Marta Alina se despierta todos los días bien temprano para salir a su patio a recoger guayabas. Las separa, las pica, les quita las semillas y las mezcla con el resto de ingredientes para así hacer el dulce de guayaba. Una vez terminado, lo envuelve en plástico, se sienta en la puerta de su casa y sobre una caja de cerveza lo coloca para atraer la mirada de los futuros compradores. Lo mejor es que no es tan dulce; el ahorro del azúcar le da su punto.
Lo cierto es que el negocio de Marta Alina nunca podrá crecer. Y si: ¡es por culpa del bloqueo!
Marta Alina sería una gran empresaria, pero está bloqueada. Cuba, es su total legislación, no cuenta con un programa para incentivar a productores nacionales. Dicho programa inexistente debería contar con muy bajos impuestos a agricultores, financiamiento para emprendedores, acceso a la libre competencia minorista; luego de un compromiso social de producción: tener la posibilidad de exportar el excedente bajo una marca registrada y a su vez, adquirir divisas que le permitan importar tecnología y maquinaria para convertir su pequeña fábrica en una industria. El Estado cobraría impuesto sobre la exportación y este dinero ayudaría a mantener el programa de apoyo para otros nacionales productores.
Marta Alina no tiene permitido contratar servicios de internet donde promocionar su producto, recibir pedidos en línea o simplemente para investigar e innovar su técnica. Tampoco puede vender su producto en supermercados ni tiendas locales y mucho menos contratar a un proveedor fijo de guayaba, azúcar y leche.
¡Está bloqueada!
Adquirir un campo ocioso y plantarlo no le es rentable, los impuestos acabarían con su existencia.
Marta Alina seguirá vendiendo los dulces de guayaba más ricos del mundo en la puerta de casa.