Revista Filosofía

Cuarta serie de variaciones (introducción).

Por Juanferrero
VI. Si el origen del término técnica es techné que se traduce por ars en latín y este a su vez puede ser traducido por arte al español, resulta que etimológicamente técnica y arte tienen el mismo origen, se refieren a un mismo significado.  Todo aquello relativo a la producción humana, al saber hacer puede referirse en términos de técnica o de arte. Sin embargo, la diferencia entre uno y otro aunque no esté presente en los antiguos si lo está para un lector o espectador en la actualidad. De hecho es la figura del espectador lo que permite  diferenciar uno de otro, y el espectador como tal tiene su origen, probablemente, en el espectador de las tragedias griegas. Lo que ve tal espectador es la habilidad para hacer cualquier cosa, en el caso de los actores la habilidad para representar la condición humana, pero desde el punto de vista técnico estricto, el ciudadano, en tanto que ya no comparte una comunidad de producción, se convierte en espectador de otros ciudadanos que tienen diversos oficios. Por lo que el espectador permite plantear la aporía de esta variación que consiste en que la cantidad y la calidad no pueden reducirse. Un artesano produce objetos que se pueden describirse según cantidad, sin embargo, la técnica y el arte que tiene para hacerlo remite a la calidad producto del buen hacer del artesano. El término poiotés se refiere a la distinción de una cosa, en este caso fabricada, que la distingue de las demás y en tanto que es fabricada y la distinción está en la producción misma. La diferencia entre un producto y otro de distinto artesanos o del mismo radicaría en la capacidad de producir esta cualidad como poiotes, el "que" (poios) que la distingue.
   La aporía de esta forma es que la cosa, su descripción cuantitativa no puede acotar la cualidad que la distingue, sin embargo, esta cualidad no puede pertenecer al artesano sino que siendo resultado del artesano debe residir en el producto, y además debe distinguirlo, sin que haya manera de reducirlo a cantidad, a estructura forma. Probablemente este planteamiento lleve por derroteros difícilmente solventables sino se destaca que lo que tiene el productor no tiene nada que ver con el producto sino con el proceso de producción, la habilidad para hacerlo, que  es la habilidad para usar todo aquello que conduce a la producción final. Por eso, lo que distingue el producto sólo puede revelarse en un uso posterior, lo hace que la cualidad no caiga sobre el productor sino sobre el usuario. La aporía radica en que no puede tenerse a un tiempo cualidad y cantidad, como no puede tenerse a un tiempo forma y función.
   La tríada en este caso está presidida por el término espectador que era el que veía la diferentes formas de producción, lo que permite distinguir a su vez el autor, en este caso de la producción, y el actor al que va dirigido el resultado de tal producción. No sólo hay autor y actor en las obras de teatro, pero son en estas en las que vemos más claramente representado el papel de espectador que da sentido a la obra del autor funcionando. Esto mismo ocurre cuando entre las tareas de producción técnica y el posterior intercambio por parte de los ciudadanos no productores pero sí usuarios, son observados por ellos mismos sin que en haya una diferencia claramente representada. La única posibilidad es distinguir los distintos niveles de juicio que se hacen, ora productor ora usuario ora espectador.
   El texto que sirve de motivo en este caso es de Rousseau y parte de una consecuencia, en la que los tres niveles de juicios se ven entremezclados, Rousseau propone un tipo de juicios propio del espectador, en los cuales autor y actor se ven impelidos en una carrera sin fin de apariencias en la que la trama productiva y de intercambio atrapa al individuo y no le permite usar el juicio como espectador. La simulación de todo ese proceso productivo es suficientemente importante y compleja para que con Rousseau reclamemos una adecuada función de espectador que aclare los papeles de autor y actor. Ahora bien, no es la cualidad de imparicialidad del espectador la que garantiza la aclaración de la función del actor y del autor, sino la mera diferencia de aquel respecto de estos dos.

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