Leo en el blog de Mercedes Molinero :
Este cuento lo publico a petición de stellamantrana. Os pido a todos los que vais a leerlo que os unáis a este proyecto,”Cuento de Navidad”, publicando el vuestro, para deleite de todos los que formamos esta gran familia de blogueros. Felices Navidades para todos, os deseo con todo mi amor.
Me ha encantado la idea y me apunto ; – ). Este es mi Cuento de Navidad.
El matinal de Disney
Érase una vez, a mediados de los 70, en Barcelona…
Un grupo de niños esperaban emocionados la llamada del Doctor. Era el mismo que les aterrorizaba en las fechas de las vacunas, cuando los citaban en su consulta y se ponían en fila india, delante del Doctor , su silla y sus jeringuillas…
Cuando ya estaba cerca la noche de Reyes Magos, en mitad de las vacaciones escolares y ya súper excitados por haber pasado la Nochebuena, Navidad y San Esteban con vorágine de juegos, niños y regalos, llegaba la invitación del Doctor.
El día antes de la noche de Reyes, ese grupo de niños se iban al Cine Urgell , entregaban la carta mágica al Rey que tocara ( cada año era diferente) , recibían una bolsa llena de chuches y, con todas esas cosas maravillosas, entraban en el cine más grande que jamás habían visto y veían una película de Disney, en sesión matinal…El color intenso de los dibujos, Blancanieves cantando con los pajaritos …. Todo inmenso.
La entrega de la carta y esa sesión matinal eran el presagio de un fin de fiesta fabuloso. La cabalgata, cruzando Barcelona y pasando, casualmente, por delante del balcón de la consulta del Doctor. Los niños, de nuevo allí, mirando embobados, como pasaban las carrozas brillantes y luminosas. Más tarde, tras una cena nerviosa ya cada uno en su casa, intentaban dormir tras haber dejado el avituallamiento para los camellos y para los Reyes Magos…
Esa noche, y también como una tradición, el Doctor y su esposa y los padres de todos aquellos niños, se iban a cenar y desaparecían misteriosamente de las casas… Era algo que siempre se habían preguntado ¿Quién se querría ir a cenar fuera, la noche más mágica del año? pero lo que más preocupaba a aquel grupo de mocosos, era la posibilidad que se encontrarán con los Reyes y se quedaran sin regalos…
Al día siguiente, respiraban aliviados al encontrar el salón plagado de juguetes….
La experiencia aún no había acabado. Había una comida y un roscón delicioso pero lo que más les interesaba a aquellos niños, era… “el intercambio”. En casa del Doctor, siempre había regalos de los Reyes para el grupo de niños, y lo mismo pasaba en las otras casas, así que el día se cerraba con la ruta, recogiendo otros paquetes llenos de juguetes soñados…
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Con el tiempo que ha pasado y habiendo conocido la realidad adulta, aún conservo “la sensación” mágica de esos tiempos… Debo agradecérselo al Doctor, que no es otro que mi padre. La sesión matinal era un regalo de unos laboratorios farmacéuticos que le agasajaban con las entradas y la performance de los Reyes Magos. En estos tiempos que corren, está mal visto que te “premien” por recetar un determinado medicamento. Es políticamente incorrecto aunque es una práctica totalmente frecuente. Aquella era una época de un cierto “exceso”: cestas espectaculares, invitaciones a congresos o cosas como estas sesiones matinales de cine navideño. Por lo que sé, las cosas han cambiado…un poco. Pero poco.
Otro aspecto de la realidad, totalmente oculto a la mirada de un niño, es la sensación de “plástico” que he tenido al ver las Cabalgatas …Esas gafas especiales que llevamos cuando somos pequeños son una maravilla…
Y lo de los regalos, los “intercambios”, las rutas…Eso, cuando eres adulto se puede convertir en una pesadilla. El “intercambio” se convierte, en muchos casos, en un “intercambio” puro y duro.
Y, Blancanieves y las Princesas Disney…
Tras esta descripción de la realidad, podéis pensar que le he quitado el valor a la experiencia de mi Cuento de Navidad pero, justamente, pretendo todo lo contrario.Aun sabiendo todas estas cosas, ahora que soy mayor y peino canas, es tan fuerte la buena estrella de esas experiencias de mi niñez que me llenan, aún hoy, de una gran y fuerte (muy fuerte) energía positiva.
Es por eso que nuestra obligación de adultos es proporcionar esa vitamina para el alma a todos los niños que nos rodean, los nuestros y los que no. Es algo que se queda dentro y sale a la luz en algún momento de tu vida…
Por ejemplo, escribiendo mi Cuento de Navidad para seguir la iniciativa que propone Mercedes, nuestra pintora, viajera y gran transmisora de esa apreciada vitamina…
Su cuento, se titula: Mi abuela Rosario.