Sepultureros son las horas. Ya lo escribió Quevedo en La enfermedad del tiempo. Más aún cuando de plomo y mugre son. Plúmbeas horas que entierran poco a poco la vida de todos esos presos políticos que ven caer el otoño de sus vidas entre los muros de hormigón de las cárceles cubanas. Unas cárceles a las que llegan en nombre de una Revolución que, paradójicamente, encuentra su columna vertebral en una supuesta igualdad y libertad que nunca llega.
Los revolucionarios de uno y otro lado del charco han defendido durante años las sangrías del Che y Fidel con la misma hipocresía de aquellos que han caído de hinojos a los pies de bolcheviques o frente populistas. Se trataba, supuestamente, de romper con un Régimen autoritario para implantar otro donde la libertad y la igualdad terminaran abriéndose como una hortensia. Sin embargo, bajo la luz del candil de la historia, los hechos siempre han terminado yendo en dirección diametralmente opuesta. El zarismo acabó con seis mil almas en casi un siglo, mientras que la Cheka soviética dio muerte a quince mil personas en tan sólo dos meses del otoño de 1918. Y es que el propio Dzerzhinsky ya señaló meses antes que su intención era la de exterminar a determinadas clases sociales enteras. De igual se puede señalar que tan sólo la Cheka de Madrid se encargó de asesinar a doce mil personas. Curiosa manera de imponer la libertad. Ya se sabe: el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Tantas o más como las que tuvieron los revolucionarios cubanos. Mientras que durante la tiranía de Fulgencio Batista existieron una veintena de prisiones, con el Régimen castrista se multiplicaron como los hongos después de la lluvia hasta contar a día de hoy con cerca de doscientas cincuenta cárceles en la isla, de las cuales cincuenta son de máxima severidad. Son en estas prisiones de máxima severidad donde se encuentran, por ejemplo, los miembros restantes del Grupo de los 75 que aún siguen cumpliendo sus más de veinte años de condena desde que fueran apresados durante la Primavera Negra de 2003 por pedir firmas para el Proyecto Varela, escribir por cuenta propia o discrepar con el Gobierno en alto.
Nada puede sorprender cuando fue el propio Fidel quien dijo en Gramma aquello de: «¡Mientras haya un revolucionario con un arma en la mano, no se perderá ninguna causa!» Y es que la violencia es la metafísica del socialismo. Así, cumplen actualmente condena más de cien mil presos en las cárceles cubanas, cifra nada desdeñable tratándose de un país de once millones de habitantes solamente. Cuba es el país iberoamericano con mayor población penal y el cuarto del mundo. Quinientos treinta de cada cien mil cubanos están en la cárcel. Se dice que no existe familia en la isla que no tenga o haya tenido un miembro entre rejas.
Las condiciones son inhumanas. Ateniéndonos al Consejo de Relatores de Derechos Humanos de Cuba, un centenar de presos muere al año dado las condiciones de insalubridad y tortura que sufren, especialmente los presos políticos. Entre los métodos de tortura más extendidos se encuentra el denominado Shakira. Consiste en encadenar a los presos de pies y manos torcidos por todo el cuerpo de modo que casi ni puedan respirar. Y en la calle más de lo mismo. Según el CRDHC, se produjeron en el último año más de mil arrestos y actos de represión política, en la mayoría de los cuales se aplicó una excesiva violencia contra los defensores de los Derechos Humanos y sus familiares. Visitas intimidatorias a las viviendas, interrupción de la línea telefónica, actas de advertencia, expulsión de la capital hasta las provincias del interior, negación de la tarjeta blanca... Son éstos algunos de los medios que utiliza la Policía Nacional para arredrar a la población cubana. Y no sólo eso. De acuerdo al último informe del CRDHC, solamente en las primeras semanas de enero de 2010 se dejaron morir a cuarenta enfermos mentales en el Hospital Nacional Psiquiátrico de Mazorra.
Volviendo a las prisiones, la corrupción y las martingalas llevadas a cabo por los altos cargos no hace otra cosa que empeorar la situación. En Cuba, el mercado negro se cuela hasta por las hendiduras de los muros de hormigón de las cárceles. El jefe del departamento de logística termina corriendo una suerte de gallina de los huevos de oro. Es el caso del suboficial Carbonell, quien según se sabe a través del Informe del Consejo de Relatores, ha conseguido hacer de la cárcel su negocio. Carbonell tiene una cochiquera con unos cuarenta cerdos a los que da de comer con el alimento que no llega nunca a la boca de los presos. Así, ordena a los reclusos elaborar la comida lo peor posible a fin de hacerse con los alimentos sobrantes no añadidos a la comida para llevárselos a lo que hasta hace tiempo fuera una casa desahuciada y que él ha convertido en una lujosa residencia gracias a su "negocio" Por no hablar de la asistencia médica.
Esta es la realidad política de Cuba. Una realidad que no duda en ignorar gran parte de la progresía española, aludiendo –básicamente– a que en todos lados se cuecen habas, como hiciera hace días Miguel Bosé al meter en la misma cesta la iniquidad del Régimen castrista con la censura de unas fotografías del caso Gürtel en una exposición en la Comunidad Valenciana. Un auténtico juego de trileros el llevado a cabo por quien representa mejor que nadie la clásica figura del izquierdista millonario que termina despreciando a los pobres. O el famoso Willy, quien, aun odiando a los Estados Unidos, parece tenerlo todo para llevarse el Oscar a la mejor interpretación de sí mismo. Personaje puro y duro. Y es que la claque no pone el corazón ni en el vitoreo ni en la ovación. Lo suyo es el ruido sordo, el subirse a un árbol y agitar las ramas mojadas para empapar a los transeúntes que caminan. Dar por culo, que se diría tan castizamente. Podemos apostar a doble sobre sencillo que ni ellos mismos se creen esa Cuba que pregonan sobre parihuelas. Defender una dictadura desde el acomodo muelle de una democracia es digno del mayor de los desprecios. Es tanto como nombrar la soga en casa del ahorcado, como pegarse un opíparo banquete delante de un niño hambriento. Pura prostitución intelectual. El perfecto retrato del cinismo.
El mismo cinismo que muestran a la hora de analizar la situación global de Cuba. La culpa es del Averno norteamericano y su vitando bloqueo, según el jabardillo de abejas progresistas. Olvidan en sus manidas letanías antiamericanas que Cuba es el primer mercado exterior de productos agrícolas estadounidenses, con más de setecientos millones de dólares anuales, lo que significa que el bloqueo no puede ser tal, sino más bien embargo según qué sectores. De igual cabe señalar que el plan de cooperación bilateral que han establecido Caracas y La Habana es cuatro veces superior al que mantienen Estados Unidos e Israel. Quizás por esos terrenos yermos del socialismo bolivariano ande esparcida la semilla del mal y no tan al norte.
Sin embargo, en lugar de sacarle punta al dedo acusador terminan siendo conniventes con la dictadura castrista, siendo ello como añadirle gasolina a un incendio que no termina de tragarse bosques enteros. Así, es de natura que ni con fórceps termine de nacer la libertad en Cuba. Lejos de toparse con enemigos frontales, el Régimen cubano encuentra cada vez más aliados que no dudan en irse a lavar las manos a la fuente con el mismísimo Pilatos, sin caer en que la ignominia no se cubre con más ignominia. Ni la sangre se tapa con más sangre. Mientras tanto, a cientos como Zapata les tocará besar los pies de sus sepultureros al ver cómo pasan las horas y sufren, más que nadie, la enfermedad del tiempo.