nueva película animada de Alexandre Astier y Louis Clichy. Por un lado, con la voz de Guillaume Briat que Obélix estrenó en la obra anterior de la mencionada dupla autoral, La residencia de los dioses, dos años después del deceso del histórico Pierre Tornade. Por otro lado, con aquélla del parisino Christian Clavier que también encarnó al pequeño galo alado en adaptaciones con actores.
Además de privarnos de estos gustos, la versión anglófona tritura el nombre de algunos personajes (hasta el intocable Panoramix es rebautizado), y por razones obvias limita –todavía más que el doblaje al español– los tradicionales juegos semánticos (la ocurrencia de llamar a un senador romano Tomcrus en alusión a la estrella estadounidense Tom Cruise dice bastante al respecto). Por lo visto, The secret of the potion magic zafó de una auditoría implacable como aquéllas que Hachette le impuso a Libros del Zorzal cuando la editorial argentina propuso una reedición en castellano, para el público sudamericano, de la historieta de Albert Uderzo y René Goscinny.
Astérix pierde gracia cuando deja de hablar su lengua materna, e identidad cuanto más lo reducen a mero producto de la industria de entretenimiento global. La resistencia que él y los suyos opusieron contra el imperio romano resulta inútil contra la supremacía del gran Mercado.
Estas constataciones opacan la principal novedad del Secreto de la poción mágica, primera película derivada de un guion original, y no de una o dos historietas. Por otra parte, aunque resulta entretenida, dista de ser novedosa la aventura que consiste en acompañar a Panoramix –Getafix en inglés– a buscar un discípulo de confianza.
Galo y más siniestro que los romanos, el villano de turno –Sulfurix en la versión francesa y Demonix en la inglesa– comparte el resentimiento y charlatanería del adivino Prolix, que apareció en la historieta El adivino de 1972 y en la película animada Astérix y el golpe del menhir. El film que Philippe Grimond dirigió en 1989 también retomó El combate de los jefes, que se publicó en 1966, y que plantea la conveniencia de contar con un druida sustituto.