Con cuarentena no me refiero a la mía (postparto), que ya me hubiese gustado a mí tener 40 días para recuperarme.
Apenas 4 semanas después del parto, me llevé el susto de mi vida (confirmado como convulsión febril, por cierto) que, para el virus malvado aquel, no fue suficiente: 3 días después de salir el mayor del hospital, se me pone el mediano a 40º (amenazando seriamente nuestro esperadísimo viaje a Madrid). Después de 2 días se “cura” y ahí que el 18 nos embarcamos todos (menos mi marido, que llegó para Nochebuena) hacia España.
La de planes que teníamos y que no pudimos hacer por la dichosa cuarentena.
La de todos: Otitis, reacción a la triple vírica, dolor de dientes, virus muchomásmalvado (¿o no es mala leche tener a un niño de un año una semana entera con picos de 40º que no se bajan ni con baños?), anginas, bronquiolitis y, para rematar, la escarlatina.
Todo esto a repartir entre los niños, adultos aparte (menos yo, claro), así que los Reyes Magos, en vez de oro, incienso y mirra, este año han venido cargados de (benditos) Augmentine, AZitromicina y Clamoxil.
Pobrecitos ¿no?
Pues sí, claro que sí, pero ahora que se han acabado las fiebres, dolores y del sarpullido no quedan más que las sombras y aunque nos queda una semana más de antibióticos, empiezan a hacer estragos en mí las 3 horas de media (o sea, en total, no seguidas) diarias que llevo durmiendo desde hace semanas, el comer rápido y poco, el estrés, el miedo, las preocupaciones y el agotamiento físico que suponen estar, al mismo tiempo, pendiente de los males, dosis, mimos, hambres, porteos, consuelos y demás de 3 niños a la vez. Incluso al mismo tiempo.
Que yo no me haya puesto mala es un milagro (o el pote gallego de mi madre). Que mi producción de leche no hubiese disminuido habría sido otro. Porque no nos vamos a engañar (y como me confirmó mi matrona/asesora de lactancia): si todos estos factores son capaces de producir desde un sarpullido inocuo hasta un infarto, pasando incluso por depresión ¿cómo no van a influenciar la producción de leche? LM significa Lactancia Materna, no Lactancia Mágica.
Como no podía ser de otra manera, ya de vuelta en Alemania, me piden explicaciones del por qué de mi falta de sacrificio. Que si no me siento culpable. Que si el “no tengo leche suficiente/el niño se queda con hambre” no es más que una excusa.
Menos mal que la experiencia es un grado y que después de 3 niños a mí ya no me la dan con queso: No eran cólicos, no eran mimos, no era sueño, no ha sido el pediatra. Era hambre. Y culpable me he sentido, sí, y mucho además, pero sobre todo después del primer biberón, al ver el ansia con el que lo devoró y la sonrisa que me regaló después, por no habérselo dado antes.
Si ya me consideraban Rabenmutter, ahora debo de parecerles la encarnación del diablo.
Espero que no me echen del pueblo después de las vacaciones en el Caribe (o en la pensión Spätzle del mierdapueblo colidante, lo mismo da, si sólo voy a dormir) que me voy a regalar...... algún día.