La verdad es que El Taxi tiene más de cuento fantástico
que de cuento de terror. Y también es cierto que me noté extraño en distancias
tan cortas, máximo de 150 palabras para una iniciativa a la que me invitó
Tamara Villanueva (gracias), y que me hizo gracia, ya que es para un libro sin ánimo
de lucro que recopilará microrelatos de terror. En fin, ahí llega El Taxi.
El Taxi
Al 147 de Cartagena, dije. Era un taxi de noche con pantalla antibalas. El taxista apenas giró la cabeza. Al menos este era callado y no hablaba. Me relajé contemplando la ciudad dormida, las luces que quedaban atrás, los últimos transeúntes tragados por la noche. Me fijé que apenas frenábamos, como si el taxi se deslizara. Subimos por una gran avenida salpicada por los destellos de neón donde los semáforos se abrían para nosotros, como si por un instante la ciudad estuviera a nuestros pies. ¡Eh!, pero adónde va. El tipo se había salida de ruta. ¿Me oyes? El taxi aceleró a todo trapo. Golpeé el cristal. ¡Párese! ¡Qué pares cabrón! Tomó una calle sin nombre y empezó a subir la oscura ladera de una montaña, hacia el único caserón de la cima, en el que tras los cristales se intuían unos invitados que al vernos se agitaron, excitados.

Cuento de terror El Taxi
