Revista Arte

Cuentan los viejos filósofos…

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

Cuentan los que saben que, entre los años 2.000 y 1.900 antes de nuestra era, una población nueva, los minios, irrumpe en la Grecia continental.

Estos invasores - cuyo origen, se pierde en el misterio de los Balcanes o las estepas de la Rusia meridional, se establecen en las islas, colonizan el litoral del Asia Menor y se expanden por la Hélade constituyendo el mundo griego tal como lo conocemos en la edad histórica.

Esa región tomó el nombre de Jonia y sus habitantes se conocieron como los jonios. Famosa porque en ella se compuso la más antigua poesía griega: la homérica. Aristóteles nos cuenta que fue en Jonia donde, por primera vez, se filosofó y se escribió un libro en prosa. Asimismo nos cuentan que allí apareció la poesía lírica arcaica; algunos mencionan el nombre de Arquíloco como su creador. Refieren que, entre los lugareños no faltó quien intentara hacer una incipiente historia de los griegos, y nombran a Hecateo. Todos estos datos llevaron a los historiadores a suponer y afirmar que ese fue el comienzo de la cultura griega, poco más o menos en el 1200 antes de nuestra era.

Jonia era una zona rica y próspera de por sí por dos importantes razones: su suelo fecundo y su ubicación estratégica en el mar. Los jonios se convirtieron en señores feudales y vivían del trabajo de la población que encontraron. Cuando deseaban -por codicia o necesidad- productos que no poseían, lo adquirían mediante la piratería y no el comercio. Se cree que eso era consecuencia del modo de vida de la civilización micénica, quien dejaba el comercio en las clases medias, ya veteranas en el mismo. A esto se sumaba el hecho de que, los productos cultivados en las costas jonias no eran atractivos para comerciarlos en los mercados extranjeros.

Atrás habían quedado demonios y fantasmas, mántica y magia, mística y éxtasis. Entre los jonios no existió ni angustia, ni entusiasmo, ni culto a los muertos ni honra a los héroes. Ellos prefirieron -como señores libres y desarraigados-, cantarles a dioses muy parecidos a ellos mismos: prepotentes, vengativos, con sus vicios, y de los cuales podían hablar sin espanto ni temor. Nunca tienen miedo excepto de su propio rey; jamás mienten salvo cuando se trata de amor o de guerra. Por cierto, había poca diferencia entre lo que eran los dioses y los hombres. El mundo ctónico y siniestro que habían abandonado los jonios, fue relegado y con ellos empezó a surgir un mundo de dioses simplificado tanto racional como lógicamente. Es el mundo del panteón homérico- olímpico.

En este ambiente físico, social y religioso -cuenta Platón en el Teeteto- vivió en el siglo sexto antes de nuestra era, Tales de Mileto. Se lo ubica alrededor del 585 antes de nuestra era. Por sus venas corre sangre griega, caria y fenicia. En él se hace presente la típica universalidad del carácter jónico.

Estadista, comerciante, ingeniero, matemático y astrónomo. Pero, tantos fueron los que escribieron sobre él, que suele suceder que nos den una imagen contradictoria. Algunos lo ven como un sabio que da consejos de sabiduría política y gran previsión a sus compatriotas, aconsejándoles la formación de algo desconocido en esa época: un estado federal propiamente dicho. Otros, nos dicen que era del estilo del solitario refugiado en sus especulaciones filosóficas, ajeno al mundo que lo rodeaba. Podemos afirmar muy poco acerca de cuál de estas imágenes de Tales es más cierta.

Su espíritu inquieto, lo llevó a realizar frecuentes y extensos viajes que le permitieron alcanzar una vasta ilustración. Estando en Egipto, se interesó sobre el problema de las crecientes del Nilo. Se dice que a raíz de ese interés, elevó el arte del dibujo de los egipcios, -destinado a la practicidad de solucionar problemas aislados- a la categoría de una verdadera geometría deductiva fundamentada en teoremas generales. Entre nosotros, ¿quién no conoce el Teorema de Tales?

Cuentan que le gustaba afirmar los siguientes apotegmas y eso lo convirtió en un sabio muy famoso. Leyéndolos hoy nadie se asombra pero en ese mundo en el que vivía los que lo escuchaban se quedaban reflexionando por varios días y a veces algo más.

  • De las cosas que existen la primera es Dios porque es
  • Lo más hermoso es el cosmos, obra de Dios.
  • Lo más grande es el espacio pues contiene todas las cosas.
  • Lo más rápido es la mente porque viaja por todas partes.
  • Lo más fuerte es la necesidad que todo lo domina.
  • Lo más sabio es el tiempo que descubre todas las cosas.
  • No existe diferencia entre la vida y la muerte.

Ante esta afirmación no faltó un irreverente que le dijera:

- ¿Por qué, entonces, no mueres?

Porque -contestó- no hay ninguna diferencia.

A la pregunta sobre cuál apareció primero, el día o la noche, respondió: -La noche es anterior por un día.

Alguien le preguntó si un hombre podía esconder un hecho pecaminoso frente a los dioses: -No, ni siquiera un mal pensamiento.

Al adúltero que inquirió si podía negar el cargo bajo juramento, le contestó que el perjurio no era peor que el adulterio. Preguntado qué era lo difícil respondió: -Conocerse a sí mismo.

Y qué era fácil: -Dar consejos a los demás.

Qué era lo más placentero: -El éxito.

Qué era lo divino: -Lo que no tiene principio ni fin.

Preguntado sobre qué era lo más extraño que había, respondió:-Un tirano de avanzada edad.

Cómo puede alguien soportar mejor la adversidad: -Si ve a sus enemigos en peor situación que la suya.

Cómo lograremos llevar la vida mejor y más justa. -Absteniéndonos de hacer lo que censuramos en los otros.

¿Cuál es el hombre feliz? -El que tiene un cuerpo sano, un espíritu despierto y una naturaleza apacible.

Nos recomienda recordar a los amigos, ya estén presentes o ausentes; no vanagloriarse de nuestra apariencia sino aprender a ser interiormente hermosos. Dijo también: - No te enriquezcas. No permitas que las palabras indiscretas te predispongan contra aquellos que han compartido tu confianza. Las comodidades que has brindado a tus padres, ésas debes esperar de tus hijos. Explicó que la creciente del Nilo era debida a los vientos etesios, los que al soplar en dirección contraria llevaban las aguas río arriba.

Tal vez su mayor mérito consista en su actitud teórica frente a los problemas planteados por el nacer y el perecer de todas las cosas que en su eterno ciclo llevaron al pensador a preguntarse por el origen común de todo cuanto existe. Este principio último fue para él el agua, según el testimonio de Aristóteles en su libro Metafísica (982b20), con lo que determinó el sesgo materialista del pensamiento jónico si bien la base de este materialismo era fundamentalmente abstractiva.

Martha Alicia Lombardelli

(Datos tomados de D. Laercio, I, 35, 36 y 37)


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