Para los cubanos y cubanas el 17 de diciembre de 2014 no fue un día más. Las alocuciones en vivo de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama, marcó una nueva etapa, aun en pañales, que muchos dentro y fuera de este archipiélago estábamos esperando hace años.
Precisamente ese día yo estaba llegando a La Habana, y pese a arribar unas 6 horas después de esas 12 del mediodía histórico, no fue hasta llegar a mi casa que me enteré de las nuevas buenas, no solo para el restablecimiento de las relaciones entre dos gobiernos que desde hace más de 50 años son enemigos y críticos de la política del contrario, sino del intercambio de los tres cubanos condenados por espionaje en Estados Unidos por un contratista americano que permanecía prisionero en Cuba, que dio muestras de este nuevo episodio entre ambos países.
Por donde quiera que iba en mi pueblo, Playa Baracoa, e incluso en las visitas que hice a Matanzas donde vive mi familia paterna, las ideas eran las mismas: "ahora sí, esto va a cambiar, ojalá que quiten el bloqueo", incluso algunos se aventuraban a pronosticar que los yates americanos pronto desbordarían las costas cubanas o del tan ansiado Internet, "qué ahora con Obama sí".
Ante tantas ideas desbordadas de esperanza por quienes trajinan mi país y viven el día a día de esta Cuba que dejé hace más de cuatro años, no podía menos que alegrarme, pero mi habitual prudencia y más ante decisiones tan trascendentales que involucran no solo a los gobiernos de ambos países sino también a otros poderes e intereses tanto de un lado como del otro, prefiero esperar a ver cómo evolucionan las negociaciones entre Cuba y Estados Unidos.
El primer paso ya está dado, de hecho hace más de 18 meses ambos países empezaron a estabilizar esas turbias relaciones de casi 60 años, donde los perjudicados han sido el pueblo cubano que ha sufrido las carencias derivadas del bloqueo económico, sí es real y solo hay que caminar por La Habana para ver lo poco a poco que se hacen las cosas que en cualquier otro país llevan menos tiempo. Y en menor medida el pueblo norteamericano que no ha podido visitar la isla.
Enumerar las cuantiosas cifras que ha perdido Cuba en estos años de bloqueo económico y financiero, sería repetir los registros recogidos por el gobierno cubano. Al parecer la presión internacional, la mano conciliadora del Papa Francisco e incluso la petición de medios y estadounidenses de bien que no ven la lógica de ahogar una nación cuando con otras, de ideología similar, el gobierno de Estados Unidos y los empresarios made in USA, mantienen relaciones comerciales y de otra índole, aunque eso no signifique ceder en sus ideas y criticar la conducta del contrario cuando se estima conveniente.
Supongo que esa debe ser la premisa de las nuevas relaciones entre Cuba y Estados Unidos: la tolerancia. A partir de ahí construir una nueva etapa que incluya a todos y no obvie que en la Mayor de las Antillas no solo viven los Castro, las Damas de Blanco, la disidencia, sino otras muchas personas, hombres y mujeres trabajadores, que están al margen de la política y solo quieren vivir con unos mínimos de nivel de vida.
Del otro lado, en Miami, también hay cubanos que solo quieren poder visitar a sus familiares sin tantas trabas, ayudarlos financieramente sin perder dinero al enviar dólares y que no apoyan a quienes pregonan políticas en contra de Cuba, que al final, repito, solo perjudican al cubano de la calle. Ese que no sabe si mañana tendrá para comer huevo y arroz, o si se puede comprar un par de zapatos aunque los suyos ya no le den más.
Solo nos queda esperar a ver cuánto se logra en las mesas de negociaciones entre ambas naciones y esperar por supuesto las buenas intenciones tanto del gobierno de Cuba como del de Estados Unidos.