Revista Cultura y Ocio

Cuentos de Vamurta, Taonos IX

Por Igork
Noveno fragmento del cuento. La CabañaTAONOS (IX)Hospitalidad9 de 23Cuentos de Vamurta, Taonos IX   Los soldados se miraron los unos a los otros, interrogativos. Ciros permanecía de pie, contemplando la sencilla belleza de ese hogar recortado contra la inmensidad del cielo invernal. La joven entró en la casa y volvió a aparecer con los presentes de hospitalidad. Su edad parecía indeterminada, aunque sus rasgos eran los propios de alguien que no ha visto muchas primaveras marchitarse. Sus ojos reflejaban la inmensa bóveda celeste, grandes y centellantes, su pelo largo oscilaba a los lados movido por la brisa. Su voz, algo susurrante, tenía un fondo cristalino que embaucó al hermano del Conde, quien desde que la vio salir con el vino y los higos, notó un vacío, una herida en el alma que sólo ella podía cerrar.—Señora, gracias. —La dama sonería, a la vez que le servía el vino—. Creo que aquí arriba, sola…—¿Sí?—¿No teméis a los hombres del bosque?—¿Por qué los debería temer? Somos de la misma estirpe.El nuevo gobernador, algo inquieto por aquella pausa que se alargaba, lejos de sorprenderse, miró a la doncella con fijeza y le preguntó:—¿Por qué nos atacaron? ¿Algún mal les hemos causado?—Quizás deberíais veros con nuestros ojos. Una poderosa columna armada, como jamás habíamos visto antes, cruzando nuestras tierras.—Nada, absolutamente nada, debéis temer de nosotros —aseveró Ciros.—¿Qué buscáis tan lejos?—El Paso del Norte. Asentarnos al pie de las Gargantas y así, poder hacer llegar mercancías y hombres al otro lado de este continente. Alcanzar el Mar de Istal.—Las Gargantas son el alma de estas tierras. Para nosotros son tierra sagrada, todo emana de ellas —dijo, con voz quebrada, la joven—. Soy Aresha, la sacerdotisa de aquel hogar abierto que llamáis las Gargantas del Diablo.Todos guardaron silencio. Sus palabras tenían el don de hacer tambalear la voluntad del hombre más empecinado. El primero en hablar fue el veguer, que la señaló con esfuerzo, como si su brazo, de pronto, sostuviera una pesada carga.—Iremos a las Gargantas. Es nuestro destino.Todos se levantaron de golpe, como si hubieran despertado de un sueño. Ciros se dirigió a Aresha.—Tú serás nuestra guía.Cuentos de Vamurta, Taonos IX

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