Hay un capítulo de The Big BangTheory donde el excéntrico Sheldon Cooper afirma no tener hueco en su vida para más amigos. Cuatro, ni uno más. Así que cuando uno de ellos comete un error – a su parecer imperdonable – Sheldon lo elimina dejando vacante una plaza en tan estimada y limitada lista. En una ocasión se plantea entre ellos la posibilidad de incorporar un miembro más a ese círculo de confianza así que tratan de convencerle de que siempre hay espacio para uno más, pero él se mantiene inalterable en sus convicciones. No puede abarcar más, ni lo pretende. Cuatro.
Tengo una libreta donde voy anotando recomendaciones que me han hecho, que he leído o he escuchado en algún medio. Siempre proceden de personas cuyo criterio valoro, cuya opinión comparto de manera habitual o, simplemente, personas que admiro y considero que cualquier aportación tendrá un valor especial. La criba se plantea complicada ya de partida.
Así que atesoro listas enormes de libros, de entrevistas, de artículos, de series, de podcasts, de obras de arte que debo conocer, de sus autores, de galerías que debo visitar, de grupos de música nuevos, de restaurantes que no me puedo perder, de historias de edificios, de películas, de campañas de publicidad, de fotografías y de fotógrafos. Se empieza a parecer a esas publicaciones donde dice: “las 100 cosas que debes conocer antes de morir”. Yo supero con creces las 100, espero que eso ayude a prolongar mi vida. Notas en el móvil, apuntes en una libreta, pantallazos que acabo perdiendo o mensajes que me envío a mí misma por whatsapp
Soy muy consciente de que nunca me pondré al día. Siento que corro tratando de llegar a la línea del horizonte. Y cada vez está más lejos, cada vez es mayor la distancia que nos separa. No sé muy bien por qué sigo corriendo tras ella.
Cada cierto tiempo freno en seco y me propongo aligerar. ¿Cuántos libros soy capaz de leer a la vez? ¿Cuántas series? ¿Cuántos amigos soy capaz de mantener? No cuenta la lectura en diagonal, tampoco en la amistad. Eso es otra cosa.Me refiero a la ejecución consciente de las cosas. Hace años mi amiga Laura me descubrió aquello de estar presente. Priorizar, hacer menos, hacerlo bien. Estoy pensando que hace tiempo que no escribo a Laura y por ahí no quiero aligerar.
El exceso me hace perder el foco en ocasiones.
Me cuesta encontrar el equilibrio en la balanza. Soy una persona de ganas, de muchas ganas. Me permito perderlas de vez en cuando porque un mes sin su abatimiento de dos días es un mes aburrido, pero cualquier chispa me enciende de nuevo. Y vuelvo a querer ver, hacer, ir, escuchar, aprender.
Algunas veces trato de contagiar mis ganas a algunas personas con planes, con ideas, con proyectos que compartir y lo cierto es que no importa lo vehemente que sea mi discurso, las ganas no se contagian. Vienen de fábrica. Se tienen o no se tienen.
No sé si cuatro, el limitante número de Sheldon, es el adecuado. A priori lo veo escaso, muy escaso, pero qué sé yo, que siempre acabo desbordando.
Mi número mágico en libros, en canciones o en personas, está en aquellos a los que siempre acabo volviendo. Puede ser incluso uno.
El secreto está en las ganas.